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Unos 6 días habían pasado desde que Dahyun comenzó a contemplar la atención y el cuidado que merece. Todavía no había noticias de su ex prometido, cosa que era placentera y desesperante a la vez. Cómo no sabíamos nada de ese inmundo, tampoco podíamos bajar la guardia, ya que es totalmente impredecible lo que pueda suceder.

De todas formas tratamos de tomar las medidas adecuadas. Él no sabe de mi relación con Dahyun, a lo mejor me reconoce de aquella vez que nos encontramos pero nada más. No tiene conocimiento de que mi coreana no seguía sus órdenes y hacía más de lo que él le permitía.

Le pedí a Jeongyeon que fuera a investigar pero no se enteró de ningún movimiento raro, por lo que pudo ver, seguía su vida normal, de su casa al trabajo, y del trabajo al bar y luego a su casa, parecía totalmente ajeno a la situación. Toda la información recolectada fue mérito propio, tampoco podía preguntarle a sus vecinos por miedo de que lo alertaran.

Por ahora no había ningún riesgo, pero tampoco nos podíamos confiar, no dejaré a Dahyun de ninguna manera, no la alejarán de mí, no permitiré que vuelva a caer en aquel abismo.

Ella tampoco había querido salir, por voluntad propia, se sentía insegura, por lo que solamente se desplazaba dentro del hogar, tampoco es que estuviera en condiciones para salir, sus contusiones estaban casi completamente curadas, el dolor que sentía era despreciable, se resaltaba su notable mejoría. Aún así, faltaba un poco de reposo.

Estos últimos días descubrí que a Dahyun le encantan los mimos, tanto recibirlos como darlos, sus manos son verdaderamente mágicas, una caricia al alma sentir sus finos y suaves dedos.

Qué afortunada soy.

La logré conocer mucho más, no totalmente a fondo, menos de una semana de convivencia no haría la diferencia, pero te acostumbras a esa persona, y más si pasas el 90 % del tiempo con ella.

Cuando la compatibilidad es verdadera, no hay nada que la disuelva, y ella y yo pegábamos de maravilla.

El jardín es su lugar favorito, por lo que si no la encontraba ya sabía a dónde tenía que ir, al segundo banco, al lado del árbol, testigo de toda la sombra que este daba. Podía pasar horas sentada ahí, de día como de noche, más de una vez le tuve que llevar el almuerzo o la cena hasta ahí, porque no se movía.

No sé cuál es su fascinación, pero la ponía melancólica, por lo que alguna explicación debe haber.

Acostumbrada, estaba llevando nuestra cena hasta este punto, dónde ella se hallaba sentada actualmente, siempre comíamos juntas.

—Hola. — me vio llegar.

—Espero que te guste el menú.

Le entregué lo suyo, y me quedé con lo mío. Degustó su comida, palpando los gustos en su mayor esplendor, no le dije, pero lo que estábamos comiendo lo preparé yo, con instrucciones de las cocineras, la primera vez que lo hago.

—Estás aprendiendo sobre el arte culinario local.

Estábamos comiendo Gimbap, el hermano coreano del sushi, súper apetitoso, costó pero valió la pena.

—Así es, lo hice yo.

—¿En serio? No sabía que tenías ese talento.

—Yo tampoco.

Ambas reímos.

La luz escaseaba, el farol que estaba en el patio nos limitaba, por suerte había luna llena, haciéndonos el favor.

La comida duró poco, abundaba el hambre hoy, la "sobremesa" está cumpliendo un rol importante, los platos en el piso. Dubu me contó más sobre ella, la simpatía con el banquito, en su antiguo hogar tenía uno parecido, solía pasar mucho tiempo ahí con su familia, por lo que era común que lo usaran de mesa, en las noches de calor principalmente, como ahora, su comedor pasaba a no tener importancia.

Culpable de amarte || SaidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora