Capítulo 30: Sustos que dan gusto

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No ibas a desanimarte tras esa primera —además de única y breve— charla con Kōta debido a que no era más que un lobezno que estaba llegando a la pubertad... pero lo que sí te apenó fue el desorden que él provocó. Querías recogerlo todo antes de que Bakugō regresara y viera lo que el protegido de su madre había hecho... Te debatiste internamente si lo hacías para proteger a Kōta de la ira de tu pareja o para no crear discordia entre ellos cuando podías solucionar el tema a solas y en silencio, pero el motivo de su 'visita' era otra cuestión... y de eso ya tratarías con Bakugō porque él mismo notaría que alguien estuvo allí gracias a su sentido del olfato...

Pero ahora... tu atención había recaído en las flores esparcidas por el suelo.

Tu expresión se contrajo de tristeza al averiguar que lo que Kōta había arrojado con tanta rabia contenida era un ramo de sakurasou que Bakugō había colocado en un jarrón de madera. Aquella pieza tallada fue un regalo que te hizo Kirishima, quien creó un pequeño recipiente para decorar la vivienda a través de un tronquito hueco. El pelirrojo pulió las astillas y el veteado con un cuchillo, dibujando con la punta y en la superficie cilíndrica algunas runas y símbolos. No sería el trabajo perfecto de un ebanista, pero se notaba que el mejor amigo de Bakugō le había puesto empeño y cariño para tener un detalle contigo. Sero, Kaminari y Ashido también te obsequiaron con diferentes utensilios para darte la bienvenida, para que formaras parte de su grupo... así que ver sus dádivas desperdigadas por el piso como objetos sin valor te molestó.

Te agachaste donde el jarrón había caído, apreciando el charco de agua que había debajo. Las flores yacían alrededor, apagadas debido a que sus pétalos blancos, rosados y violáceos se humedecieron. Las sacudiste con cuidado, queriendo eliminar el líquido sobrante sin que los tallos se doblasen.

Por un momento te viste sonriendo en medio de tu pesar al percatarte de que algunas flores todavía conservaban sus raíces, siendo un claro indicio de que Bakugō las había recogido a toda prisa y en grandes puñados con sus manos para traerte su frescura lo más rápido posible. Todavía de cuclillas en el suelo, olisqueaste las prímulas para sosegar tu enfado y, tras contemplarlas durante unos segundos, después las depositaste dentro del jarrón con la idea de colocarlo junto a la ventana.

Pero nada más salir del resguardo de detrás del sofá tu visión periférica captó una figura en la entrada de la vivienda. No te sobresaltaste al notar la tonalidad rubia ceniza de su cabello... hasta que volteaste tu rostro por completo creyendo que era Bakugō.

En cambio, era su madre quien estaba parada junto a la puerta abierta.

Ambas intercambiasteis una mirada a pesar de que en sus facciones solo se reflejaba el desconcierto y curiosidad al ver el estado de la sala. Sus ojos rojos, tan parecidos a los de su hijo, se desviaron hacia los cojines desperdigados por el suelo, de ahí a una de las sillas volcadas junto a la mesa y, tras ella, al armario donde guardabas los telares que te dio su esposo. Ahora, dichas telas colgaban de las estanterías como si se trataran de las tripas de un animal abierto en canal.

Alzando las cejas y liberando un largo suspiro... la mujer descansó sus manos en sus caderas, dejando sus brazos en jarras cuando se adentró en la vivienda.

—Este agujero tiene mejor aspecto desde que Katsuki tiene compañía —opinó como saludo.

La vergüenza llameó en tus mejillas, iluminándolas como farolillos cuando un rubor subió por tu cuello y agolpó la sangre en tu rostro debido a su comentario. Si estaba siendo sarcástica o no, no lo sabías y solo podías averiguarlo a través de suposiciones, puesto que no la conocías lo suficiente y no habíais interactuado desde que llegaste a la manada por primera vez...

Con su hijo inconsciente a lomos de Kirishima por "tu culpa".

—No estoy juzgando la decoración. Sé que esto no es obra tuya —ella añadió conforme se agachaba para agarrar el respaldo de la silla y colocarla correctamente sobre sus cuatro patas— He visto a Kōta salir apresuradamente por una de las salidas laterales, así que me disculpo por su comportamiento.

My little red temptation (+18) [Katsuki Bakugou x lectora]Where stories live. Discover now