capítulo cincuenta

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El cinco de Enero llegó, estar frente al computador me trajo algunos dolores de cabeza pero podía ver con claridad los despachos; la mayor parte ya se había ido y eso que han pasado dos días del lanzamiento, no sé en cuánto llegarían en sus manos pero esperaba con ansias las reseñas y comentarios de la gente sobre este hermoso proyecto.

Había guardado mis cosas que traje al centro porque me cambiaría de habitación a la primera planta y con eso el beneficio de poder tener el móvil conmigo. Silvia no logró que la trasladaran al mismo tiempo que a mí, sin embargo, se notaba que había una mejora e intención de seguir adelante. La esperaría allá para que nos volvieran a poner juntas y hacer lo de siempre; dormir abrazadas, contarnos historias de nuestras vidas fuera del centro, maquillarnos y reírnos por las estupideces que decíamos. Ha sido una buena compañera, es bueno tener una amiga aquí, no sé qué habría hecho sola tanto tiempo.

El embarazado va bien, por seguridad están haciéndome chequeos semanales y cada vez que me veo frente al espejo siento que el bulto en mi estómago crece, me gustaría decir que estoy cien por ciento bien con aquello pero no faltan los pensamientos invasivos que hacen cuestionarme mi decisión. 

No he llorado, no he tenido ataques de pánico desde Navidad y de verdad poco a poco voy viendo mi progreso a pesar de que llevó mes y medio aquí. Es todo parte de la motivación y las ganas de sanar, además que ahora llevo un ser vivo dentro de mí; escuchar el latir de su corazón en cada ecografia hace que mi deseo de ser madre esté constantemente en mi cabeza. Yo nunca lo había pensado antes, solo apareció porque se me había acabado el tiempo pero estoy feliz, me siento reluciente. 



Acomodar nuevamente todo era un lío, no tenía más espacio que antes pero como Margot me iba entregando mis cosas a medida que me visitaba entonces ya tenía una organización previa que olvidé por completo al deshacer el orden. 

Estuve toda la tarde en eso, no tenía demasiada ropa pero me gustaba poder visualizarla y así saber qué me pondría mañana. Así fue que una enfermera tuvo que avisarme que era la hora de la cena y un poco aturdida miré la hora, se supone que después de eso me entregarían mi móvil y me emocionaba poder comunicarme con mi gente mientras están lejos de mí.

Ver caras nuevas era extraño, ya que nos separaban para no vernos afectados por la situación del otro, compartíamos espacios comunes de vez en cuando como el patio y en los días de cenas como fueron Navidad y Año Nuevo pero sus rostros no se quedaron grabados en mi memoria. 

Terminé de comer rápido y me fui a la entrada donde estaba la supuesta directora del centro, esto era parecido a un colegio y si, podías llegarte a sentir como una niña siendo regañada algunas veces. Allí me entregarían el móvil y quizá, si mi madre también lo envió, el iPad para poder volver a dibujar; es extraño hacerlo en papel porque desde que conseguí la tableta dejé de hacerlo y perdí la práctica.

La señora me recibió con una sonrisa poco confiable, nunca me gustó ella pero tampoco es como si le dijera que dejara de fingir que le interesábamos. Vio mis antecedentes, otra felicitación por mis avances y en una cajita me entregó otro montón de pertenencias. Despidiéndome cerré la puerta tras de mí, estaba ansiosa, quería hablar horas con mis amigos, ver si papá me escribió, poder manejar la red social de la revista por mi cuenta. Nunca me había entusiasmado tanto entrar a instagram y revisar mensajes, notificaciones. 

Estando a mi habitación me encontré con quien sería mi nueva compañera que me ignoró por completo por estar leyendo un libro, no le presté mucha importancia porque necesitaba enchufar el cargador del móvil y cuando prendió no me aguanté y lo usé conectado a la corriente –esto me generaba conflicto, soy de la idea de que cuando está cargando no debe usarse. 

Alive H.S. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora