Turbación

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Me encanta lastimarme.

Autoflagelarme.

No como los psicópatas que se cortan o se golpean a sí mismos, pero todo lo que me gusta eventualmente me lastima. Me enamoro tanto de las cosas que me hacen mierda que me termina gustando el dolor. Soy, en el fondo, un romántico moderno. Un psicópata. Masoquista psicológico.

Los cigarrillos los consumo hasta que se ablandan los filtros, las botellas de alcohol hasta que no queda ni una gota, las drogas hasta que pierdo la conciencia y con ella hice eso mismo, la consumí mientras pudo lastimarme.

Ella me hacía mal, pero como ya dije: me encanta flagelarme.

Las luces, los pasos y el ruido.

Y el ruido.

Y el ruido.

Y ruido.

Y mi cabeza.

Y mis piernas.

Y el ruido.

Y...

—¿Me regalas tu anillo?

La quedé mirando mientras vivía un infierno y ella andaba por la vida mientras flotaba despreocupada.

—No.

Logre suspirar, tenía la boca pastosa y no quería hablar con nadie. Ni siquiera sabía de cuál anillo hablaba.

—Te doy un beso a cambio.

Mire mis manos con dificultad y su largo y fino dedo apuntó a mi anillo plateado en forma de cruz.

El ruido.

Y ella.

Me saqué el anillo y se lo extendí, ella se arrodilló a mi lado se lo midió y me sonrió haciéndome olvidar por un segundo que todo estaba mal.

Una sonrisa.

Y el ruido.

No esperaba el beso, esperaba que saliera corriendo, después de todo, dudaba de si me podía levantar y ella lo sabía, pero en vez de quedarse mi anillo y correr de mí se inclinó hacia adelante y pegó sus labios contra los míos. No tuve fuerza para liderar o sacar provecho de sus labios salados y ella no buscaba algo excitante. Fue un simple encuentro de bocas, uno que ella llenó de dulzura.

—Gracias por el beso... y por el anillo.

Ella se fue sin decir nada, dejando un rastro de perfume barato, pensé que el amor a primera vista solo sucedía en situaciones idílicas, con pájaros cantando y olas rompiendo, el chico descalzo y ella en un vestido blanco, pero ahora sé que puede suceder en medio del caos y el ruido.

La música rock retumbaba, la multitud gritaba, él yacía en el suelo, sin poder moverse, ella caminaba con desenfado en sus medias de red fucsia y zapatos de plataforma para conseguir otra cerveza. Cuando ella me saludó con un simple movimiento de mano, supe que estaba perdidamente enamorado de ella por esa noche.

Y el barullo a nuestro alrededor solo amplificó mis sentimientos.

Mientras se alejaba, aún percibía el aroma de su perfume, un recordatorio de lo que perdí esa noche, lo que nunca podría tener. El amor a primera vista puede ser desordenado y crudo en medio del ruido y el caos.

Su recuerdo me persiguió, intenso.

Y el ruido.

AdictoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum