40

1K 112 38
                                    

—¿Esto lo llevo?

Dahyun me robó la atención de mi bolso, me hizo perder la complicada concentración. Observé lo que tenía en la mano y sin duda alguna asentí.

—Esa cajita no la dejaría por nada del mundo, no sabía que la tenías.

—Cuando escapé solo tomé lo importante.

Era la cajita azul, dónde estaban los collares que le regalé para su cumpleaños, era inútil en este momento porque los teníamos puestos, pero igual.

—Lo más importante sigues siendo tú.

La miré a la carita enrojecida, y le sonreí de vuelta.

—Aún así, en esta cajita depositamos nuestros corazones, bueno, es el contenedor de ellos.

—Qué romántica.

Mientras coqueteábamos, nos dispusimos a armas las valijas, ya que mañana partiríamos para Kanazawa de una vez por todas, dejando ya todo atrás permanentemente.

De todas formas no daba resultados, porque no podíamos parar de mirarnos y reírnos, aunque sea yo, me encontraba feliz, a pesar de todo lo que pasó, no puedo evitar pensar en lo que pasará de ahora en más.

Cada tanto me encontraba a mi Dahyun, que calculo se sentía como yo, mirándome mientras yo me hacía la distraída, no podía no sentirme feliz.

Creo que todo este cambio de aires ya nos está afectando, entusiasmadas por estar tan cerca de nuestro objetivo.

—Hermosa.

—¿Sí? — dejó lo que estaba haciendo, otra vez, para mirarme desde el otro lado de la habitación.

—Realmemte esto no está funcionando.

—¿El qué? — me miró intrigada.

—Nada.

—Pe-

—Nada de lo que estamos simulando hacer, mira, tengo solo la mitad de la valija llena porque me la paso espiándote.

Pude ver cómo largaba un suspiro.

—Tonta, me asustaste, pensé que te referías a otra cosa.

—¿A qué?

—Pensé que te estabas echando para atrás, que te habías arrepentido.

—Mi amor, eso nunca.

Me separé del bolso y fui hasta mi novia, para pasar mis brazos por sobre sus hombros y llenarla de besitos.

Ya había oscurecido, era bastante tarde, pero aún quedaban muchas horas con las estrellas en el cielo. Por lo que se me ocurrió una idea.

—¿Quieres que salgamos un rato?

—Pero aún no terminamos de empacar.

—Lo hacemos cuando volvamos, la noche es larga.

—¿Segura?

—Segurísima.

Sin nada más que acotar tomé las llaves y nos escabullimos.

...

—¿Cómo sabes que nos van a dejar entrar?

—Conozco al guardia.

En el transcurso del camino le había dicho nuestro destino de esta cálida noche, y le emocionó bastante, una última despedida.

—Mmm, está bien, — me tomó de la mano y me empezó a tirar — bueno vamos, apúrate.

—Hermosa, hace cuatrocientos años que está ahí, no se va a ir a ninguna parte.

Culpable de amarte || SaidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora