Capítulo siete

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Bienvenidos otra vez

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Bienvenidos otra vez. Señora que se cree correctora, señor que se cree un esqueleto, señor que tiene una historia de éxito y mi señora madre le quiere tirar los trastos, etc, etc. No me voy a meter mucho con los amigos de mi creadora que sino me manda a la mierda, y yo quiero contaros mi vida, así tengo algo que hacer.

El día anterior había tenido una pesadilla sobre mi muerte, estaba cabreada aquel jueves. Me tocaban dos horas de manejo de armas avanzadas y otras dos de comportamiento humano antes de la hora de la comida. Y aunque me encantaba manejo de armas no tenia muchas ganas de ella.

Lo bueno de esa asignatura, además del propio hecho de poder manejar armas destructivas a nuestro antojo era que estaba Belcebu sin la tonta de Mel. Verle coger una espada era tan estimulante como enrollarse en un cementerio, me ponía a mil. Tal vez mi humor se relajaría cuando lo viera empuñar una arma.

Entré a clase antes de que sonara el timbre-cuervo. Muchos alumnos estaban hablando en corro rodeando alguna que otra mesa, dos o tres fumaban cerca de la ventana. Estaba permitido que los alumnos fumaran si podían demostrar que tenían más de ciento ochenta años, que era la edad de mayoría de edad en el infierno. Con la idea de todos los años que me faltaban por ser mayor de edad en este sitio me senté en mi silla.

Hoy llevaba un pantalón vaquero negro con una camiseta roja con el eslogan de muérdeme, evidentemente quien se acercara a mi con intención de morderme le sacaría los dientes uno a uno con mi navaja.

Todos los alumnos llevaban el uniforme del instituto, pantalón negro o falda, y una camisa blanca con una corbata roja unisex. Yo pasaba de esas mierdas, estaba harta de tener que vestir como se me ordenaba.

El cuervo grazno la última llamada a los rezagados para que entraran en clase, los alumnos dejaron de fumar y de hablar y se sentaron en sus sillas. Belcebu estaba a solo dos mesas de mi y de vez en cuando lo miraba de reojo.

El profesor Rage tardaba en llegar, normalmente solía estar en clase antes de que llegaran los alumnos. Era un samurai que había hecho un pacto con Lucifer y había acabado dando clase en el instituto cuando había muerto hará más de trescientos años.

Entonces apareció en la puerta una mujer, alta con el pelo negro hasta la cintura vestida con un mono de cuero rojo y dos zapatos de tacón de infarto. Yo había aprendido hace años a llevar tacones, pero los odiaba. Eran peor que una tortura de infierno.

La mujer movió la cabeza y cruzó la distancia hasta la mesa del profesor. Todos nos quedamos mirándola, se oyeron algún que otro silbido. Si hubiese sabido quien era le hubiese cosido la boca, las mujeres no somos objetos, aunque ella era demasiado para todos.

Nos miró a todos con sus ojos escrutadores tan negros como el vacío. Su mirada se poso sobre mi y sentí como me subía el color a la cara. Debía de estar igual de roja que el pelo de Belcebu.

—Vuestro profesor ha sido requerido para otra tarea, así que ahora os daré yo clases. Sucias ratas de alcantarilla.

¿Habéis oído eso? Eran mis bragas cayéndose al suelo.

—No voy a tolerar que os comporteis como monos en esta clase, las hormonas las dejáis fuera antes de cruzar la puerta. Me tendréis el mismo respeto que cualquier otro profesor y como me entere que alguno se hace pajas en clase se queda sin polla ¿entendido? Esto también es aplicable a las chicas, nada de dedos, señoritas.

Por fin un poco de mano dura, me caía cada vez mejor esta nueva profesora.

—Soy Lilith, supongo que sabréis quien soy.

Abrí la boca sin darme cuenta, la madre que me parió. La mismísima madre de demonios. Mi humor acababa de pasar a querer matar a todo el mundo a crear una nueva religión solo para ella.

—Ahora soy la mano derecha del nuevo señor del infierno, así que tengo protestad para mataros si me da la gana ¿entendido?

Mis compañeros asintieron.

—No os he oído.

—Si, señora.—respondimos todos a coro.

—Bien, tengo entendido que estáis con el manejo de armas cortas. Veremos que sabéis.

Ante ella sobre la mesa aparecieron una serie de diferentes puñales, cuchillos y dagas. Todos relucientes, dispuestos a cortar y despedazar carne, sonreí.

Lilith cogió uno con la mano y lo levantó.

—A ver, tú ¿Como se llama?

—Es un estilete profesora.

—Muy bien.—cogió otro y señaló a una compañera.

La chica la miró con miedo, sus ojos amarillos de búho evitaban el contacto visual.

—¿Y este?

—Un p...pugio.

—Así es.

Con los dedos tanteo los que le quedaban hasta que cogió una daga mariposa y la alzo hacia toda la clase.

—¿Cual es esta? —dijo señalándome a mi.

—Una daga mariposa.

—Exacto, Usagi, y si mal no voy es la tuya. —me enseñó los dientes, sus colmillos estaban ligeramente afilados.

Toda la clase me miró y yo tantee mi bolsillo para buscar mi navaja, pero no estaba. Lilith no mentía y había cogido mi arma. Una furia recorrió todo mi ser. Nadie. Tocaba. A. Mi. Hija.

Hola a todos:

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Hola a todos:

He tenido un hueco libre y por eso os traigo nuevo capítulo.

Espero que os haya gustado.

Solo quiero decir que como ahora he acabado Wings ya puedo meter todos los crossovers que tenía pensados.

Ginny :)

Instituto InfernalWhere stories live. Discover now