Laura se arregló para  salir,  se puso un jean y una remera,  se cepilló su largo cabello, poco maquillaje como a ella le gustaba, para ser lo más natural posible y salió del hotel en busca de un rico postre y con la ansiedad a flor de piel. Ansiedad por volver a ver a Javier, por volver a ese departamento en el que había sido tan feliz y tan infeliz al mismo tiempo, y ansiedad por saber qué tipo de conversación tendrían  esta vez, ya  que la última experiencia no había sido buena. Él era muy importante para ella y sabía que aunque no fuesen pareja lo quería cerca, toda una vida juntos no podía terminar en nada.

Al llegar al edificio se estremeció, pero no permitió que la invadiesen los malos recuerdos, todo había sido un terrible accidente, una mala persona que se había cruzado por su camino para robarle, ni más ni menos que eso y tenía que permanecer en su cabeza como un mal momento vivido y nada más, intentaba repetirse en silencio mientras esperaba el ascensor. Pero su bebe, aun sin conocerlo, la acompañaría toda la vida en su memoria, en su corazón  y no había día en que no piense en él.

Una vez en la puerta se acomodó la ropa, el pelo y golpeó. Javier abrió la puerta con una enorme sonrisa en su cara.

-Hola Lau, pasá. Estás hermosa como siempre – le dijo muy naturalmente.

-Gracias, vos estás hecho todo un “ama de casa” –retrucó ella animadamente. –Que rico aroma, ¿seguro cocinaste vos? –de pronto la naturalidad con la que se comunicaban la llevó a sentirse cómoda como hacía mucho que no se sentía con él.

-Obvio, siempre se aprende por necesidad, me aburrí de comer comida comprada y me pasaron algunas  recetas.

-Que cambiado está el departamento –comentó ella. -Parece muy cómodo ese sillón y el color es muy bonito.

-Gracias, lo elegí yo solito. ¿Te sirvo una copa de vino?

-¿Por qué no?

-Contáme como van tus cosas –dijo Javier dirigiéndose a la cocina para terminar de armar  los platos y llevarlos a la mesa después de darle en la mano la copa de vino prometida.

Laura comenzó a contarle sobre su trabajo, sobre la gente de Junín que la había integrado rápidamente, sobre amigos nuevos, sobre el evento que la esperaba a la vuelta y otras cosas y la conversación fluía sin pensarlo demasiado.

Javier también le contó sobre sus cosas y sobre Federico y Marijo, aunque ella estuviese al tanto Federico era más íntimo de Javier por lo que contaba con más detalle de su vida.

Comentaron lo feliz que se la veía a Carla con los preparativos, mientras  comían un riquísimo lomo con salsa de mostaza y papas que muy bien había cocinado Javier.

Laura lo felicitó  por la comida, agradecido por el comentario levantó los platos sin dejarla levantarse a ella y puso la torta que trajo Laura con un aromático café recién hecho como sabía que le gustaba.

-De verdad me alegro mucho que estés bien – comentó Javier. –Y me alegro más todavía que hayas venido a casa a verme. Necesitaba hablar con vos. Quiero decirte, primero que te extrañé muchísimo. Cuando me dijiste que te querías ir por un tiempo, después de pensarlo bien, supe que era lo mejor para vos, no para mí y  muchas veces quise ir  a buscarte, porque nunca dejé de amarte como el primer día aunque estuviésemos  enojados. Dejame terminar, por favor, –dijo dulcemente, evitando que Laura lo interrumpa en su discurso –no te estoy pidiendo nada, solo quiero decirte lo que no pude en este tiempo. Segundo, que creo que lo que vivimos fue muy duro para los dos, pero de forma diferente, y, al menos yo, no pude ponerme en tu lugar, estaba  demasiado concentrado en mi dolor y me olvidé de “tu” dolor, por esto y por todas y cada una de las discusiones que tuvimos te pido perdón sincero, me di cuenta de lo mal que me porté justo en el momento que más me necesitabas y ese dolor  me  acompañará toda mi vida.

Volver a Intentar (Completa y en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora