Capítulo treinta y tres

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Había pasado la noche con mi novia y le había contado todos mis secretos y ella los suyos. Ambas nos habíamos quitado una pesada losa de encima de los hombros. Y ahora yo debía de enfrentarme a otra dura prueba. Los cotilleos de todo el instituto.

Usagi la infiel, que le había puesto los cuernos al demonio más popular del instituto con su ex novia, y para colmo otra de las alumnas más conocidas de todo el lugar.

Mel estaba junto a mi cogiéndome la mano y mirándome con una sonrisa. Nos azotaba el viento que era cálido y arrastraba algunos aullidos de muerte. Nuestro pelo se movió al pasar aquella ráfaga y yo por instinto solté el aire por mi boca.

Aunque mi corazón no latiera podía sentir como golpeaba contra mi pecho. Me lamí los labios para humedecerlos dado que estaban resecos.

Mel empujó la puerta de entrada del edificio y ella pasó primero. Pasé detrás de ella y la puerta se cerró con un golpe detrás nuestra. Sentí la vibración entre mis huesos. Nos dimos la mano y comenzamos a caminar por el pasillo.

Mucho de los estudiantes nos miraban y luego hablaban entre ellos. Mel no me soltó la mano, pero tenía una sonrisa en sus labios que brillaba como el sol.

Con todo lo que sabía de ella y todo lo que había sufrido, todo aquello era una minucia y para mi también debería de serlo. Así que alcé la cabeza y también sonreí, era una perra infiel, puede ser, pero en aquel momento era feliz y no me arrepentía de la felicidad que había hallado junto a Mel.

Fuimos hacía la taquilla de Mel donde sus dos amigas estaban apoyadas hablando. Ella les sonrió y les dio los buenos días. Me quedé algo al margen porque no sabía que decir.

—Chicas, ya la conocéis, pero os presento a Usagi. Es mi novia —dijo mirándome con sus ojos verdes como dos luceros.

—Encantada —dijo la vampiresa. —Soy Agatha.

— Trevena —su voz de Banshee era un susurro.

—Se quienes sois, vamos a alguna clase juntas.

—Bueno, nunca viene mal presentarse de nuevo —dijo mi novia.

Miré a Mel con una ceja alzada, no entendía que estaba haciendo. Esas chicas me habían odiado desde el momento en que me habían visto.

—Tengo que ir a por mis cosas, nos vemos luego.

—Claro. Perdona, cielo. Luego te veo —mi novia me dio un beso en la mejilla y me di la vuelta dirección a mi taquilla.

—Hasta luego, Usagi —dijo Agatha.

Frene mis impulsos de echar a correr hasta mi taquilla, pero aceleré el paso.

Al llegar me encontré a dos compañeros de Belcebú apoyados en la pared al lado de mi taquilla. Por lo menos tendría algo de diversión aquella mañana. No los conocía, pero sabía que eran sus compañeros de equipo porque llevaban la misma chaqueta con el logo de la escuela como mi ex.

—¿Os lo pasáis bien sujetando la pared?

—Vaya, vaya, mira quien ha aparecido —dijo el que era una cabra de cintura para abajo.

—Tiene el suficiente orgullo como para venir a clase —dijo el otro chico con cuernos.

—Como sabéis soy una de las duelistas de este año y no puedo faltar a clase.

—Nos da igual, escoria, has hecho daño a nuestro amigo y lo vas a pagar.

—Nos da igual que seas una chica —dijo el medio cabra.— Te vamos a zurrar.

—Ahora vuestro amigo necesita que dos idiotas vengan a pegarme porque ha perdido su orgullo. Mirad como lloro —sonreí enseñando los dientes.

El de las patas peludas se acercó a mi y me puso la mano en el hombro. Yo hice una maniobra y le retorcí el brazo para luego ponérselo detrás. El otro chico mientras estaba ocupada con su amigo se acercó por detrás y me cogió por los hombros. Me estampó contra mi taquilla y caí al suelo.

Se acercó a mi, mientras que sacaba mi navaja mariposa del bolsillo de mi cazadora. Cuando estuvo a mi lado me levantó del suelo y entonces le clave la navaja en la parte baja del abdomen. Él gritó de dolor mientras su amigo se acercaba y alzaba el brazo para darme un puñetazo.

Lo esquivé lo que hizo que su brazo se hundiera sobre la puerta de mi taquilla.

—Me la vas a arreglar, imbécil.

Miré alrededor y vi como algunos de los alumnos formaban un corro para mirarnos.

El chico que había apuñalado tenía las manos manchadas de su propia sangre de color azul. Pero no se rindió y me atacó con las manos por delante hasta llegar a mi cuello. Me intentaba asfixiar y me levantó del suelo. Empecé a patalear. Lo del cuello no me molestaba, total no respiraba, pero no llegar al suelo eso si que era un problema.

Entonces el chaval que me cogía por el cuello recibió un golpe en la cabeza que hizo que me soltara. Mel estaba de pie detrás de él con cara de cabreo y con el puño en alto. Le había pegado.

—Dejad a mi novia en paz.

—Perfecto, dos zorras por el precio de una —dijo el medio cabra.

Cogí mi navaja que estaba tirada en el suelo.

—Vuelve a decir eso y te corto el cuello.

—Sois unas putas, y las putas están juntas.

Cegada por el odio me abalancé sobre él. Le pegué en la cara y lo tumbé en el suelo. Me puse sobré él y comencé a pegarle en la cara. Le rompí la nariz que comenzó a sangrar. Alce la navaja dispuesta a cortarle el cuello. El abrió los ojos sorprendido. Y le sonreí para luego cortarle la yugular.

El suelo comenzó a llenarse de sangre negra y me levanté de encima del monstruo.

Me dirigí a su amigo que tenía a Mel agarrada del brazo.

—Suéltala o tu también acabaras muerto.

—Eres horrible.

Sonreí.

—No sabes cuanto, cielo.

—Melancolía Le Fay y Usagi Yoshimura —se escuchó por toda la megafonía del instituto. —Al despacho del director.

Miré a Mel que corrió hacía mi para abrazarme. Sus ojos verdes denotaban preocupación, pero no por las palabras del director sino por si estaba bien.


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