—Recuéstate sobre la manta, te aseguro que no hay trampa y ni siquiera tendrás frío, su majestad —dijo sarcástica, logrando que mis ojos se posaran en Castiel—. Ya deja la desconfianza, el niñito no dejará que toque uno de tus cabellos —Rodó los ojos, haciendo que, por primera vez, me sintiera más cómoda con ella.

Podía entenderla, estaba agotando su paciencia y no puedo negar que me divertía sobre manera.

—Castiel, cuando Alhaster regrese, dile que me busque por favor —dije, obedeciendo por fin al recostarme en la manta. Para mi sorpresa, era suave y blandita.

—¿Quién necesita a un dragón cuando tiene a un sofisticado elfo velando tus sueños y protegiéndote con su vida? —cuestionó, sentándose detrás de mi cabeza e inclinándose un poco para dejarme ver su rostro—. Cierra los ojos y sumérgete en las vivencias de quien deseas ver.

Mis labios fueron sellados en el instante que Liatris entendió sus manos por encima de mí. Sus cabellos danzaron con brusquedad y de sus labios, un extraño cántico provocó que el cuerpo de Elune se encorvara hacia arriba. Tornando sus hermosos ojos rojos en blancos como la neblina que empezaba a sumergirnos más y más.

—¡Faedra, ven a mí! —gritó Liatris al empuñar sus manos, dejando caer el cuerpo de Elune en el suelo.

Su cuerpo se volvió flácido y de sus labios se escuchó un suspiro similar al de una persona exhalando el último aliento, ¿estaba muerta?

—¡¿Está muerta?! —cuestioné alarmada, intentando levantarme. ¡Todo parecía de serie de terror! ¡Oh, Dios mío! Las manos de Castiel sobre mis hombros impedían que me pusiera de pie y yo estuve a punto de golpearlo con la clara intención de huir de todo ese acto de santería y magia negra.

—Ilora —llamó mi atención Liatris, logrando que mis ojos se posaran en los suyos—. Conoce a Faedra —finalizó y cerré los ojos, sumergiéndome en un profundo abismo negro en donde mi cuerpo era petrificado y el silencio lastimaba mis oídos.

***

El oscuro foso al cual fui arrojada, ahora se iluminaba por hermosas líneas que ondeaban de forma horizontal. Siluetas de personas en un tono blanco espectral caminaban a mí alrededor, pronunciando lamentos o murmurando el nombre de quienes habían conocido en su vida pasada. La imagen era comparable a todas las radiografías que usaba en el hospital. Extrañas a su manera, pero algo ajenas a mi presencia, pues puedo jurar que algunas pasaron por mi cuerpo.

Sí, pues no encuentro otra forma de explicar el que estuvieran frente a mí un segundo y al otro, detrás de mí. Escalofriante, si me preguntan.

¿Esto era infrago? ¿El infierno que los hechiceros tanto parecían temer? Digamos que me decepcioné un poco, esperaba brasas y fuego. Aunque debo admitir que las quejas eran suficiente martirio.

Caminé en silencio, esperando que en algún momento sucediera algo grandioso o que Faedra apareciera, pero además del hecho de que los amorfos espectros empezaban a tomar forma humana y que empezaba a familiarizarme con todo aquello, nada sucedió. Al menos no hasta que escuché su voz.

—Ilora, te estaba esperando —irrumpió una conocida y familiar voz, en medio de mi caos mental. La silueta de Faedra en frente de mí, solo confirmo algo... Ya estaba observando lo que era el Descemsun—. Has crecido mucho, pequeña.

—Tengo tantas preguntas que hacerte —abordé con impaciencia al llevar las manos a mis cabellos—. ¿Quién eres? ¿Quién fuiste en tu vida pasada? ¿Por qué soy tu elegida, obviando el hecho de que debemos tener algún parentesco real?

—Mi nombre es Faedra, la vidente y hechicera más poderosa que existió jamás. Heredera legítima del trono Normandio y reina del mismo durante algún tiempo, luego de que mis padres murieran.

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Where stories live. Discover now