Capítulo veintiséis

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— Usagi —dijo una voz mientras abría los ojos

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— Usagi —dijo una voz mientras abría los ojos.

Lilith me miraba con cara divertida mientras me incorporaba en el sofá. Me había dormido.

Tenía el pelo recogido en un moño, aunque muchos de sus mechones media noche salían de su recogido. Llevaba un traje rojo a juego de sus labios y de sus uñas.

—Parece ser que has agotado tus fuerzas. Incluso tú necesitas descansar.

—He tenido un sueño rarísimo.

Posé mis dedos sobre mi frente mientras intentaba recordar mi sueño. Lo único que recordaba era tener a Melancolía a menos de tres centímetros de mi boca.

—Espabila —chasqueó los dedos delante de mis ojos. —Hoy toca ensayo.

—¿Ensayo de qué?

—De tu segunda prueba, ya se lo que vas a hacer.

Rodeo el sofá y se sentó a mi lado. Tenía unos papeles en las manos y me los tendió. Miré rápidamente lo que había escrito y levanté una ceja.

—Esto es una puta canción.

—Si, creo que lo mejor es que montemos un buen show gore mientras cantas esta canción.

—¿Quieres que baile desnuda entre cadáveres?

—No, pero que mates a alguien en directo y te bañes en su sangre, pues como que si —acompañó la frase con sus manos, las junto y luego las separo como si fueran las cortinas de un teatro abriéndose para dar paso a una función.

—¿Pero las pruebas no son family friendly?

—Como si mandaros al bosque con espíritus y criaturas fuera muy familiar.

—Touché.

Me golpeó la pierna y luego me sonrió enseñando los colmillos afilados.

—Te aprendes esta canción y yo vengo mañana y te explico el número.

—Pero dame algún avance ahora, tenemos tiempo. Y además me has despertado— le lancé una mirada de desprecio.

—He pensado que apareces en escena mientras suena la música y comienzas a cantar. Ahí plantada sin hacer nada, mirándolos a todos como si fueran cucarachas. Una cosa que haces divinamente, querida.

En eso no podía negar que tenía razón.

— Después aparece un chico en una mesa, y tu te sientas enfrente y sigues cantando. Entonces en esta frase —señaló la hoja con el dedo.— Te levantas y le cantas la canción al oído. Lo matas y subes una escalera y acabas enseñando su cabeza entre tus manos.

—¿Tengo que matar a alguien? ¿Cómo que una escalera?

—No será alguien de verdad, de eso se encarga Barbara y de la escalera igual.

—No me dejes así.

—Tengo que irme, voy a ir a alimentarme —se levantó y la falda del vestido cayó como una cascada.

—¿De quien?

—De algún idiota que encuentre por ahí.

—Quiero pedirte un favor.

—Dime, Usagi —se volvió a sentar a mi lado.

— ¿Puedes ir a por mi padre? No le vendría mal un escarmiento.

Me acarició la mejilla con los dedos, para mi impresión su mano estaba caliente a diferencia de mis mejillas que estaban frías.

—No puedo hacer eso, tesoro.

—¿Por? Eres un demonio, algo malo podrás hacer.

—Puedo hacerle muchas cosas malas, y me encantaría poder hacerlo, pero esta muerto, Usagi.

—¿Qué?

—Llegó ayer tarde al averno.

Mi cara debía de ser un poema porque Lilith me abrazó. Sus brazos me rodearon mientras me acariciaba el pelo con la mano izquierda.

—Se que lo que quieres es venganza, pero tranquila fierecilla. Tu momento llegará. Ten el consuelo que ahora mismo esta en lugar horrible. Ahora mismo debe de esta gritando de dolor.

—¿Y mi madre? —pregunté en un susurro.

—En el cielo, Usagi. Murió hace dos años.

—Nadie me lo dijo al llegar aquí —ella me miraba con sus profundos ojos negros mientras me seguía acariciando la cara.

— Preferimos guardar el secreto para no hacerte daño.

—Al menos ella esta en un lugar de paz y tranquilidad y él en el infierno.

—Barbara cuida de todos las almas buenas y bondadosas. No te preocupes por ello, y tu asqueroso padre tendrá las peores de las torturas.

—Eso espero —agaché la mirada hacía los folios con la letra de la canción.

Debía de hacerlo lo mejor posible para convertirme en la mejor torturadora y poder hacerle daño a mi padre.

—Venga, me quedó un poco más contigo. La fiesta aun no ha empezado y además las reinas siempre llegan tarde.

Le apreté la mano en señal de agradecimiento, en aquel momento no sabía como me sentía y no quería quedarme sola.

Le apreté la mano en señal de agradecimiento, en aquel momento no sabía como me sentía y no quería quedarme sola

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