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Despierto abruptamente, una oleada de alivio me recorre al sentir cómo mis pulmones se llenan de aire nuevamente. Puedo respirar. ¿Estoy viva? ¿Me rescataron? ¿Dónde están James y Dylan? Estas son las preguntas que asaltan mi mente, pero algo no encaja aquí. Este no es mi cuarto, ni mucho menos un hospital.

Con cuidado, me levanto de la amplia cama en la que estaba recostada y comienzo a inspeccionar la habitación. Mi cuerpo se siente un poco débil, pero como no estarlo luego de tal accidente que experimenté. Cuando paso frente a un espejo que adorna la habitación, mi respiración se detiene una vez más. Observo detenidamente cada detalle que refleja ese espejo dorado. Mi cabello solía ser rubio, pero ahora es marrón, mis ojos, antes almendrados, son de un verde tan profundo como esmeraldas. Mi figura también ha cambiado; antes no era la persona más delgada, pero ahora, a pesar de llevar un camisón, sé que estoy considerablemente más delgada. Este no es mi rostro, no es mi cuerpo.

El pánico se apodera de mí mientras me pregunto en silencio, ¿quién diablos soy?

— Señorita Amber —dice una mujer con un tono lleno de sorpresa— ¡es un milagro! Iré por el doctor — añade antes de salir apresuradamente de la habitación.

Mis piernas se sienten débiles, y caigo sobre ellas de la sorpresa. Mi cabeza late con un dolor que se asemeja a haber asistido a un festival de música o algo similar. En cuestión de segundos, la puerta se abre nuevamente y aparece un hombre que supongo es el doctor. Él me ayuda a ponerme de pie y procede a examinarme en la cama.

— Es fascinante, parece que la enfermedad simplemente desapareció —comenta el doctor, mientras observa a una pareja que me mira con amor y preocupación— está un poco desnutrida, pero no es sorprendente después de haber estado durmiendo durante un mes completo.

— ¡UN MES! —exclamo elevando mi voz al escuchar esa impactante información.

La mujer de belleza deslumbrante, ataviada con un vestido deslumbrantemente lujoso, se acomoda en el borde de mi cama y coloca con delicadeza su mano sobre mi cabeza, deslizando sus dedos a través de mi cabello.

— Así es, mi preciada hija, nos tuviste preocupados todo este tiempo —dice con una sonrisa— tu padre y yo hicimos llamados a todos los doctores del reino, del este, oeste, sur y norte; todos estuvieron aquí.

— Pero con tu madre, siempre supimos que despertarías —añade el hombre, quien acompaña a la hermosa dama— ¿Tienes hambre, verdad? Julia, dile al cocinero que prepare los platillos favoritos de mi hija. La Duquesa de Vinsonneau ha despertado.

¿¡Duquesa de qué!? Todos abandonan mi cuarto, dejándome sola de nuevo. Suspiro profundamente y cojo un mechón de mi cabello, que ni siquiera parece mío. Mi nombre es Liliana Duncan, tengo 17 años, no me llamo Amber Vinsonneau, no sé cuánto tiempo ha pasado, no soy duquesa de nada. Debería estar muerta en este momento. Tuve un accidente en el que perdí a mi hermano y a ... Dylan. ¡Mi hermano! ¿Estará muerto?

Salgo de la habitación, y la intensa luz que entra por los numerosos ventanales me ciega durante unos segundos. Cuando mis ojos se acostumbran de nuevo, comienzo a correr por los pasillos, tropezándome con personas que hacen reverencias al verme. Continúo avanzando, pero mi sentido de la orientación se desvanece por completo. ¿Dónde diablos estoy? Gracias a una chica que pasa por los pasillos, finalmente regreso a mi habitación, o más bien, a la habitación de la dueña de este cuerpo.

— ¿desea algo más? Su alteza —me pregunta con respeto.

— ¿Sabes si tengo un diario? —logro preguntarle.

— Lo lamento, señorita, pero no poseo tal información. Podría preguntarle a Julia —me responde— ella debe saber sobre la existencia de algún diario.

Asiento en agradecimiento antes de que salga de mi habitación. Me acerco a una de las ventanas y, al observar lo que hay afuera, mi boca se abre de asombro ante la inmensidad de este lugar.

Regreso a mi cama, aún más confundida. No tengo idea de dónde estoy ni qué es este lugar, pero todos creen que soy Amber, así que debo actuar como ella. Las puertas de mi habitación se abren, y puedo ver a la persona a la que el señor, o más bien, mi padre, se refirió como Julia.

— Julia, ¿sabes dónde está mi diario? —le pregunto en cuanto entra.

— ¿Por qué la señorita se dirige por mi nombre en lugar de Nina? —dice, mostrando tristeza en su voz.

— Oh, disculpa, Nina —le sonrío— estoy un poco aturdida por mi sueño.

— Su diario debe estar en el cajón de la derecha, siempre lo guarda en ese lugar —me informa— pero antes de que lo revise, la cena está lista, y su padre me envió para preguntarle si desea cenar con ellos en el comedor o aquí en su habitación.

— Comeré aquí —respondo rápidamente— ... aún me duele la cabeza —añado fingiendo dolor.

Julia, o mejor dicho, Nina, asiente y se retira de la habitación. En cuanto las puertas se cierran, me lanzo al cajón de la derecha, de donde tomo un pequeño diario de color rojo que tiene una especie de cerradura. Me doy cuenta de que no tengo la llave. Suspiro y pongo mis manos en la parte trasera de mi cuello en donde siento una pequeña cadena, de la cual cuelga una llave que se parece mucho a la cerradura del diario de Amber.

Duquesa Vinsonneau |FINALIZADA|Where stories live. Discover now