Capítulo nueve

366 69 142
                                    

Por la tarde había tenido clase de gimnasia monstruosa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Por la tarde había tenido clase de gimnasia monstruosa. Se me daba bastante bien, era ágil y rápida y no me tenia que preocupar por romperme algo, total estaba muerta. Los huesos y todo eso eran fáciles de volver a recolocar.

Era una zombi, pero una zombi que sabía dar volteretas y saltos mortales sobre una barra. Cuando había estado viva había participado en las clases extra curriculares de gimnasia deportiva. Y sumando mi manejo con las armas , podría lanzar un cuchillo mientras hacia un mortal hacía atrás.

No iba a decirlo yo, pero era la puta ama. Aunque los que estáis leyendo este libro ya lo sabéis.

Cuando terminó la clase recogí mis cosas que había dejado en una bolsa de deporte en la esquina. Tenía muchas mochilas y cosas así, las renovaba cada día. Total, se podía pedir lo que se quisiera.

Cuando recogí mis cosas una voz masculina me llamó.

— Usagi.

Me di la vuelta toda cabreada.

— Que quieres.

—Hola. — me dijo el demonio más sexy y guapo que había visto en mi vida.

Belcebu estaba hablando, cosa que yo jamás hubiese pensado que pasaría, pero ahí estaba. Sin camiseta, solo con unos pantalones de chándal cortos. Su pecho musculado subía y bajaba mientras respiraba, y mi boca se me secó ante esa imagen. Al final iba a ser mi día de suerte.

— He visto lo bien que saltas saber el suelo y barra fija. A mi no se me da tan bien y me gustaría saber como lo haces.

— Años de práctica, es lo único que hacía cuando estaba viva.

Además de ser maltratada por mi padre y robarle droga a la mafia, pero eso no pensaba decírselo.

— Me encantaría que me enseñaras, a mi me cuesta mantener el equilibrio. —

Sonrió, sus dientes blancos relucían como la luna. Afilados y mortales, como me ponía.

— Claro, la próxima semana después de clase nos vemos aquí.

— Perfecto. — se pasó la toalla que llevaba encima del hombro sobre la frente.

Cogí mi bolsa para salir del gimnasio antes de decir alguna gilipollez ante esa masa musculosa que tanto me excitaba.

— Usagi, tienes fama de tener malas pulgas, pero a mí me pareces muy encantadora.

— Eso es porque aun no te he puesto mi navaja en la yugular.

Se acercó a mí y sus ojos rojos se encontraron con los míos. Su cola moviéndose detrás de él como un perro feliz.

— Lo que yo decía. — se relamió el labio inferior. — Encantadora.

— ¿No tienes que ir a la ducha? Apestas.

Me alejé un poco más, no podía dejar que me hipnotizara. Nadie tiene un buen propósito en el infierno.

Instituto InfernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora