Capítulo especial II

282 55 64
                                    

Estaban terminando las clases y tocaba volver a casa, pero era ese día

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estaban terminando las clases y tocaba volver a casa, pero era ese día. Un día al mes tenía que fingir que era la hija que todo el mundo esperaba, buena, dulce, que no levantaba la voz, toda esa puta mierda.

Me despedí de Rei en el patio de nuestro instituto. Normalmente iba con ella a casa, pasábamos por la mitad de Tokio y a veces por sitios donde no teníamos que meternos. Mi amiga era muy curiosa, su padre tenía una prestigiosa línea de laboratorios farmacéuticos y a ella le encantaba todo lo relacionado con la medicina. Me curaba las heridas cuando había tenido alguna pelea y me proporcionaba medicación para el dolor, y mis ataques de pánico nocturnos.

Estaba esperando a que me recogieran, miraba el reloj esperando la limusina. Entonces vi como se asomaba por la calle y aparcaba delante de la puerta. Salió el chófer y me abrió la puerta.

— Buenas tardes, señorita Usagi.

—Buenas tardes, Nelson.

Entré dentro del vehículo, espacioso como siempre. Eran seis asientos en forma de u con una mesa de madera en medio. Dejé mi mochila encima de un asiento y me dispuse a hacer los deberes en el trayecto hasta casa.

Llegamos, la limusina aparcó enfrente de los jardines y bajé apresuradamente. Tenía que cambiarme, por el puto tráfico de los cojones habíamos llegado tarde y tenía que ir a otro sitio para reunirme con el capullo de mi padre como cada mes.

Subí a mi habitación, abrí el vestidor y busqué un vestido de "señorita", había uno que se parecía a un uniforme solo que era todo negro con rayas rojas que formaban cuadros. Me lo puse a toda prisa y me hice dos coletas con unas cintas rojas.

Salí otra vez rumbo hacia la limusina cuando me crucé con una de las criadas que llevaba un sándwich para mi, se lo cogí y le di las gracias mientras corría escaleras abajo.

—Písale, Nelson.

—A mandar, señorita.

En el asiento de detrás me comí mi merienda tranquilamente mientras Nelson me llevaba al campo de golf.

—Tiene una botella de agua debajo de la mesa, señorita.—dijo por el altavoz que conectaba la parte delantera con la trasera del vehículo de lujo.

El servicio que rodeaba a mi padre era maravilloso, todos me cuidaban como habían cuidado a mi madre y todos habían aguantado los gritos y los insultos de mi padre. Ninguno hablaba de lo que pasaba dentro de casa cuando mi padre venía de esos largos viajes de negocios que lo tenían meses fuera. Cuando él estaba fuera todos podíamos respirar con tranquilidad, pero cuando volvía el cálido ambiente que había en la mansión dejaba de reinar.

Cuando llegamos al campo de golf me estaba esperando uno de los encargados, era un hombre alto y musculoso, con cara de estar aburrido. Me guió hasta el primer hoyo. En este estaba mi padre rodeado de varias personas.

Instituto InfernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora