capítulo veintiocho

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Simon se levantaba todos los días antes que yo para preparar el desayuno, por suerte él al ser modelo, debe cuidarse y procura hacer una dieta balanceada con proporciones pequeñas de cada nutriente. No he tenido problemas con la comida gracias a lo estricto que es.

Llevaba, desde que volví, pensando en el coche por el cual tanto he ahorrado y terminé por admitir que uno nuevo era un lujo que quería darme pero no tan necesario, así que mi amigo me acompañaría a una concesionaria  que vendía usados y por fin dejaría de tener un problema menos en mi vida.

Había retomado mi búsqueda de personas que me ayudaran con mi proyecto, obteniendo múltiples veces que lo revisarían y se comunicarían conmigo. No sé por qué están tan reacios a ayudarme, si tengo un buen currículum, me conocen en varias editoriales.

Simon también me ha ayudado en eso, a veces nos sentamos juntos a editar, he hecho unas cuantas maquetas más y decidimos juntos cuál tiene más potencial para seguir llenando el portafolio. Me ayuda con los presupuestos y qué tan factible era hacerlo de forma independiente, que poco a poco se iba tornando la mejor idea, solo necesito trabajar y generar el dinero suficiente para invertir en buenos materiales, una buena imprenta y una página web donde darme a conocer. Aún me estaba acostumbrando a eso de las redes sociales, me metía un poco más seguido evitando ir a perfiles que me hicieran sentir mal, aunque el problema es mío, la gente no tiene la culpa de que mi autoestima esté en el suelo.

— ¿Estás emocionada? —Me preguntó sirviendo agua hirviendo en nuestras respectivas tazas.

—Algo, espero encontrar un coche bueno y comprarlo hoy —me encogí de hombros—. Quiero comprar unas cosas después ¿crees que me lo entreguen de inmediato?

—Claro, si está en condiciones —se echó el tenedor a la boca—. Como regalo de tu primer coche, te llenaré el tanque de gasolina.

—Gracias —sonreí, me vendría bien, además que no pretendía usarlo demasiado por el momento, así que duraría un buen tiempo antes de tener que volver a llenarlo.

Nos pusimos en marcha, no quedaba muy lejos de donde vivo y por razones de seguridad no iría a Downtown a comprarlo; podía llegar a ser peligroso, no es mi lugar favorito de Los Ángeles. 

Nos bajamos del bus, Simon se estaba acostumbrando a abrazarme por los hombros y caminar en esa posición conmigo, yo soy mucho más baja que él, fácilmente podría apoyarse en mí como si fuera un mueble. 

La persona que me atendió fue amable desde el principio, me mostró todos sus modelos disponibles preguntándome qué estilo me gustaba, color, tamaño hasta que redujimos las opciones, quedando unos cinco entre ellos. Pagaría la mitad en efectivo y el resto en cheque porque no alcancé a sacar todo desde el banco.

Era un hermoso coche de color grafito, largo y espacioso con las ventanas blindadas para que no se pudiera ver desde afuera. Fueron como cuatro o cinco horas que estuvimos ahí entre tomar la decisión, firmar papeles y los pagos. Simon quiso manejarlo, por lo que se lo permití pero me di cuenta que era un muy mal chofer así que un par de cuadras más abajo de donde se encontraba la concesionaria le pedí que me devolviera las llaves y evitar accidentes.

Nos dirigimos a The Groove, uno de mis centros comerciales favoritos en un sector seguro. Se nos estaba haciendo de noche pero el lugar seguía lleno. Entré a la librería por unos títulos que había estado viendo en internet, mi amigo igual se compró un par de cosas y nos detuvimos a comer, yo pidiendo una ensalada y el rubio dándose el lujo de un trozo de pizza con una malteada, era su día libre de restricciones.

— ¡Mira! Deberías comprarte algo ahí e impresionar a tu hombre —quedó frente a una tienda de lencería con exhibiciones bastante explícitas—. Entremos.

Alive H.S. ©Where stories live. Discover now