Capítulo cuatro

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Abrí la lata fría de cerveza y le di un trago largo

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Abrí la lata fría de cerveza y le di un trago largo. Me dirigí hacía mi habitación. Atravesé el pasillo y después subí las escaleras hasta la segunda planta. En esa planta había tres habitaciones y un cuarto de baño. Una de ellas era el dormitorio de mi tutor legal, pero la había reformado haciéndola un gimnasio para entrenarme. Siempre me había gustado hacer ejercicio y como teníamos la clase de ejercitación monstruosa no me daba la gana quedarme rezagada con respecto a mis compañeros no humanos.

Tenía un saco de boxeo y un par de pesas, le daba caña al saco cuando estaba cabreada y sorprendentemente era la mayoría de tiempo. Lidiar con el instituto me hinchaba los ovarios. En mi antiguo instituto lo que había que jacer era sacar buenas notas cosa que a mi me la sudaba lo más grande. Y en este no había tampoco mucha diferencia, la competición estaba en ver quien se convertía en el mejor torturador de su promoción.

Le dí otro sorbo a la cerveza y abrí la puerta de mi habitación. La cama estaba sin hacer con todas las sabanas desperdigadas, había montones de camisetas en el suelo. Mi escritorio estaba lleno de papales y libros abiertos y en la papelera de al lado ya no cabían más latas de cervezas vaciás. El armario empotrado de delante de la cama tenía una puerta medio rota de una patada que le dí en el primer dia.

Si esperabais una protagonista pulcra y de buenos modales que os jodan.

Me acabé la lata y la tiré a la papelera donde reboto y acabo en el suelo. Tampoco me importaba mucho. Con un chasquido de dedos mi habitación quedó limpia y ordenada. Era lo bueno del infierno.

Seguro que vosotros queréis algo así, pues os jodéis y os morís que sino nada.

Aunque el armario no desee arreglarlo, me gustaba que estuviera medio destrozado para acordarme de donde estaba y que tampoco era una alegría el morirse. Morir a los diecisiete con toda la vida por delante no era plato de buen gusto para nadie y menos para mi que mi gran deseo de una vida nueva se había esfumado.

Aunque pensándolo bien esto era una segunda oportunidad, no la que había soñado desde pequeña, pero si que era diferente a mi vida. Había que ver el lado positivo y macabro de la muerte. Dos cosas que me gustaban a mi. Los conejitos y la sangre.

Lo primero es ironía, no os emocionéis. Odio los putos conejos.

Me desvestí dejando mis pantalones vaqueros negros y mi camiseta del mismo color en el suelo. Cogí ropa limpia del armario para dirigirme a la ducha. En bragas y sujetador me fui al baño. Tenía tantas ganas de relajarme con una buena ducha. Y también de tocarme, porque el encuentro con Belcebu me había dejado más caliente que un horno.

Me miré al espejo, mi pelo negro hasta los hombros estaba un poco encrespado. Eso era debido a la humedad del infierno que hacía que no se mantuviera liso como a mi me gustaba. Tenía ojeras debajo de mis ojos rasgados y como era blanca de piel se me marcaban aun más. No había dormido muy bien la anterior noche.

- Brenda, enciende la ducha. Que se caliente.

- Como quieras, Usagi.

Otra cosa guapísima del infierno era que las duchas eran robots. Hablaban y ponían el agua como a ti te gustaba.

Me desnudé y cuando el agua estuvo lo suficientemente caliente me metí. El agua empapó mi pelo deslizándose por mi piel. Era una sensación gloriosa.

Acaricié mis escasos pechos y con la yema de mi dedo indice hice círculos sobre mi pezón derecho. Pensaba en Belcebu, su pelo rojo y esa sonrisa que me había dado. El agua seguía corriendo por mi piel y me imagine que era el sudor de él que se había pegado a mi cuerpo mientras me acariciaba mi pecho. Cambié de mano y ahora la izquierda trabajaba sobre mi pezón mientras deslice mi mano sobre mi clítoris.

Empecé con suaves círculos que fueron aumentando de intensidad mientras me dejaba guiar por las necesidades de mi propio chocho. Me estaba marcando un disfrute personal mientras imaginaba que era aquel monstruo pelirrojo quien me lo estaba dando.

Acabé con una sensación electrizante entre mis piernas y un grito ahogado en mi garganta.

Al salir de la ducha relajada y bien limpia me até la toalla alrededor de mi cuerpo y con una más pequeña sequé mi cabello. No hacía falta usar el secador, la temperatura ambiente era como la de un día de verano, aunque yo la notaba ligeramente gracias al hechizo de la casa. Sino sería Usagi frita.

Cuando estuve vestida me dirigí al sofá para ver una serie de sucesos paranormales. No me daban miedo, me hacían bastante gracia. La mayoría de las veces eran mentira, los demonios no malgastaban su tiempo profanando casas y los fantasmas no existían. Ninguna alma se saltaba el registro al morir, era prácticamente imposible.

Mientras disfrutaba de la serie comiendo palomitas y jugueteando con mi navaja tocaron a la puerta.

Mientras disfrutaba de la serie comiendo palomitas y jugueteando con mi navaja tocaron a la puerta

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Hola a todos:

He decidido que los viernes serán los días de publicación de nuevo capítulo. Así que nos veremos por aquí cada viernes. Tal vez incluso suba dos días a la semana. Si así lo quiere Usagi.

Ginny ;)

Instituto InfernalWhere stories live. Discover now