Capítulo veintinueve

289 53 135
                                    

 Llegamos a un gran pabellón donde un montón de demonios de diferentes formas, colores y tamaños estaban reunidos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Llegamos a un gran pabellón donde un montón de demonios de diferentes formas, colores y tamaños estaban reunidos. Muchos de ellos charlaban entre si animadamente. Mel saludó a algunos que conocía mientras que yo los ignoraba.

—Es una nueva pista de patinaje. Creo que te puede gustar.

—Que guay, hace años que no voy a ninguna.

Mel sonrió contenta de que me gustase la idea.

Nos acercamos a una taquilla donde una demonio pulpo estaba sentada dando las entradas. Era gratis, como casi todo en el infierno. Nos dio los tickets y fuimos hacía la pista.

Una mujer con unos cuernos de color verde nos preguntó que talla de zapato calzábamos, para mi sorpresa las dos teníamos la misma, una treinta y seis. También nos entregó un par de guantes.

Nos sentamos en un banco mientras nos cambiamos los zapatos por los patines. Dejamos nuestras cosas en una taquilla y andamos con cuidado hasta el hielo.

En la pista había un montón de monstruos. Algunos sabían patinar e iban de la mano con sus parejas, otros necesitaban ayuda e iban cogidos de unos muñecos de color verde algo extraños.

Cuando di el primer paso hacía el hielo vi que era de color rojo.

—Está hecho con sangre.

—Como no, aquí precisamente la sangre no es algo que escasee.

Como joven de alta cuna había ido a patinar muchas veces, y a esquiar. Había hecho todo lo que había podido, al igual que meterme en problemas.

Mel se sujetó a la pared mientras intentaba mantener el equilibrio.

—Hace mucho que no patino.

Le tendí mi mano enguantada.

—Yo te guio hasta que puedas sola.

Me cogió la mano y su cara se puso roja, no tenía duda de que me habría pasado lo mismo si estuviera viva.

Dimos una vuelta cogidas de la mano. Yo estaba más pendiente del roce de su mano con la mía que de patinar. La miraba por el rabillo del ojo mientras estaba concentrada intentando no caerse.

En un momento tropezó con algo y perdió el equilibrio. Con todas mis fuerzas la arrastré hacía mi evitando que se cayera. Le agarré la cintura con los brazos y la apoyé contra mi pecho. Mel me miró a los ojos, uno de sus mechones se había escapado de la coleta y lo tenía pegado a los labios. Con mi mano derecha lo aparté y lo coloqué detrás de su oreja.

Su respiración hacía cosquillas en mi barbilla mientras miraba sus profundos ojos verdes.

—Gracias —dijo sin aliento. —Gracias por evitar que me caiga.

Aun la tenía cogida entre mis brazos.

—De nada, tenía que devolvértela por el otro día.

Instituto InfernalWhere stories live. Discover now