Costumbre

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La semana siguiente no tenemos mayores incidentes. Despierto a Katia a la mañana para bañarla con tiempo, me gusta prepararle el desayuno mientras se remoja en el agua. Cuando termino de secarla, desayunamos juntos en la mesa de la cocina. Algunas veces ella se queda dormida haciéndolo, no es una persona que soporte las mañanas. Se viste en su ropa de persona normal para disfrazarse de alguien que puede con sus responsabilidades pero, aun así, se maquilla con estrellas, nubes y lunas alrededor de sus ojos. Algunos días me deja hacerlo, no soy bueno pero a ella parece gustarle y todo lo que le gusta a Katia me gusta a mí. No la dejo sola ni un segundo, solo cuando está en la universidad es cuando estamos separados. La paso a buscar y cuando lo hago ella corre hacia el auto sin decirle adiós a nadie. Se sienta en el asiento del acompañante y pone música, generalmente alguna banda pesada con cantante femenina que hace que las canciones resuenen por fuera de las ventanillas cerradas. Cenamos en la mesa principal o algunas veces en la cama, a Katia le gusta ver televisión mientras comemos y la dejo poner cualquier novela cómica que pasan en los canales que ya nadie ve. Tengo sexo con ella temprano. Ella sigue demandando que la quiera todos los días y a mí me encanta hacerlo. Cuando termino de limpiar la cocina entro a la habitación donde ella me espera desabrochándome los pantalones. Lo hago especialmente en la cama porque sé que tiene una facilidad por quedarse dormida después de tener un orgasmo y se me hace más fácil despertarla a la mañana de esa manera. Algunas noches ella se despierta a mitad de la madrugada, temblando, buscando mis brazos, esperando que mi cuerpo cure un poco su abstinencia, la cual no es tan abrumadora como la mía.

—Nunca nadie me trato como a una nena nunca. Siempre asumieron que iba a crecer más rápido y más independientemente si solo me dejaban hacer las cosas por mí misma.

Me dice. Y lo entiendo. Entiendo esa necesidad que tiene de sentirse cuidada por alguien más. ¿Quién más lo va a hacer si no soy yo?

Tenemos una relación codependiente, ella depende de mí para ser una chica funcional, víctima de una niñez llena de negligencia, acapara toda mi atención y se regocija con la atención que le doy todos los días. Yo la necesito para todo lo demás, para poder pensar, para poder mantenerme sobrio, para ser alguien.

Siento como si hubiera esperado esto toda mi vida.

Ian viene una vez, pienso que es para buscar su auto pero en su lugar se acomoda conmigo en el sillón del living cuando Katia está en la universidad. Él carraspea la garganta y deja un silencio colgando en el aire que me pone nervioso.

—Estoy preocupado.


Finalmente escupe.

—No estoy haciendo nada. Solo pasando el tiempo. Ni siquiera me drogo, mierda. ¿De qué putas estás preocupado?

—De lo que sea que estas haciendo con Katia.

—Estamos saliendo.

Ian levanta una ceja.

—¿Qué va a pasar cuando termine la semana? ¿Van a dejar de salir? ¿Van a volver a lo de siempre? ¿Qué vas a hacer cuando ella quiera volver a las fiestas?, ¿a acostarse con quien sea?

—No sé qué va a pasar después de esta semana. Dejame superar esto primero.

—Teo... Ella va a volver a su casa eventualmente. No puede vivir con vos.

Frunzo el ceño.

—¿Por qué no? ¿Qué pasa si...? No sé. ¿Qué pasa si seguimos haciendo esto por más tiempo?

—Katia no es esa clase de chica y me preocupa que no lo estés viendo.

—Lo veo perfecto, Ian.

Le ladro.

—Esto es solo porque Andy se fue. Pero lo va a superar ¿Lo sabés? Va a volver y no quiero que te arrastre con ella.

Asiento con la cabeza sin saber qué decir, porque la verdad es que tiene razón. Ambos sabemos que sé que tiene razón. Sin decir más, Ian se va de casa, dejándome con mi cabeza sobria y miles de dudas.

Esa noche mientras Katia está en la cama en cuatro y la sostengo de las caderas, no puedo concentrarme. Ella se gira levemente y me cuestiona con la mirada.

—Perdón. Tengo la cabeza en otra cosa.

—¿Estás cansado?

—No. No es eso...

Dejo de penetrarla y me siento en la cama, ella hace lo mismo a mi lado.

—¿Querés un cigarro?

Levanto la mano en el aire rechazando su oferta.

—Quiero saber, Katia, qué va a pasar cuando termine todo. ¿Qué vas a hacer después de limpiarte?

Su cara se transforma a una de preocupación y se lleva ambas manos a la cabeza para quitarse el flequillo empapado de sudor de la frente.

—¿Me vas a dejar?

Pregunta.

—No. Solo quiero saber si vas a volver a ser la de siempre.

Empiezo a jugar con mis manos y evito mirarla a los ojos mientras ella piensa una respuesta.

—Era solo una semana ¿No?

—¿Qué pasa si no es solo una semana? ¿Qué pasa si seguimos así? Los dos.

Levanto la cabeza para encontrarme con sus hermosos ojos ahora confundidos.

—Pero... ¿Qué más hay?

—Yo. Vos. Nosotros. Eso hay. No estoy diciendo que no tomemos más una gota de alcohol pero tal vez, si no perdemos la cabeza siempre... es decir, yo puedo seguir haciendo esto, si vos querés.

A diferencia de lo que espero, ella se lanza hacia mi pecho y me abraza tirándome de espaldas sobre el colchón, aprieta su cuerpo contra el mío y se levanta con sus brazos a cada lado de mi cabeza. Su pelo cae a los lados de mi cara, es como una especie de lugar sagrado donde estamos solo nosotros dos, lejos del mundo exterior.

—¿Seguirías con esto?

Pregunta.

—Sí. Sé que tenés que volver a lo de tus tíos pero puedo seguir llevándote a la universidad y podemos pasar los fines de semana juntos.

Ella tuerce una mueca.

—Pero quiero que me bañes.

Dice de forma malcriada.

—Puedo hacerlo los fines de semana.

—¿Con burbujas?

—Sí, ratón, con burbujas.

Ella atrapa mis labios con los suyos de forma suave.

—Quiero.

Susurra contra mis labios.

Me encanta cuando está contra mi pecho, desnuda, cuando no hay nadie más en el mundo que nosotros dos.

—Podemos, ¿no?

Le pregunto acariciando su pelo.

—Sí, podemos.

AdictoWhere stories live. Discover now