Contar con aliados

711 85 10
                                    

Jakob enseñó los dientes pero retrocedió, prudente. ¿Realmente creía que ella había podido dominar a un guerrero cambiante como Rodrerich? ¿O era una maniobra para recobrar el prestigio perdido a causa de su sobrino? Julia miró los rostros del consejo; algunos parecían furiosos, pero la mayoría estaban solo sobresaltados de lo cerca que se había llegado a una pelea.

—¿Por qué la defiendes? —interrumpió Astrid, poniéndose en pié—. ¿Por qué te importa tanto esa extranjera?

Descendió al interior del círculo cambiando a una forma intermedia, aún no la de guerra. Julia distinguió los músculos alargados bajo un pelaje gris tormenta.

—Ess la mujerrr de Rrroderrrich —aulló Ilbreich—. ¿Hacen falta másss motivosss?

Astrid sacudió la cabeza.

—Es sólo la mujer a la que preñó, ni siquiera compartía cama con ella. —Hizo un gesto hacia las gradas, como si pusiera a todos como testigos de sus palabras—. Ella tenía muchas razones para hacer desaparecer a tu hermano: si el hijo que lleva dentro es un cambiante, será el heredero.

—Sssi el niño crrrece y ess un cambianttte. Hasstta essse momento, el herrederro ssoy yo. ¿Quierress acusssarrrrme a mí?

Astrid lo miró impasible. En el silencio que siguió parecía que todo el consejo estuviese reteniendo el aliento. Ilbreich rechinó los dientes.

—¿Me acussssass a mí de trrrraición?

—Calma, príncipe. —La voz de Olaya se alzó con una cadencia sonora. Las palabras aparentaban ir dirigidas a Ilbreich, pero estaban destinadas a toda la cámara—. Nadie puede poner tu lealtad en duda. Si hubieras querido deshacerte del Rey, tuviste la oportunidad cuando su memoria estaba dañada y sus fuerzas menguadas. En lugar de ello, lo trajiste de vuelta.

—No había entonces un heredero por nacer —advirtió la valquiria, casi de mala gana. Lanzó un vistazo alrededor, como buscando apoyos—. ¿Cuánto respaldo conseguiría un pretendiente que no puede prolongar el linaje?

El silencio se espesó y algunos consejeros se removieron incómodos. Pero nadie desmintió las palabras, que quedaron flotando en el aire.

—Mi padrrre tuvo solo cuatrro cambianttess de ssiette hijosss —gruñó Ilbreich.

—Doce, no olvides al linaje lobo. —La mujer de los ojos rasgados se había puesto también en pie. Descendió al círculo, seguida de la valquiria—. Pero no sería la primera vez que se sostiene una regencia hasta que se dirime si el heredero es capaz de realizar el cambio o no.

—Rrrrealmente creessss que matte a mi herrrmano parrra...

—No. Si desearas el título hasta ese extremo, estarías dispuesto a salir al bosque en invierno, cuando las lobas del linaje cantan llamando a un macho. Con eso resuelto, hubieras podido vencer a tu padre hace años y nombrarte Rey Lobo sin traiciones ni asesinatos.

«Una por lo menos algo lista» pensó Julia, aliviada. Dejó de estarlo cuando los ojos rasgados se fijaron en ella, fríos y acusadores.

—Pero uno u ambos habéis mentido, y Astrid tiene razón, esta mujer tiene mucho que ganar. Dime ¿Si tu hermano no regresa y ella reclamase el título para su hijo y la regencia para sí misma, desafiarías el derecho de tu sobrino? ¿O por el contrario lo defenderías ante cualquier otro?

Las tres mujeres y Jakob estaban ahora de pie como un bloque, amenazando a Ilbreich. ¿Cómo serían los debates de los lobos cuando no había acuerdo? Por las trazas parecían muy capaces de intentar solucionarlo a mordiscos.

—Julia es una recién llegada —desechó Olaya con impaciencia—. ¿Creeis que en dos meses ha tejido una conspiración así? ¿Engañado a la vez a los dos Vargsón para hacer desaparecer al mayor y usar al otro?

Rey LoboWhere stories live. Discover now