Inconformidad III

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Las pastillas se venden rápido, tan rápido que no solo llego a pagar mis deudas, sino que también puedo tener un poco de plata para mí, eso, sumado a la plata de las peleas que gracias a estar totalmente drogado me dejan siempre estirando el brazo como ganador.

Varias personas tocan mi puerta, cada vez más, volviendo a buscar las pastillas azules que combinan con mi pelo. Sin darme cuenta me volví el drug dealer de la sustancia a la que todos ahora llaman "la pastilla azul" o "nafta super". Con esa responsabilidad también tuve que comprar un celular extra para hablar en códigos y un horario para que los drogadictos pasen por mi casa sin molestarme en horarios extraños.

Esta vez el timbre suena fuera de mi horario y me quedo pensando en si abrir la puerta o no.

Decido que es mejor ser inflexible. No quiero a nadie arrastrándose por casa durante el día. Sería sospechoso y no necesito ningún vecino llamando a la policía quejándose de que estoy llenando el barrio de gente sospechosa. Me vuelvo a concentrar en la televisión porque no tengo a nadie con quien hablar por mensajes de texto.

—Teo, por favor.

Katia golpea con la palma de su mano la puerta un par de veces.

Pensé que después de mi último encuentro con Katia no tenía ganas de verla. No tengo ganas de ver cómo llora por Andy. ¿Se habrá enterado de que salimos con su nueva chica virgen? ¿Pensará que las estamos reemplazando? Conociéndola sé que algo va a mencionarme. Katia no tiene ningún filtro cuando se trata de hablar conmigo. Hay días en los que puedo soportar su desesperación sin problemas, hay otros en los que sus frases pueden llegar a destruirme por dentro. Me digo que no es su culpa, ella todavía no sabe nada de lo que siento. Es mejor así, es mejor cuando todo pasa desapercibido. Es mejor que volver la situación incómoda y no tengo ganas de arriesgar nuestros fines de semana. No quiero que ella deje de venir solo porque estoy enamorado de ella.

—Por favor.

Solloza Katia del otro lado de la puerta y termino levantándome del sillón con dificultad y abriendo la puerta para encontrarla con el maquillaje corrido de la noche anterior sentada contra la puerta de entrada. Otra noche de autodestrucción y aunque tengo que decir que se ve demacrada, sigue irradiando esa belleza extraña que parece aparecer cada vez que está en este estado. Verla totalmente sucia de la noche anterior, me dan ganas de cuidarla y limpiarla, me dan ganas de bañarla una vez más. Algo que se volvió más que una simple rutina. Algo que se volvió el simple propósito de mi vida. Sobrevivir para esperar el siguiente fin de semana y recibirla en casa.

Me imagino bañando a Katia no porque está vomitada o desmayada, sino porque quiere tomar simplemente un baño.

—¿Qué pasó?

Pregunto intentando tomar distancia cuando en realidad por dentro estoy reteniendo las ganas de agacharme, levantarla y llevarla a mi sillón.

—Quiero pastillas azules... ¿Tenés?

Pregunta casi temblando. La veo rascarse la pierna entre sus medias en red.

—No vendo fuera de horario. Podés venir a la noche.

A veces me pregunto si llega a ir a la universidad o si simplemente se salta clases sin que nadie se dé cuenta, algo complicado sé que una chica como ella es difícil de obviar. Debe ser completamente obvio cuando ella no está. Estoy seguro de que más de un compañero mira la silla vacía que ella deja cuando no va.

Ella se limpia la cara como si estuviera corriéndose lágrimas que no están ahí.

—¿No podés hacer una excepción? Soy tu amiga.

AdictoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz