Capítulo ocho

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Acabaron las dos horas de clase donde repasamos las armas cortar y comenzamos con las largas

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Acabaron las dos horas de clase donde repasamos las armas cortar y comenzamos con las largas. Las espadas me parecían demasiado inútiles, eran fáciles de ver y difíciles de ocultar. No como mi navaja, que había parado de forma misteriosa en las manos de nuestra nueva profesora.

Al terminar la clase me acerqué a su mesa cabreada.

— Dame mi navaja. — apoyé las manos sobre la mesa con un golpe seco.

—No es forma de hablar a tu profesora.

— Me la suda, dámela.

Lilith sonrió y me tendió mi querida arma.

La cogí con brusquedad y me dí la vuelta para recoger mis cosas.

— Te estaré vigilando, Usagi.

Metí mi libro y mis apuntes sin mucho miramiento dentro de la mochila y la cargué al hombro.

— Que tenga suerte.

— ¿Me estas amenazando? — la miré y tenía las cejas levantadas asombrada.

— Mejor que no lo haga.

Escuché como se reía antes de salir por la puerta de clase sacándole el dedo.

Esta conversación me había retrasado así que tenia que correr para llegar a la próxima clase. Llegué corriendo a la clase antes de que el profesor me cerrara la puerta en las narices.

Lo bueno de estar muerta era que no me faltaba el aire a la hora de correr ni que sudaba por el esfuerzo físico.

Dejé que mi mochila cayera como peso muerto sobre el suelo y me senté en mi silla mientras el profesor esperaba a que me sentara para empezar con la lección.

Fueron las dos horas mas aburridas de mi vida, donde analizamos lo que experimentaba el cuerpo humano a la hora de tener miedo. Los demonios y toda la parafernalia de monstruos tenían que aprender estas cosas, pero yo había estado viva y sabia lo que se sentía.

El miedo era algo que me había acompañado desde pequeña, a mi madre y a mi. Desde las múltiples palizas hasta el comportamiento vejatorio de mi padre hacía las dos. Mi madre por no darle un varón y yo por no tener pene.

Ese hijo de puta había llevado a mi madre a la locura y a mi a querer cortar las garras que rodeaban mi vida. Hasta tal punto de buscarme esa libertad de cualquier modo.

Espero que no os compadezcáis de mi, lectores, porque no quiero vuestra compasión ni vuestras lágrimas. Solo quiero que mi padre muera para devolverle con creces la maravillosa infancia que he tenido. Partirle todos los huesos del cuerpo como él intento una vez conmigo. Disfrutaré con cada sonido que me de ese dolor.

Pienso convenirme en la mejor torturadora y nada ni nadie va a detenerme.

Terminó la clase y el cuervo dio tres graznidos indicando que era la hora de comer. 

Todo el mundo iba en estampida al comedor y yo me fui directa a mi taquilla para dejar mis cosas.  Le di un fuerte golpe a la puerta metálica para que se cerrara y pasee en contra dirección de todos los estudiantes con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha. Pase por la puerta de uno de los múltiples armarios de la limpieza donde oi un gemido. Alguien se lo estaba pasando bien ahi dentro.

Era normal, un instituto lleno de adolescentes hiper hormonados que solo pensaban en sexo y drogas, y un montón de cuartos de la limpieza debido a que siempre solía haber sangre en las clases. Combinación ganadora para que el sexo reinase en esta escuela.

Salí por una de las puertas anti incendios que sabia que estaba estropeada para que me diera un poco el aire. Para mí era una tontería ir a comer, total mi cuerpo no asimilaba la comida y me pasaba horas vomitando después. Así que era el momento perfecto para desconectar.

Me apoyé en una de las paredes de hormigón del edificio y me pasé la mano por mi corta melena. 

Tenía que conseguir la forma de convertirme en una buena torturadora, debía de encontrar la forma de que cuando mi padre muriera pudiera vengarme. Por mi madre, que hacía años que había dejado de ver. Desde que la metieron en ese manicomio, nunca supe más de ella.

Exhalé el aire de que había en mis pulmones, debía de hacerlo a conciencia dado que eran dos bolsas inútiles dentro de mi cuerpo. Entonces, oí un pequeño repiqueteo de zapatos. Giré la cabeza y mi nueva profesora estaba viniendo hacía.

—Sabía que estarias aqui.

—¿Qué quieres de mi? No basta con humillarme delante de toda la clase.

La mujer sacó un cigarro de una cajetilla y se lo llevó a los labios. Me tendió uno y yo acepté. Con un mechero encendió los dos pitillos. 

— Usagi, no he venido a humillarte. Yo creo en ti.

—Lo dudo.—solé un poco de humo.

—Déjame que te ayude, las dos queremos lo mismo. Que seas la mejor de tu promoción.

—¿Por qué? Soy una simple humana.

—Por eso mismo, estos monstruos no comprenden realmente las torturas en cambio tu... No quiero abrir heridas, pero sé que tú entiendes el dolor.

La miré a lo ojos, un brillo rojizo titiló en sus iris negros.

—Una vez conocí a una niña llena de rabia debido a lo que le había hecho su familia, pero se dejó apoyar y querer. Ahora es una mujer fantástica, y sé que tu conseguirás todo lo que te propongas, pero necesitas ayuda.

—Esta bien.—solté el cigarro y lo pisé con mi bota.

La mujer sonrió y se dio la vuelta para volver dentro del instituto.

La mujer sonrió y se dio la vuelta para volver dentro del instituto

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Hola a todos:

Me gusta mostrar la humanidad de los personajes. Sobre todo de los que son grises como Usagi. Creo que es una buena forma de ver qué no son personajes planos.

Sinceramente su historia personal me da mucha lástima.

Un beso a todos.

Ginny :)

Instituto InfernalWhere stories live. Discover now