capítulo dieciocho

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Kayleah

Estar de vacaciones no significa levantarse tarde, menos cuando, antes de siquiera viajar planeas seguir tu rutina de ejercicios. Es por eso que con Harry nos levantamos antes de que saliera el sol, ambos con ropa deportiva y esperando pasar desapercibidos mientras no se ponga la luz del día, sería más fácil pasar desapercibidos. El castaño hacía este esfuerzo por mí, es probable que ambos volvamos a por una siesta, mi hábito se había esfumado el día que dejé de ir a la oficina de Vogue. Podía levantarme a las cuatro de la mañana y al terminar mi jornada laboral seguir trabajando desde casa hasta altas horas de la noche pero soy libre ahora, mi propia jefa –aunque no esté generando ningún tipo de ingreso.

Harry preparó un desayuno liviano para ambos con la condición de que comeríamos otra vez volviendo a su casa. La verdad es que solo las primeras madrugadas me dediqué a alimentarme antes de comenzar mi rutina, después lo olvidaba o llegaba al trabajo a servirme un café.

No me gustaba hablar, me concentraba en mi objetivo, esta vez sin medir el tiempo. Ambos llevamos un reloj inteligente en nuestras muñecas siguiendo el mapa, contando pasos y calorías quemadas. Harry se quedó atrás porque le indicó que el nivel de oxígeno en su cuerpo era bajo, me detuve unos segundos pero me aseguró estar bien. No olvidaba que tenía asma, sin embargo, él iba equipado con su inhalador en estos casos. Me alcanzó rápido, tener las piernas largas es una ventaja a veces.

No tuvimos ningún otro inconveniente, terminamos el circuito ilesos y sin ser fotografiados. Cumplimos nuestra promesa de alimentarnos y dormir una siesta, abrazarme a él se estaba volviendo un pasatiempo que disfruto. Estar rodeada de su presencia me gustaba, me daba paz y de alguna extraña manera me hacía sentirme bien conmigo misma porque yo sé que no soy como las modelos con las que tanto tiempo trabaje; hermosas, de piernas largas y rostro perfecto pero el cariño –o yo lo interpreto así– hace que vea que no todo está mal conmigo. Debe haber una razón para que quiera besarme y compartir con una persona tan insegura.

— ¿Qué haremos hoy? —Pregunté al ver que Harry se encontraba despierto.

—Prepararemos nuestras maletas porque en dos días partimos a Italia —casi me ahogo con mi propia saliva.

Habían pasado una semana que había terminado mi corto contrato de arriendo en el estudio a las afueras de la ciudad y traje mis cosas a la casa del castaño, no discutimos antes cuándo nos iríamos a Italia y ya debería tener en cuenta que odio los sucesos inesperados, la planificación es parte de lo que me mantiene cuerda.

Conocí la ciudad de maneras que un turista corriente no haría y es que se dedicó a mostrarme sus rincones favoritos, de esos que también son de mi mayor agrado. Tomé té en los restaurantes más famosos y me estaba acostumbrando a esta tradición británica.

—P-pero no tengo pasajes, ni he pensado en qué haré —hiperventilé—. Tú tienes resuelto eso porque vas a trabajar, yo nunca he estado en ese país, ni siquiera sé a que ciudades vamos ¿cómo se te ocurre no avisarme?

—Porque de eso trata la vida; sucesos impredecibles y dejar que la marea te lleve —puso sus palmas en mis mejillas para que lo mirara fijo—. Además, me ofrezco para ser nuevamente tu guía turístico, primero Roma, luego Milán.

Sus palabras tentadoras lograron calmarme y convencerme. Quizá por esta vez podía dejar fluir el viaje y que él controlara la situación si se salía de nuestras manos.

Esa tarde andaba de ánimos de hacer algo diferente y caí en cuenta, que a pesar de que lo que sea que tengamos, nunca hemos tenido una cita. Obviamente con él es diferente, no puedo llegar y llevármelo a algún sitio público, tampoco quiero un escándalo.

Alive H.S. ©Where stories live. Discover now