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Siento como el aire dentro de mis pulmones se acaba, mientras lucho por nadar hacia la superficie del río, pero mis esfuerzos son en vano. Continúo hundiéndome cada vez más, sintiendo cómo mis piernas se debilitan. ¿Así acabara mi vida? Todo por una discusión con mi hermano. Agotando las últimas reservas de energía, giro la cabeza hacia el automóvil que se hunde junto a mí, sin rastro de mi hermano. Las lágrimas se mezclan con el agua que me rodea, acelerando mi destino fatal y en un instante, todo se sume en la oscuridad.

Unos minutos antes...

— Liliana, súbete al auto —me grita James, mi hermano mayor— no hagamos un espectáculo, ya tienes 17 años.

— ¡No quiero ir a esa boda! —le grito enojada— ella no se merece a papá.

Nuestro padre se había divorciado de nuestra madre cuando mi hermano tenía 12 años y yo 8 años. Luego de unos años, comenzó a salir con esta mujer, la cual nunca ha podido agradarme. Siempre se ha presentado delante de mi hermano y padre como una persona gentil, pero cuando estamos juntas se vuelve fría, casi malvada.

— ¿Y por qué debemos irnos con él? —le pregunto, señalando el auto donde está Dylan, el hijo de esa mujer.

— Seremos familia en unas horas, déjate de ser infantil —dice un poco más molesto— ¿sabes? Estoy cansado.

Camina hasta mi lado y como si fuera un costal de papas, me levanta y con la ayuda de Dylan me suben al auto en contra de mi voluntad, como si fuera un secuestro. Cuando intento salir, noto que las puertas tienen seguro de niños, lo cual me impide escapar.

— ¿Se dan cuenta de que estoy en pijama, verdad? —les reclamo a ambos cuando se suben al auto.

James no responde y simplemente comienza a manejar, mientras Dylan está sentado junto a él en el asiento del copiloto y me entrega un vestido púrpura, junto con unos zapatos blancos.

— Cuando lleguemos, te podrás cambiar —me dice mientras tomo la ropa— ahora, ponte el cinturón.

Él no es mi hermano, él no es nadie. Dejo la ropa a un lado y me quedo observando el camino por la ventana, pero es ahí donde los recuerdos de esa mujer siendo cruel conmigo vienen a mi mente.

— ¡Para el auto! —grito, haciendo que ambos se asusten.

— Liliana, cálmate y cierra la boca —dice James, manteniendo la vista en el camino.

— Lily, cálmate —dice Dylan, quien sí se da vuelta para mirarme.

— ¡Tú no sabes nada! Debes ser igual a ella, al fin y al cabo, comparten sangre —le grito.

— Liliana, ¡CÁLLATE! —dice James, volviéndose hacia mí.

— ¡JAMES! —es lo único que logro gritar cuando el auto rompe una barrera de madera y sale eyectado de la carretera, haciendo que caigamos por un precipicio.

Me aferró a los asientos delanteros, sintiendo cómo las manos de James y Dylan toman las mías para protegerme. En segundos, el auto cae al río y este se hunde rápidamente con nosotros dentro.

— ¡Abre las puertas! —le grito a James entre lágrimas— Podemos salir, aún no se inunda por completo. Abre las malditas puertas.

— No se abren, Lily. Sal del auto antes de que sea tarde —me dice Dylan.

— ¡No! No los dejaré —les grito, ya con el agua en el cuello— sáquense esos estúpidos cinturones y salgamos.

— No podemos —me dicen ambos al mismo tiempo, y esas son las últimas palabras que escucho antes de que el agua nos cubra por completo.

Con el poco aire que consigo reunir, intento sacar a ambos de sus asientos, pero en un acto de desesperación, me arrojan por una de las ventanas que estaba abierta. Aunque intento nadar, no tengo fuerzas, y el aire comienza a agotarse. Me giro para ver si lograron salir, si pudieron desabrocharse los cinturones, pero solo veo cómo el auto continúa hundiéndose, llegando al fondo del río sin rastro alguno de ellos. Las lágrimas salen de mis ojos, pero no se distinguen, y en segundos todo se vuelve negro.

Duquesa Vinsonneau |FINALIZADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora