Parte 11

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Los meses pasaron lentamente para Laura, extrañaba  mucho a Javier, cada tarde al volver a su casa tenía grandes peleas internas una parte de su ser le rogaba que lo llame y la otra la obligaba a desistir de la idea. Si bien lo extrañaba no quería llamarlo porque sabía que eso la haría retroceder  sobre  sus pasos, lo que realmente extrañaba era su pasado, no tan lejano de amor, de alegrías. En su vida, hasta no hace mucho, todo era felicidad y él la completaba, era su todo y sabía que todavía no estaba preparada para verlo, se rendiría a sus encantos sin dudarlo  y haría el amor con él apasionadamente hasta quedar sin aliento, el solo pensarlo la hacía suspirar, necesitaba se cuerpo, sus caricias, sentirlo cerca, escuchar su voz, pero era consciente de que después de disfrutar un rato de amor terminarían discutiendo nuevamente por una palabra errada o, tal vez,  por el gusto de helado que comprarían o si preferían café, como había pasado en el último tiempo, ya no tenía fuerzas para discutir por cosas sin sentido que no la llevaban a nada más que a sufrir y definitivamente eso no lo extrañaba en absoluto.

Las veces que habló con Carla por teléfono no quiso preguntar  por él,  aunque sentía intriga por saber si la extrañaba, quería cumplir su promesa de mantenerse alejada, no quería hacer preguntas ni dar respuestas.  Si quería ser sincera le daba bronca que no la llame, pero también se lo agradecía porque no podría evitar volver con él si lo escuchaba triste o si le decía esas palabras que tan dulces sonaban de sus labios. Su cabeza no dejaba de pensar y preguntarse ¿lo amaba todavía  o amaba su recuerdo? ¿Quería realmente volver con él o solo quería volver a vivir como vivía, idílicamente, antes del embarazo, antes del robo, antes de la pérdida de su bebe? ¿Podría perdonar algún día a Javier por sentirla responsable de todo?  Eran muchas las dudas que la acechaban cada noche antes de dormir, a la distancia y sola, aún  no tenía respuestas, sabía que Javier había sido el amor de su vida y, también sabía, que no quería vivir un matrimonio  infeliz, con peleas y rencores  guardados profundamente en el corazón echando raíces.  Estar en soledad tal vez  aclararía sus  pensamientos  y sus sentimientos, poner tierra de por medio había sido la mejor  opción, aunque lo extrañe demasiado, aunque su vida parezca detenida, en ese lugar en el que no conocía a nadie.

Carla sabía que Laura quería aclarar  sus ideas y por el bien de ella guardaba silencio. No quería contarle,  si no le preguntaba, tal vez no quería enterarse de cómo estaba Javier, de cómo la extrañaba, de lo arrepentido que estaba  de haberla dejado ir tan  lejos sin convencerla de que no lo haga, de que hasta su aspecto no era el mismo,  estaba más flaco y pasaba días sin afeitarse, no sonreía y apenas si salía de su departamento a un destino diferente que no sea el trabajo. Se mordía la lengua cada vez que tenía la necesidad de contarle  las veces que él tomaba la ruta para ir a buscarla y se arrepentía a los pocos kilómetros.

Javier hablaba con Carla varias veces por semana para estar al tanto de cómo estaba Laura, de  cómo iba en su trabajo nuevo,  si lo extrañaba, o si preguntaba por él, quería saber si la soledad le estaba ayudando a sanar sus heridas, porque claramente a él no, por el momento la distancia lo estaba destrozando, matando lentamente con recuerdos.

Carla se sentía entre la espada y la pared, eran sus amigos y quería ayudarlos  a los dos, guardaba silencio con Laura y le contaba todo a Javier,  no sabía si hacía bien o no, pero hacía lo que podía. Laura no le había pedido silencio en lo que a ella se refería, por lo que le contaba a Javier sin ser imprudente lo poco que sabía y endulzaba los comentarios para no agregar  más penas al corazón de su amigo y eso lo tranquilizaba, saberla entretenida en un nuevo proyecto e intentando curar su dolor, le daba esperanzas de que al menos uno de los dos esté saliendo a flote después del naufragio.

