Unidad III

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—No creo que sea una buena idea, Katia.

Le digo medio enojado. Después de la situación del gordo, no solo nunca más deje que Katia volviera a casa, sino que también le deje de dar pastillas. Siempre la veo en la casa que comparte con Rocío.

Encontrarme en la casa de Katia con Rocío es lo mejor, no solo no me arriesgo a que Katia se lleve pastillas a escondidas, sino que también evito que la gente la vea entrar a mi casa y le avise a sus tíos.

El gordo solo sabe que ella dejó el pueblo, nunca más intenté hablar de ella con él. Solo sabe que sobrevivió a su experimento. Tengo pensado dejar de vender en cuanto pueda, en mis planes está irme del pueblo para dejar de vender y eventualmente, cuando el tiempo esté a mi favor, preguntarle a Katia si quiere vivir conmigo. Escaparse conmigo a otro lugar, uno donde podríamos vivir mejor.

—Un finde nada más.

Ruega ella.

—No tengo porqué darte pastillas.

—Es el cumpleaños de Andy... vayamos y tomemos un par de pastillas. No va a pasar nada.

Ruega ella dándome pequeños besos por toda la cara, mientras que yo sentado en el sillón de la casa de Rocío, cruzo los brazos.

Rocío que nos ve desde la otra punta del sillón revolea los ojos.

—Por favor.

Súplica Katia como un perrito mojado juntando las palmas de la mano.

Cuando me pide cosas así soy poco duro.

—Si es solo una vez...

Digo yo dejándome ir entre los ruegos y los besos.

—¡Teo!

Grita Rocío en forma de reto.

—¿Qué querés que haga cuando me lo pide así?

Le explico señalando a Katia que sigue encima de mí, ahora mirando también a Rocío con su cara de perrito. Rocío termina parándose frente a mí.

—Si le das algo, no te hablo nunca más en tu puta vida.

—Está bien, solo porro, nada de cosas duras.

Le digo a Katia.

—Son unos imbéciles.

Dice Ro levantándose del sillón para encerrarse en su habitación. La casa, como le conté a Katia, es chica, la cocina está conectada al living, un solo baño chico está a la derecha y a la izquierda las chicas comparten una habitación con dos camas simples.

—Es mejor así.

Le digo a Katia corriendo los mechones que no están atados en su coleta alta por detrás de la oreja. Mi mano roza su mejilla y se posa en su cuello.

Me gustaría darle todo.

—¿Lo prometes?

—Solo portate bien este finde. Yo también me voy a portar bien.

—Y un poco de alcohol.

Dice ella batiendo las pestañas y con los ojos delineados con un fucsia fuerte.

—Está bien.

Katia se abalanza sobre mí en un abrazo el cual ignoro seguido de brazos cruzados. Ella me gira la cabeza de las mejillas y me da otro beso en la boca el cual no puedo ignorar.

Termina partiendo los labios y metiendo su lengua dentro de mi boca. Ella lleva suavemente una de sus manos hacia mi estómago y empieza a meter los dedos por mi pantalón, yo le agarro la muñeca a mitad de camino.

AdictoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora