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Me desperté de la misma manera que ayer, y sin ganas de levantarme, otra vez.
Pero hoy tenía un objetivo, conocer a aquella chica.

Y por ende, me levanté de la cama, me vestí, y salí voluntariamente de mi habitación hacia el comedor, a desayunar.

—Tu padre no está, tuvo que irse antes.

—Está bien.

Qué suerte, no tendría que verlo. Me acomodé en la silla y comencé a comer las cosas deliciosas que estaban servidas arriba de la mesa.
El desayuno fue relativamente corto, sin ninguna conversación de por medio, más que el anuncio que hizo mi mamá apenas llegué.

Terminado esto, me preparé para poner en marcha lo que tenía planeado hacer hoy, no sin antes cambiarme de ropa, tenía el kimono puesto, pero como sabía que nadie me regañaría no dudé en ponerme los pantalones y la camisa.
No me importaba vestirme como hombre y que la gente me mire mal, prefería la comodidad, además de que ese tipo de vestimenta no reflejaba quién soy yo en realidad.

Estaba saliendo de mi casa, pero claramente no pasaría desapercibido. —¿A dónde vas? — mi madre me miraba con una ceja levantada.

—A caminar Mei.

—No me llames Mei, soy tu madre.

—Bueno, me voy a caminar madre.

Puso una cara de desagrado. —Bien, pero que Jeongyeon te acompañe. — por qué no me extraña, solamente asentí y esperé a que Jeongyeon venga para irnos.

—Disculpe la demora señorita.

—No te preocupes Jeongyeon, y llámame Sana.

Dio una seña afirmativa y comenzamos a caminar fuera de la vivienda.

—¿Vamos a algún lado señorita? Perdón, Sana.

—Vamos a visitar a la chica sobre la que te pregunté ayer.

—Oh, ¿La está esperando?

—No exactamente.

Seguimos nuestro camino hasta la casa de la señorita misteriosa y por suerte ahí estaba, dando vueltas por el barrio, cerca de su casa, parece que no se aleja mucho de esta.

—Quédate aquí Jeongyeon.

No esperé a que respondiera y me dirigí hacia la casa de enfrente, para hablar con ella, pero me detuve en seco a mitad del camino cuando recordé ¿Hablará japonés? Sería un problema si no me entiende porque yo apenas puedo hablar coreano. Volví a donde estaba Jeongyeon para preguntarle.

—Jeongyeon, tengo una duda.

—Dime.

—¿Aquí todos hablan japonés, verdad?

—Casi todos, sí, muy raro que no lo hablen.

Asentí y reinicié mi objetivo, espero que hable japonés, y que no sea la excepción.

Ya me encontraba frente a ella pero parecía distraía mirando a un punto fijo, mejor le hablo.

—Hola.

Pegó un pequeño salto y me miró con miedo. —Lo siento, no quise asustarte, ¿Cómo te llamas?

—Dahyun. — respondió casi temblando y volvió a ver para donde estaba mirando hoy y abrió los ojos muy grande. Iba a volver a hablarle pero me interrumpió. —Debo irme. —Dijo sin más y entró a la casa.

Acaso tengo algo raro, fui bastante amable, solo le pregunté su nombre en realidad, no debo ser yo el problema, me acordé que estaba mirando hacia un lugar fijo, así que decidí apuntar mis ojos hacia ahí, y pude ver la figura de un hombre que se acercaba a pasos agigantados.

Segundos después estaba en frente mío y me miró de pies a cabeza. —Buenos días, ¿Ocurre algo señorita? — preguntó en mi idioma, con una mueca falsa y un tanto de enojo se pudo notar en sus palabras, pues parece que no simpatiza con los japoneses.

—Buenos días, no señor. — fríamente dije y él me volvió a ofrecer una sonrisa falsa, entrando a la casa que había entrado recién Dahyun.

Dahyun, con que así se llama, un hermoso nombre para una hermosa chica.
Algo me dice que no es su zapatero, al fin y al cabo parece que sí está comprometida. Aunque fue extraña su reacción de hace unos momentos.

Mañana lo averiguaré, quiero saber más sobre Dahyun. Ahora volveré a mi casa con Jeongyeon.

Seguía esperándome en la vereda de enfrente y me miraba con un poco de confusión.

—Listo, volvamos Jeong.

Me miró extrañada por el apodo que le había puesto pero le gustó ya que mostró una pequeña sonrisa.

—Oye, ¿Sabés quién era ese hombre?

—Sí, es el señor Hwang, un agricultor.

—Ya veo.

—No le agradan mucho los japoneses si es lo que le interesa, y se habrá dado cuenta que usted lo es.

—Lo noté, bastante evidente.

Recordé que Jeongyeon es coreana, y habla japonés a la perfección, debe ser criada desde muy pequeña, no pude evitar sentir culpa, seguramente esta no es la vida que ella quería.

—Jeong, lo siento.

—¿Por qué?

—Por ser japonesa.

—Está bien, no es culpa.

—Debes odiar mi país.

—No podría decirle, nunca he ido. — a pesar de todo se lo tomaba con humor.

—En serio.

—Bueno, si los odio o no, no hay mucho que pueda hacer, pero, estoy agradecida que me haya tocado una familia como la suya, y haberla conocido, es muy amable.

—Gracias, en verdad lo aprecio.

—De nada, oh, ya llegamos. — entramos a la casa y ahí nos separamos.

Pobre Jeongyeon, es cierto que tuvo suerte en que le haya tocado mi familia, aunque a mi no me agrade del todo, en este aspecto son muy correctos. He escuchado historias sobre familias nobles de Japón instaladas aquí, que no tienen la mejor fama, abusan de su poder y hacen lo que quieren.

Será esa la razón por la que Hwang no me quiere, quizás me relaciona con el resto y piensa que soy igual a ellos. De todas maneras, poco me importa lo que él piensa. Yo solo quiero conocer a Dahyun y mañana lo volveré a intentar.

Culpable de amarte || SaidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora