9. Flechas y ballestas

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—Mi niña, apartaos de allí. Va a llover.

La voz de su nana hizo que girara su cuerpo inconscientemente y de una manera tan rápida, para así poder responderle.

—En un m-momento, nana —titubeó con temblores, para volver su vista con la misma velocidad al jardín, y para su asombro la silueta ya había desaparecido como nada.

¡Maldita historia de Jacobo! ¡De tanto oírla, ya hasta estoy alucinando!

Pensó, apartándose de una vez del balcón, pues ya empezaban a caer sigilosas gotas.

—Su Gracia, debéis venir a ver estas hermosas muestras —habló Mariam sentada sobre una mesa junto a las demás jóvenes.

—¿M-muestras de qué? —inquirió aproximándose hacia ellas, sin dejar de voltear repetitivas veces hacia el balcón.

—Telas. La esposa del sir Dunn os las ha regalo como presente de bienvenida. Dicen que han venido de tierras altas —se detuvo un momento con creciente emoción para colocar al frente una de las muestras—. ¡Por el amor a Dios! ¡Mirad la tonalidad de este azul y la finura del tejido! ¿No es precioso? Os quedaría tan bien un vestido de este color.

—No para cualquier vestido. Yo creo que este tono esta perfecto para usarlo como base en la confección del vestido de novia, ¿a que si Mariam? —sugirió Lesly con la misma expresión precoz de la otra joven dama.

—Completamente de acuerdo. Pues se sabe bien que se dice de las novias de azul. ¿Qué opináis vos, mi señora? ¿Mi Señora...?

La imagen de esa figura retorcida y de espaldas entre los arbustos no salía de su mente. ¿Pero qué demonios estaba ocurriendo? Su cabeza se volvía a hacer pesada y las voces a su alrededor se disminuían total y extrañamente.

—¿Qué decíais...? —fue lo único que pudo formular su boca, al cabo de unos segundos.

—¿Os encontráis bien, Su Gracia? —inquirió preocupada Edine—. Os miráis muy pálida...

—Como si hubieses visto a un fantasma —le escuchó decir a Lesly, alarmándola más.

—¿¡Fantasma!? ¿¡Qué fantasma!?

—Es por el cansancio —intervino Little, cerrando las puertas que dan directo al balcón. Las corrientes de aire agresivas de la tormenta empezaban a adentrarse en el lugar—. Le dijimos varias veces que siguiera el viaje desde carruaje cuando salimos de Falkirk, pero no hizo caso y siguió a caballo.

Sacudiendo su cabeza imaginariamente, recobró de nuevo la mayor sensatez posible y se volvió a las tres preocupadas damas.

—No os preocupéis, mujeres. Mi nana está en lo correcto... Es solo cansancio. Todos nos encontramos muy cansados, por eso mismo, es mejor que vayan retirándose a descansar.

—¿No escucharon a vuestra reina? —Little habló—. Apresuraos, no son las seis de la mañana, incompetentes. Y Norwood, guardad bien la muestra azul. Pediremos más para la confección del vestido de novia de Su gracia.

Quedando completamente sola en aquellos aposentos y después de haber recorrido con sus ojos las exquisitas paredes tapizadas en brocados rojos con dorado, que aludían el gran gusto francés de su madre por las decoraciones y lo excesivo, se acurró en su lado preferido de la cama aún aturdida.

Ella no creía en leyendas, mitos y mucho menos en fantasmas. Estaba segura de que su mente cansada le había jugado una mal rato, o tal vez solamente fue algún criado o guardia que pasaba o custodiaba por ahí. Pero aun así, no dejaba de sentirse inquieta mientras la pavorosa tormenta se alzaba sobre el palacio. Así que decidió musitar una ferviente oración para tratar de conciliar pronto el sueño.

Coronada en Gloria ©Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin