capítulo dieciséis

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Kayleah

Desde el día del incidente que no he sabido nada de Harry, sé que la cagué y tampoco tengo idea de por qué lo hice tan notorio. Él había puesto esfuerzo en dejarme algo preparado y terminé botándolo solo por la cantidad de calorías que contenía. Recuerdo sus ojos dolidos, la preocupación en el tono de su voz y lo perplejo que quedó al irme. 

Le había llamado y enviado textos sin recibir respuesta, fue tanto querer saber cómo se encontraba que me puse a buscar en redes sociales; normalmente aparecía trotando en las calles de esta bella ciudad que apenas lograba disfrutar por la culpabilidad de haberlo dañado. Hoy me presentaría en la puerta de su casa y le contaría cosas de las que han estado pasando por mi cabeza. Ya me queda apenas una semana en Londres y no quiero que quedemos mal por una estupidez, le he tomado un cariño inmenso al chico de ojos esmeralda al punto de llegar a soñar con ellos y su trato. 

Por otro lado Drew se ha quedado unos días más por estos lados y ha accedido a ser de guía turística, sin embargo, anoche retumbo a sus tierras prometiendo que el contacto no lo perderíamos. Me dejó invitación abierta para ir a Manchester y yo a ella a Los Ángeles. 

Rose me ha estado escribiendo desde ayer diciéndome lo mucho que se me extraña en la oficina, que la productividad a bajado desde que comencé mis vacaciones y me producía un dolor de estómago volver ahí. Soñé con Vogue pero creo que toda vida soñada tiene un límite de caducación y el mío comenzó a mostrarse cuando nuestro editor se fue del departamento, el peso que llevé en los hombros por no tener a alguien que revisara mi trabajo y a pesar de que mi jefa se esmeró en hacerme saber que estaba perfecto, necesitaba más opiniones, menos estar encerrada, respirar.

Suspiré antes de agarrar las llaves del estudio, se volvió un espacio de paz cuando llegaba en las noches donde me inspirada y rallaba la libreta que Harry me regaló, bocetos, frases que se me venían de repente. La delicada pluma iba por completo con la estética y me daba placer visual, además de la satisfacción que me brindaba al escribir una nueva idea. En Los Ángeles me alimentaba de los proyectos que nunca llevé a cabo en la universidad, sobre todo el último año en Vogue. ¿Qué haría si dejara ese puesto? ¿De qué viviría? 

Renté un coche viejo por poco dinero, ya no dependía de los caros taxis ni de los enredados paraderos o el metro. Otra sensación que me gustó; no depender de otros para movilizarme, sin duda iba a tener que conseguir un coche de vuelta en California.

Me costaba manejar por el lado contrario, así que fui cuidadosa leyendo las señaléticas e indicaciones en la carretera. Estacioné en el condominio diciendo que venía a visitar a un amigos, me puse nerviosa porque tuvo que llamarlo por citófono y que autorizara mi entrada. Dejé escapar el aire cuando me dio una respuesta afirmativa, Aada me había gritado anoche para que le hablara, tampoco le mencioné el por qué no estábamos en contacto, solo que fue un pleito mío que terminó mal. Después estaría histérica por el tema de que estaba bajo de peso y botaba la comida. Debía dejar de preocuparse tanto. 

Llevaba solo pantalón de pijamas, su torso que ya he tenido varias veces la oportunidad de contemplarlo se encontraba descubierto y su pecho se expandía al ritmo de su respiración. Lo saludé apenas con un hilo de voz y tartamudeando, debía dejar de sentirme intimidada por situaciones que tengo que enfrentar. Esto es diferente al trabajo y por eso me cuesta.

— ¿Podemos hablar? —Pregunté, asintió sin dirigirme la palabra y me dejó pasar—. Siento lo del otro día, sé que no he sido sincera del todo contigo pero tampoco quiero que esta amistad —repetí las palabras escritas en el papel que dejó la mañana en que dejó mi piso— se arruine por lo que hice.

Empecé a botar lo que pensé en decirle desde que me fui de esta misma sala, le conté de la insistencia de Rose, de que no estaba segura de lo que sentía con respecto a Vogue y cómo fue mi sueño por tantos años, de lo atrapada que me encontraba en esas cuatro paredes, de lo mucho que extrañaba a mi padre y que mi madre salía con otro hombre, de su historial y por qué me preocupaba tanto por ella. De otros sueños que no he cumplido.

Alive H.S. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora