Ilusión

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Katia enchufa el secador y antes de empezar a secarme el pelo para ponerme la tintura se pasa aire caliente por la cara con una sonrisa. Despreocupada por cómo se ve. Deja que el calor invada su cara y sus mejillas se ponen rosadas en menos de un instante. Me sorprende empezando a pasarse el secador por el cuerpo, noto como la piel de sus muslos se eriza con el golpe de aire caliente. Noto su tatuaje y aunque quiero preguntarle qué significa, no lo hago. Es Andy, es de Andy. No tengo por qué tener algo más que una relación cordial con ella. Si es que cordial es la palabra para caracterizarla a ella, paseando por mi casa en ropa interior, calentándose el cuerpo con un secador de pelo.

Cuando termina su extraño baño de aire caliente. Empieza a secar mi pelo, a distribuir la tintura azul y a masajearme la cabeza mientras yo estoy sentado en la silla y ella parada atrás mío. Las gotas de tintura caen por mis hombros pero realmente no me importa. Sé que van a dejar marcas azules, probablemente van a pasar por moretones, un par falsos que van a acompañar los que tengo de las peleas.

—Gracias por dejarme pasar el día.

Dice.

—¿Tenía otra opción?

Pregunto, pero no tengo respuesta alguna.

Se acerca al reflejo de la mini televisión y juntando el resto de tintura que queda en el tupper empieza a pasársela con los guantes plásticos en los dos mechones que caen al lado de su cara. Para terminar, pone un poco de tintura en las puntas de su flequillo. Tiene el pelo tan rubio que no necesita decolorante. Estoy seguro de que la tintura va a tomar enseguida.

—Ahora vamos a combinar.

Dice ella con una sonrisa mientras se saca los guantes y los tira en el tacho de la cocina para sentarse en frente mío. Agarra la caja de cigarrillos y la mueve en el aire pidiendo permiso para sacar uno, yo asiento con la cabeza y ella se prende un cigarrillo también en la hornalla para esperar conmigo a que la tintura haga su magia.

—¿Y vos...?— Dice exhalando. —¿Cómo sos vos?

La pregunta me agarra desprevenido. ¿Hace cuánto que alguien no pregunta por mí? ¿Hace cuánto no soy un espectador de mi propia vida? La vida va pasando por ahí, va perdiéndose entre droga y droga, va evaporándose como el agua caliente de la superficie del café que toma mi abuela a la mañana. Andy lo toma dulce, Ian lo prefiere negro, yo... yo no sé siquiera si me gusta el café.

¿Hace cuánto no estoy sobrio?

—Divertido.

Digo mostrando los dientes con una sonrisa. Ella alza las cejas y se ríe.

—¿Qué chicas te gustan?

Me quedo pensando, la verdad, si tengo que ser sincero, no tengo un tipo. Me gustan las mujeres pero en realidad no me gustan. Me gusta el roce de pieles y a la vez lo odio. Nunca tuve ganas de estar con nadie, aunque he estado y tenido sexo con chicas, generalmente es la droga la que decide por mí, con quién voy a estar y cuándo. No soy yo quien decide qué hacer con mi cuerpo y mis impulsos en mis momentos de necesidad.

Me miro la mano. Si no sé si me gusta el café, ¿cómo voy a saber cómo me gustan las mujeres? Ni siquiera sé si me gusta el sexo. Nunca estoy consciente como para experimentarlo y sacar conclusiones. Solo pasa. Las chicas solo pasan por mi cama y ya. No importa nada, solo importa que estan dispuestas a dejarme usarlas cuando necesito sentir el contacto de alguien. De quien sea.

Miro los dedos de Katia y mi anillo perfecto en su lugar. Estoy a punto de responder que ella me gusta, pero sería una mentira y después de todo, sería un gran problema que me gustara la chica que le pertenece a mi mejor amigo. Puede ser que ella no lo sepa. Mierda. Puede ser que él ni quiera que sea así, pero así se siente desde afuera. Katia está interesada en él. Andy va a usarla hasta que se vuelva una rutina. No quiero compartir algo así. No quiero que Katia me guste. ¿Por qué me gustaría? Nadie me gusta. Creo que odio a todo el mundo algunas noches.

AdictoWhere stories live. Discover now