Parte 21

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Después de una semana de estar en Buenos Aires  Laura, sintió que no se había ido nunca. Visitaba seguido a sus amigos, salía a comer o al cine con Carla y Marijo  y hacían  compras  juntas.  Acompañaba a su amiga a solucionar los pocos y últimos arreglos  para su boda, para la que faltaba cada vez menos, en solo cuatro meses estaría casada.

Había visto varios  departamentos, estaba casi decidida por uno que le había gustado mucho en un piso alto como ella quería. Tenía una habitación amplia en suite con vestidor, un living comedor con la cocina integrada por una barra y un gran ventanal a la calle, el edificio tenía seguridad las 24 horas, lo que la dejaba tranquila para andar sola hasta la hora que quisiera, todavía le tenía miedo a la noche y más  aun sabiendo que viviría sola y entraría a su edificio a diferentes horarios. Estaba muy entusiasmada con la idea de vivir ahí desde el momento que lo vio.

Con el paso de los días comenzó a tener pesadillas. Sentía  que  el volver la había obligado a revivir su historia, por primera vez se descubría nerviosa  la saber que viviría sola, cerca de todos, pero sola. Aunque ya había vivido en Junín y también en un departamento, evidentemente, para  ella  no era lo mismo, no entendía muy bien porque, pero lo estaba viviendo de otra manera, más angustiada y preocupada y los miedos se estaba acumulando en ella sin pedir permiso.

Había empezado a tener sueños espantosos sobre el robo, soñaba con personas sin rostro que le tiraban el cuerpo encima y ella no podía correr ni gritar por ayuda y se despertaba llorando o gritando. Siempre se veía en los sueños con panza, lo que le producía mucha más angustia. Escuchar un bebe llorando la sumía en una profunda tristeza. Muchas noches se despertaba acariciándose el vientre soñando que estaba abultado y conteniendo a su bebe.

Cada semana que pasaba se agudizaba su dolor, necesitaba hablar con un profesional, entender  porque,  después de tanto tiempo, tenía estas  pesadillas y no podía alejarse del recuerdo de su bebe no nacido, si supuestamente ya había elaborado su duelo. Muchas veces se sentía sola entre sus sentimientos, nadie podía comprenderla, si no había vivido lo mismo que ella,  lo había  hablado con Carla muchas veces, pero lo que recibía de ella era amor y tal vez, compasión, pero jamás  podría  entenderlo, por suerte,  nunca había pasado por una experiencia ni parecida.

Pidió turno con una psicóloga que le había recomendado Hernán y en su primera consulta, pudo expresar todo su dolor, todas sus dudas y pedir ayuda.

-Volví  de Junín para recuperar  mi felicidad y me encuentro  con que estoy más triste que cuando me fui. A veces me da miedo salir a la calle, me cruzo de vereda si veo un hombre solo que camina hacia mí, se me llenan los ojos de lágrimas cuando escucho  el  llanto de un bebe –contó Laura  llorando en su primer consulta. -Y no entiendo porque  ahora, ya pasó tanto tiempo. Creí que lo había superado. Y lo peor de todo es que nadie puede entenderme, nadie que no haya pasado por lo mismo.

-¿Alguna vez hablaste con Javier, tu esposo,  sobre tus sentimientos? –preguntó la terapeuta.

-Cuando hablábamos discutíamos, eso nos llevó a la separación. Nunca pudimos  sincerarnos y entendernos. Una vez tuvimos una linda charla y nos pedimos perdón pero por cómo nos habíamos tratado nosotros, no por cómo nos habíamos sentido.

-¿Y se perdonaron? –indagó al notar la angustia en la voz de Laura.

Volver a Intentar (Completa y en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora