Desconcierto

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Mi atención se dirige directamente a Ian que está a unos metros, quien levanta la voz. Algo poco característico de él.

—¿Qué dijiste?

La atención de Ian se concentra completamente en un solo foco, sus ojos son pura rabia, veo cómo la vena de su cuello empieza a marcarse en su piel. Me giro finalmente para enfrentar a Katia, ella sigue expectante, esperando su respuesta. Pero con un suspiro me vuelvo a concentrar en la escena que está desarrollándose a unos metros.

—Nada.

Dice Matteo borracho, quitándole importancia a su comentario con un movimiento de muñeca en el aire. Se gira y sigue hablando con su amigo pero Ian lo vuelve a interrumpir.

—No hables así de ella.

—¿De quién? ¿De tu novia puta?

Ian arrastra a Matteo por la puerta del patio y tengo que seguirlo, no sé qué va a pasar, no sé si va a necesitar ayuda porque no sé si Matteo tiene amigos. La pelea empieza con Ian atinando un golpe a la mandíbula de su oponente y los golpes empiezan. Nadie se interpone, ni nadie intenta defender al pobre tipo. Enseguida me doy cuenta de que esta no es una típica pelea de Ian. Esto está yendo un poco más allá de lo que debería. Aunque intento, no puedo pararlo, aun cuando empieza a reventarle la cara con sus puños llenos de anillos. Berni aparece en el bar, no sé ni siquiera cuando llegó. Es solo ella quien lo puede parar, con un par de gritos en un idioma que no reconozco. Cuando Ian se detiene sobre su marcha, entiendo. Lo entiendo todo.

Me giro para ver entre la gente y buscar a Katia. Pero no la encuentro en el círculo de gente, ni adentro, ni en la entrada.

¿De qué vale decirle a Katia la verdad?

La mañana siguiente empieza conmigo arreglando algunas ventas de pastillas y organizando la pelea del próximo fin de semana. Me digo a mí mismo que es mejor dejar la situación enfriarse, evitar a mis amigos por un tiempo, sé que a Ian lo voy a ver en el granero pero de igual manera es mejor abstraerme un poco, dejarme ir en mis cosas. Concentrarme en mí mismo.

El timbre suena temprano, demasiado temprano para ser alguien buscando pastillas, lo dejo ser, sentándome en la mesa y desparramando cartas con servicios que tengo que pagar rápido antes de que me corten la luz o el gas. El timbre deja de sonar pero, en cambio, escucho golpes contra la puerta, golpes que ya había escuchado antes, los reconozco muy bien. Nervioso, hago una pila con mis sobres y me pongo a vibrar como un tarado.

¿Abro la puerta?

Es mejor dejarla cerrada.

Es mejor alejarme un poco.

¿Es mejor el ruido?

Me levanto solo en jeans y con los pies descalzos y camino hacia la puerta intentando peinarme un poco en el reflejo de la ventana, dentro de poco tengo que teñirme de nuevo. Abro la puerta y la persona que esperaba me mira desde abajo, sin plataformas, el pelo suelto recién lavado.

—¿Qué pasó?

Asustado busco rastros de alguna sustancia en sus ojos o lágrimas por algún lado. Pero, en cambio, ella me mira con una desconfianza que no había visto en ella antes.

—Nada.

Susurra ella. Sé qué pasó, Andy pasó. Igual me sorprende verla entera y no siendo un completo desastre.

—Katia... si esto es...

—No.— Me dice ella. —No es eso.

Está enojada.

—¿Es por lo de ayer?

—Me cambiaste, Teo.

—Me cambias todos los fines de semana, Katia.

AdictoWhere stories live. Discover now