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Ha pasado una semana y no la he vuelto a ver, todos los días fui hasta la puerta de su casa para ver si la encontraba pero no hubo resultados, no tuve suerte.
De todas maneras no me daría por vencida, la voy a conocer.

Hoy era domingo, no tenía planeado nada para hacer, solo quedarme en mi casa a respirar y convivir. Desde pequeña me enseñaron que el domingo es el día de la familia y se le debe dedicar solo a la familia, así que hoy no sería posible escabullirme.

Era aproximadamente las 10 de la mañana, y estaban, desafortunadamente, todos.
Mi vida era tan rutinaria y no tenía nada que hacer, vivir el día a día es el único trabajo que tengo.

—Sana, ¿puedes bajar? — escuché un grito proveniente del piso de abajo.

—Ya voy Mei.

—¡Que no me llames Mei!

Amaba hacer enojar a mi madre. Bajé para el piso de abajo, encontrándomela en el inicio de las escaleras esperándome.

—¿Qué pasa?

—Necesito que me ayudes.

—¿Tengo opción?

—No, así que ven. —me agarró del brazo y me guió hasta la sala. ¿Qué querrá ahora?

Llegamos y nos sentamos en sillones separados, mientras veía como Mei colocaba un costurero a su lado.

—Ten. —me entregó aguja, hilo, y un bastidor.

—¿Qué se supone que tengo que hacer con esto?

—Vamos a bordar.

—¿A bordar? ¿Por qué? Yo no sé bordar.

—Sí Sana, a bordar, te enseñaré.

—Bien, pero ¿Por qué?

—Un regalo para un compañero de tu padre.

—¿Quién? — ¿Un compañero de mi padre? Pero a mí que me importa.

—Sai Aihara, y para su hijo Ken.

—¿Por qué debo hacerlo? Pídele ayuda a Jeongyeon. — atiné para irme pero me detuvo.

—No, lo harás tú. Fue idea de tu padre, quiere que conozcas a su hijo.

—¿Por qué?

—Ya para de preguntar por qué, tu papá quiere que le demuestres lo buena esposa que puedes llegar a ser.

Para este momento mi sangre ya hervía, quién se cree. —¿Por q... ¿Para qué?

—¿Cómo para qué? Pues para que se comprometan, eso es obvio, estuvo hablando con el señor Aihara y ambos creen que es un buen acuerdo.

¿Buen acuerdo? Dios mío, la unión de dos personas no es un acuerdo, y menos si lo decide alguien más.
Claramente me voy a negar.

—Bueno, empecemos.

—Está bien. —por ahora voy a fingir, ya se me ocurrirá algo para evitar esto.

Habían pasado al rededor de 15 minutos y todavía no podía entender como hacer este maldito bordado.

—Sana, no es tan difícil, no entiendo cuál es el problema, solo copiame.

—Pues eso intento, pero algo no sirve, debe ser la aguja.

—La aguja está perfecta, sos vos, coopera, dale.

Suspiré lo suficientemente fuerte para poner a la señora Mei de mal humor. Además de no entender tampoco escuchaba las indicaciones, esperanzada que mi madre se aburra de mí y así llame a Jeongyeon para terminar el trabajo. El plan perfecto.

Pero no solo que esto no pasó, sino que para colmo, también llegó el indeseado, mirando lo que estábamos haciendo.

—¿Qué hacen? — gruñí para mis adentros, para no contestar con arrogancia. Que pregunta tonta, se nota a kilómetros lo que estamos haciendo.

Y con un sobreesfuerzo humano, y la sonrisa más falsa que pude hacer le contesté. —Pues bordados, querido padre.

—Ya veo, ¿Qué se supone que es eso? — cuestionó observando lo que tenía en las manos.

—Una flor. — no se parecía en nada a una flor, no se parecía a nada en realidad.

Puso una cara de sorpresa al escuchar esto, volviendo a posar sus ojos en el bordado de mi madre y el mío, comparándolos.

—Eso está horrible, cámbialo, así no demuestras que quieres ser una buena esposa.

—¿Qué sugieres? Dime. — pregunté lo más calmadamente posible, ignorando sus palabras.

—No lo sé, haz una bandera del sol naciente, algo que demuestre respeto. — para qué quiere un bordado de eso, si ve esa bandera todos los días, no comprendo.

Luego de su gran aporte, y gracias a Dios, dio media vuelta y se fue de la sala, quedándonos solas otra vez mi madre y yo.

—Ya escuchaste, deshazte de eso y empecemos de nuevo.

Esta sería una mañana larga...

Las horas pasaron y yo seguía en la misma posición, intentando terminar esta porquería, solo hice una pausa para comer, pero no había caso, solo pude avanzar un poco. Y quería terminarlo, no para dárselo a mi “futuro marido”, sino para demostrarle a Amida que podía concretar el bordado, y también porque era una buena distracción para este domingo deprimente.

Se estaba haciendo de noche y apenas iba por la mitad. Al borde del fracaso y con escasa esperanza, pude ver un ángel cruzar la puerta, mi salvación.

—Jeongyeon.

—¿Si?

—¿Necesitas zapatos nuevos? — ladeó un poco la cabeza confundida, pero no tardó mucho en entender la referencia.

No sé como, pero Jeong terminó con mi trabajo más rápido de lo previsto, vaya que tenía práctica.
Y esto me dio la tranquilidad que necesitaba para ir a mi habitación y poder dormir al fin.

Aunque una vez acostada en mi cama no pude dejar de pensar en Dahyun, mañana la podría ver. De todas formas tendría que salir para comprar los zapatos, la excusa perfecta.

Culpable de amarte || SaidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora