La sombra de la Cortada

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El frío de Madrid no se acercaba ni de lejos al de Oslo, pero decidieron refugiarse en un bar antes de abrir el paquete. Parapetados en una de las mesas, rasgaron el envoltorio y volcaron sobre la mesa un sobre más pequeño, de tamaño carta, y una carpeta de tapas duras. Julia la abrió y dejó pasar las hojas entre los dedos.

—Parecen las fichas que se realizan en un estudio con voluntarios... —Se quedó muda. Acababa de leer la primera.

Nombre: Olaya Coria

Naturaleza: Bestia

Antepasados: Javier Coria, Lucía Montenegro

Ojeó las siguientes, cada vez más rápido, reconociendo los nombres del clan Coria. "Teresa. Naturaleza: Bestia". "Diego. Naturaleza: Dotado".

—Dios... —Ilbreich sacudió la cabeza, preocupado—. ¿tu madre estaba estudiando al clan? ¿Son sus notas?

—Si lo fueran no necesitaría que se las enviaran por correo —protestó Julia. Defendió a su madre por instinto, aun sabiendo que sin duda había callado muchas cosas.

Y de repente encontró su propia ficha. "Julia. Naturaleza: Humana". Y comprendió que había callado mucho más. Porque en el apartado de "Antepasados" estaba el nombre de su madre junto a otro que no era el de su padre "Tasio Quintero". Los ojos se le inundaron de lágrimas y la carpeta se le hubiera caído si Rodrerich, tan rápido como siempre, no la hubiera atrapado en el aire.

«Qué idiota. Que idiota». Una de mis antepasadas se acostó con un vecino Coria, esas cosas han pasado siempre, había dicho cuando supo que podía manipular el fulgor. Una antepasada, cualquiera. No su madre. ¿Su padre lo había sabido? Lo dudaba. Intentó también recordar a Tasio... era algo más joven que su madre, guapo sin artificios, bullicioso, afectuoso con los niños. ¿Con ella en especial?

—Julia... Julia, escucha —Rodrerich había acercado su frente a la de ella, y frotaba su hombro con la mano, preocupado.

—Me dio una vez la vuelta completa, en el columpio —recordó ella en voz alta—. Yo le estaba pidiendo que me empujara más fuerte... no me hice daño, me atrapó en el aire. Le llamaba "tío Tasio". Sabía que no era mi tío de verdad.

—El mayor de los dos hijos cambiantes de Olaya, si no me falla la memoria. —Rodrerich tiró de ella para refugiarla entre su barbilla y su pecho—. Fue muy tardío en el cambio, pasa a menudo en ese clan. Así que el otro hermano cambiante era menor que él, pero había sido considerado heredero durante años. La sucesión no estaba clara y se esperaba que Olaya tomase una decisión entre ambos.

—Eso explica que no tuviese demasiada prisa en confesar a su madre el desliz —supuso Ilbreich. Pero luego los dos hermanos murieron peleando contra el Enjambre, el cargo de Heredera pasó a Teresa... y nadie sabía que tú tenías sangre de Coria.

—Pero eso no explica el don prohibido —repuso Julia, secándose las lágrimas—. Los Coria no lo tienen. Y no hemos encontrado los documentos que quería consultar, seguimos sin saber quienes fueron mis antepasados por parte de madre.

Se intentó centrar en eso: la búsqueda, las respuestas. Más adelante intentaría desentrañar cómo se sentía. Comprender la infinita pérdida que la mordía al recordar a su padre. Al hombre que toda su vida creyó su padre.

—Si eran compras de tierras, quizás los Coria tengan alguna copia —la consoló Rodrerich—. Será más trabajoso, pero seguro que encontramos algo.

Ilbreich sacudió la carta que aún quedaba sin abrir; después del contenido de la carpeta a Julia se le antojó tan peligrosa como una granada sin espoleta.

Rey LoboWhere stories live. Discover now