capítulo uno

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Kayleah.

Siendo un lunes más en mi rutina sentía que jamás tendría un descanso; el trabajo que me había traído para terminar el fin de semana me consumió cada segundo de mi tiempo por la maldita ansiedad de tener todo organizado y listo pensando que, si terminaba antes, iba a descansar su tanto y volver con las energías renovadas a la oficina. Me equivoqué.

Me aseguré de que en mi bolso, que nunca revolvía con otras cosas, estuviera con lo necesario. Normalmente llevaba mi almuerzo preparado y lo calentaba en el casino del edificio pero lo olvidé y me maldigo por aquello, cada peso que ahorraba significaba un poco más para el coche que me urgía; tomar el metro y el bus se me estaba haciendo cada vez más pesado y aunque el tráfico de Los Ángeles era de los mil demonios, podría ir en paz sin sentir la ansiedad social que me daba estar entre tantas personas desconocidas. Ni siquiera sé cómo es que estoy trabajando en un lugar donde hay gente caminando de un lado para otro, llenos de rostros que solo se veían en las redes sociales y publicidades, sobre todo tener que hablarles para capturar sus rostros de portada.

Empecé con este trabajo haciendo lo que más me apasionaba, las secciones pequeñas de una revista tan grande eran las mejores y yo las valoraba porque era la parte que más me gustaba, en lo que yo siempre me especialicé, pero en un mundo lleno de capitalistas, la apariencia y el dinero se lo llevaban todo. Me ascendieron hace cuatro meses y lo que yo termino haciendo queda guardado en los discos duros que he utilizado a lo largo de mis años como fotógrafa. Necesitamos imágenes que vendieran y no que hicieran sentir al espectador en esta firma, por la paga no me quejaba, sin embargo, sacrificaba lo que significaba el mundo para mi.

Me aseguré que la puerta de mi departamento quedara bien cerrada, puse la alarma y guardé la llave en mi bolsillo al mismo tiempo que metía mis manos para que no se congelaran. En la costa este no acostumbramos a tener temperaturas bajas por lo que hoy hiciera frío me golpeaba más de lo que debería. Las calles estaban vacías al ser estas horas de la mañana, las siete estaba bien para mi y llegar a las nueve con tranquilidad, sin apuros a la oficina.

Para esta semana solo tenía una sesión de fotos y revisar que el diseño de las planas quedaran bien. El trabajo en equipo era un factor importante, por suerte mi grupo era perfeccionista y terminábamos satisfechos con lo que hacíamos la mayor parte del tiempo. En mi perspectiva, lo que yo hacía era importante porque era lo que más se veía cuando habrían la página que nos correspondía, por lo que el más mínimo detalle podría dejarme con los pies en la calle.

Por suerte el metro iba con la cantidad suficiente para alcanzar un asiento, me daban unas ganas de sacar mi computadora y editar ahí mismo. Por alguna razón el ruido de los carriles me inspiraba, siempre he querido capturar a una persona con el fondo moviéndose detrás pero mis amigos llevaban sus coches con ellos y realmente nunca se lo he planteado a alguien porque me gusta que fluya, poder tomarlo desprevenido sin ningún tipo de preparación previa. Cuando le sacaba fotos a mi círculo intentaban verse lo mejor posible, y no los culpo, solo que no hay nada malo con ser natural.

Me bajé en la estación correspondiente y con la misma tarjeta del tren subí al autobús que me dejaba fuera del edificio de Vogue. Me metí a revisar el móvil en el corto trayecto, contesté los mensajes de mi madre prometiendo que la llamaría durante mi receso del almuerzo y otros mensajes de mis amigos que querían que nos viéramos pronto. Molestaban mucho con que me estaba convirtiendo en una rata de la edición y que necesitaba un respiro. Tenían razón pero no creo que a mis jefes les guste mucho que me atrase con el trabajo aunque no son tan estrictos, yo si. Entre antes hago una entrega, mejor.

Entré al edificio sin mayor problema, mi credencial de ingreso me dio el acceso al ascensor exclusivo para trabajadores de la empresa, iba sola con la música de mis audífonos llenándome un poco más de vida. Saludé a Kristine que lo que supuse llegó minutos antes que yo por el humeante café en el escritorio, no esperó a Charles cuando puso un montón de fotografías impresas en el escritorio. Hoy nos tocaba darle forma a la edición del próximo mes de la revista y una prolija imagen de tres modelos de diferentes descendencias se mostraba; este trabajo era uno de los que más me gustaba de la planificación anual.

Alive H.S. ©Where stories live. Discover now