capítulo veinte

176 10 0
                                    


Alessandro Michele fue un ser lleno de luz, mientras conversaba con Harry me mostró la infraestructura del edificio hasta volver a su oficina, no le importo que escuchara sobre los proyectos que venían ni los negocios por cerrar.

Roma fue un cuento diferente, es igual a lo que te muestran en internet y en la televisión o por lo menos esa fue mi experiencia. Salimos a correr en las mañanas y nos salvamos de ser fotografiados juntos a último minuto, yo tomando un camino diferente y perdiéndome en las grandes calles de la ciudad, sin el móvil en mano esperando a que el castaño me encontrara. Se demoró bastante pero ninguno de los dos estaba familiarizado y el internet nos falló. 

Dicen que París es la ciudad del amor, todo muy romántico. Incluso no puedo creer que pasaremos una semana completa aquí, Harry simplemente me volvió a sorprender subiéndome a un avión que en mi parecer nos llevaría devuelta a las costas en su casa en la playa. Se encargó de que nuestro equipaje fuera enviado a Roma y luego subirlo a nuestro vuelo sin que me enterara hasta que me di cuenta que nos estábamos demorando más de lo que yo estaba enterada.

El hotel daba a la Torre Eiffel, una fantasía de toda adolescente enamorada, yo no era la excepción. Con Harry estamos menos temerosos, aún no ha salido ningún rumor ni nos han fotografiado en público por lo que no tenemos que preocuparnos demasiado. Con ese bigote que me pica al besarlo pasa desapercibido en las calles. Y esa es la razón por la que me encuentro frente a él con una tijera de vellos pequeña, el castaño se negó tantas veces a arreglarse el mostacho. 

—No lo dejes demasiado corto, no quiero hacer el ridículo —seguía interrumpiéndome para que no le cortara.

—Voy a pasar a llevar tu cara si no me dejas concentrarme, entre antes, mejor —le gruñí falsamente—. Prefiero dañar ese feo bigote que tu hermosa cara.

— ¿Es necesario que lo hagas? Me costó tanto tenerlo así —hizo estúpidos pucheros, reí y uní nuestros labios dejando firme su rostro en mi mano.

—No saldremos nunca si sigues —advertí, por suerte se quedó quieto. 

Me quedó bien e incluso dejó de darme cosquillas. Hoy visitaríamos el palacio de Versalles, por suerte hace frío y nos tenemos que cubrir bastante, a pesar de estar más relajados, hay que cuidarnos de que lo reconozcan. Vamos con lentes de sol y capuchas, no me preocupo de lucir a la moda por estar cómoda, si fuera otra la circunstancia estaría hiperventilando buscando el mejor conjunto. Le doy créditos a Harry por hacerme sentir bien en cualquier prenda que vista.

No está tan lleno como pensaba, de a poco han ido reconstruyendo la parte afectaba por el incendio y ya está abierto. No me canso de decir que el castaño es el modelo perfecto, a pesar de ir todo encapuchado, logré capturar el momento. Intentó tomarme fotos a mí pero logré solo darle una pequeña y tímida sonrisa para el recuerdo.

—Algún día me dejarás verte por completo —mencionó refiriéndose a mi rostro y a mi alma, pude entenderlo así.

Me tomó la mano y besó mi mejilla repetidas veces en el transcurso de la visita. Visitamos el jardín en silencio, apreciando el fresco aire, la naturaleza y el esfuerzo que se hace para que se vea así de bello. Él aprecia el arte de la misma manera que yo, no necesitamos comentarlo; tener nuestros pensamientos en la mente, verlo de diferentes perspectiva y luego imaginarnos otro mundo en eso. 



Hoy por fin iríamos a la Torre, incluso, subiríamos y gozaríamos de las delicias del restaurante. Sorpresivamente sería una primera vez para Harry también, que a pesar de que si ha estado allá arriba, nunca cenó ahí. Debe haber costado una fortuna la reservación pero intenté que no me diera remordimiento de conciencia; olvido el dinero que posee este hombre, actúa tan normal y sencillo. 

Alive H.S. ©Where stories live. Discover now