Después de unos meses de trabajo y con su vida un poco más encaminada Laura tuvo la necesidad de volver a Buenos Aires para hacer unos  trámites laborales, le pidió a Carla que trate de mantener la noticia alejada de Javier, serían unos pocos días y no quería que nada se interpusiera en su camino, no tenía el valor de verlo, no todavía, aún no estaba segura de tener las respuestas que necesitaba para enfrentarlo y mirarlo  a los ojos, no sabía cuánto  dolor tenía todavía en su alma.

-Te lo prometo Lau, no voy a decirle nada, pero conste que no estoy de acuerdo. Es necesario que hables con él, todavía es tu esposo y seguro estará esperándote.

-Ya se  Carla,  pero no creo que pueda verlo ahora, tengo que volverme después y seguir con mis cosas, me gustaría esperar un tiempo más…pero dejame pensarlo. Nos vemos en una semana – Laura y saludó a su amiga cortando la llamada, pero dando vueltas en su cabeza la idea.

Los días pasaron rápidamente, el trabajo la tenía de verdad atareada dándole poco tiempo para estar sumida en su angustia, había progresado mucho y ya casi no lloraba.

Llegó el día del viaje a Buenos Aires, de volver.

Después de seis meses de distancia había tomado una decisión definitiva que cambiaría para siempre su vida. No estaba segura si la entenderían, pero era lo que quería, lo que necesitaba, vivir lejos de Javier y sus recuerdos la acercarían a la paz que estaba buscando y que había encontrado en Junín, quería volver a reír a carcajadas, a salir, divertirse y sentirse bien.  Quería que su vida no  fuese solo trabajo  y cenas  en  soledad como lo estaba siendo en Junín, pero eso cambiaría, ya estaba conociendo gente y podía incluirse en salidas.  Si seguía como hasta ahora  se  sentiría siempre atada  al pasado, pegada a una triste historia que no le hacía bien, tenía que cortar con un pasado que todavía le pesaba y oscurecía su vida. A veces se descubría pensando en que, tal vez, Javier había conocido a alguien y estaba esperando verla para decírselo o que la odiaba por no haberlo llamado en estos meses, o simplemente se había olvidado de ella y había seguido adelante. Muchas de estas ideas pasaban por su cabeza y la dejaban con sensación de paz en su interior, como si quisiera que Javier la haya olvidado y pueda entender que ella necesitaba estar sola, todo la hacían ver que era la mejor opción, alejarse para siempre de él, quería dejar lo vivido atrás y volver a recuperar los recuerdos hermosos de su vida con él, que hoy simplemente no estaban, no podía liberarlos.

Le pediría el divorcio  a Javier y se iría a vivir a Junín, había encontrado su nuevo lugar en el mundo, no estaba muy lejos de sus afectos, podría viajar  cada tanto a visitarlos  y recibirlos a ellos algún fin de semana. Después de todo eran solo trescientos  kilómetros y mucha tranquilidad para su alma.

Lo difícil sería decírselo a Carla y Federico, sus amigos del alma. ¡Como los extrañaría! A ellos sí los necesitaba cerca, pero se mantendría comunicada, como lo había hecho estos seis meses.

-¿Estás cansada? ¿Querés que nos veamos mañana? Estas recién llegada y… –preguntó Carla a su amiga hablando por teléfono pero Laura la interrumpió.

-Quiero verte ya mismo, te  extrañé un montón –  ya estaba recostada en la cama del  hotel donde se hospedaba. –Solo me doy un baño, en un par de hora nos encontramos en el café Las Violetas, ¿te acordás cuál es?

-Obvio, en dos horas nos vemos ahí –dijo Carla  y comenzó a prepararse para  salir.

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