Capítulo 19: Verdades perjudiciales

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Schiltach, Alemania
09 de Septiembre del 2021
12:45 pm

Erik Friedrich

Desde pequeño sabía que este mundo jamás estaría preparado para aceptar las anormalidades con las que algunas personas nacemos. En algunas culturas se considera que dichas señales son causadas por los mismos dioses como forma de un castigo divino para marcar a las almas que merecen ser exiliadas del paraíso. A pesar de que la especie humana ha evolucionado aún les cuesta comprender que la naturaleza no siempre debe ser igual para todos, hay estándares que no encajan con muchos de nosotros y no por eso tienen el derecho a juzgarnos como si nuestra condición fuese por elección propia.

Al principio creí en cada una de las palabras que la sociedad dictaminaba cuando me veían, estaba maldito como muchos decían y lo peor es que sus ignorancias hicieron ecos por muchos años logrando que un día tomará la peor decisión que pude contemplar con tal solo diez años de edad. Cansado de traer discordia y caos a mi familia, solo había una solución para la creación del mal que mis ojos ocasionaban. Si tal vez me los quitaba ya nadie tendría razones para odiarme, quedaría ciego para siempre pero era algo que estaba dispuesto hacer si con eso lograba que los prejuicios no siguieran acechándome. Dolería físicamente, lastimaría a mi madre por rehusarme a seguir con lo que ella recalcaba como bendición, heriría a mi padre al no portar con orgullo dicha diferencia la cual tanto nos caracterizaba tanto a él como a mí pues nuestro árbol genealógico es portador de aquella mutación poco apreciada y repudiada.

Aún recuerdo como las lágrimas se deslizaban por mis mejillas, descendían tan rápido que no podía detenerme a contemplarlas. Las manos temblaban y la punta de las tijeras cada vez estaba más cerca. Era cuestión de segundos para poner fin a mi tormento sin embargo el destino no quería dicho resultado tan siniestro. La voz de una niña retumbó por los pasillos de mi casa, trajo esperanza y paz a mi alma trastornada. Cuando abrí la puerta del baño me encontré con un ángel, cabellos rubios del color del sol, ojos tan verdes que fácilmente podrías confundirlos con un par de esmeraldas. Pensé que era una alucinación hasta que sus manos quitaron por completo alguna señal de tristeza de mi rostro. Me observo con detenimiento, al principio fue incómodo tanto así que tuve que retroceder pero ella fue más ágil y me retuvo entre sus brazos. A tan poca edad pude experimentar la felicidad, me regaló instantes de infinita tranquilidad y desde ese momento supe que no había nada mal en mí.

Las manzanas podridas eran ellos

Abigail Williams se convirtió en mi confidente, la única que me escuchaba a pesar de que fuera a escondidas pues nadie podía ser testigo de como una chica perfecta ayudaba a un alma condenada. Acepte las condiciones que imponía como no hablarme ni saludarme en el instituto, sabía que no era fácil construir una amistad conmigo, como os he dicho soy el parásito que todos desean eliminar. Día y noche tuve que tragarme las opiniones de los demás, fingir ser sordo para no dejarme consumir por el odio, intenté tratar de encajar pero después de un tiempo supe que jamás me darían la oportunidad.

Nunca imaginé que viviría el infierno en la tierra ni tampoco creí ver seis niños transformarse en demonios. Ellos han sido mis verdugos desde que comenzaron los ataques hacia mis ojos, son los culpables de que mi anormalidad se vea peligrosa y sospechosa de contagiarse como si fuera una especie de herpes o alguna enfermedad que desate pánico. Sin que alguien los nominará líderes, comenzaron a regir como príncipes además de organizar los actos crueles con el objetivo de hundirme más en el hoyo de la oscuridad. No sé por qué se sienten tan afectados por mi presencia si en ningún momento me he metido con ellos ni les he causado dolor o sufrimiento sin embargo tengo la certeza de que no descansarán hasta acabar por completo con mi existencia. La mayoría los alaba ya sea por el físico extraordinario que poseen o las riquezas que abundan en sus núcleos familiares, somos muy pocos los que nos damos cuenta de la verdadera naturaleza de dichas criaturas infernales que aparentan inocencia cuando en su interior la maldad los acecha.

MI SANGRE EN SUS MANOSWhere stories live. Discover now