Capítulo 19: Verdades perjudiciales

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A cualquiera le hubiese disgustado tal apodo inusual y poco ético pero sucedió todo lo contrario cuando alguien los denominó por primera vez de esa manera. Les fascinó la idea de que se les comparará con esas entidades tenebrosas y puedo jurar que desde ese día se encargaron de que nadie olvidará el rango que se les había otorgado. Recuerdo como cada vez que sucedía alguna muerte ellos eran los únicos serenos, no se afligían ni demostraban señales de tristeza, era como si no sintieran el dolor de las familias que habían perdido a sus seres queridos.

El tiempo pasaba a toda prisa y los demonios crecieron convirtiéndose en el centro de atención de este pueblo maldito. El poder que sus apellidos emanan provocan sumisión y respeto por parte de todos, menos el mío. Si hay algo que odio es la hipocresía, nunca tuve motivos suficientes que me impulsarán a entablar una amistad con dichos especímenes humanos. No iba a ser su amigo y eso claramente estaba estipulado, solo la élite se junta entre ellos mismos.

A los diecisiete años mi padre falleció, fue un gran golpe que tuve que vivir pues no es fácil despedirse de la única persona que era capaz de amarme y defenderme sin importar las consecuencias que sus actos generarán. Muchas veces se metía en problema con sus superiores por no tolerar los comentarios hirientes que realizaban cuando mencionaban mi nombre. Siempre lo escuchaba llorar en silencio, se culpaba por no poder darme una vida mejor en donde nadie repudiará ni golpeará a su pequeño quien solo intentaba entender por qué las personas eran tan malas. No tenía suficiente dinero para poder llevarnos lejos de aquel lugar en donde el abuso se volvió pan de cada día. Mi casa siempre resultaba con vidrios rotos o pintada con mensajes poco alentadores, me odiaba por traer tanto dolor a mis progenitores.

Después de dos días volví al instituto, todo parecía normal hasta que los demonios decidieron atacar. Recuerdo cada detalle, las palabras jamás se irán y nunca podré olvidar como el ángel me salvo de las garras del mal. Me encerraron en el salón, necesitaban testigos así que reunieron a unos cuantos espectadores entre los cuales se encontraba Abigail Williams quien susurraba por mi libertad. No sé cuantos golpes recibí, olvidé la cuenta después de que mi nariz sangrará sin parar, estaba al borde de  perder la conciencia cuando un grito femenino detuvo por completo el acto animal.

La chica perfecta se acercó sigilosamente y colocó sus manos delicadamente sobre mi rostro limpiando cualquier rastro de tristeza, nuevamente estábamos recopilando lo que sucedió cuando tenía diez años de edad. Los maestros llegaron pero al presenciar quienes eran los agresores decidieron irse sin cuestionar o ejecutar un digno castigo. Mi madre me recogió atormentada por el estado en el que me encontraba, realmente estaba bastante mal así que decidimos ir al hospital. El doctor Dámaso Deutsch no podía creer lo que sus ojos observaban, aseguró que fue un milagro que aún respirará y me pregunto varias veces sino quería reportar a la policía sobre aquellos chicos que ocasionaron tanto daño. El silencio reino, mi madre renegaba por no darle la información que necesitaba para demandar pero no podía entregar a los seis herederos más ricos del pueblo pues las consecuencias serían peor para nuestra limitada familia.

Pensé que después de eso viviría en paz pero un nuevo golpe llego y sin duda alguna se convirtió en el más devastador. Un compromiso se anunciaba por las calles, varias voces susurraban acerca del acontecimiento que para bien o para mal uniría la élite con la escoria. Ahora tengo un padrastro el cual a veces ignora mi existencia o desea que nunca hubiese pisado su sofisticada estancia sin embargo el rencor más grande lo emana Edmon Eichmann que aún le cuesta contemplar la idea de convivir juntos bajo el mismo techo. Absolutamente todo cambio, ya no se metían conmigo ni me determinaban cuando caminaba cerca de ellos. Un día Abigail Williams llego corriendo a saludarme emocionada pues descubrió que su amor prohibido por fin le había dado señales de compromiso, muchas veces le rogué que me confesara la identidad del misterioso chico pero siempre recibía la respuesta incorrecta.

MI SANGRE EN SUS MANOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora