Descendientes - Un viaje por las estrellas

135 18 6
                                    



















-MI CAMINO LX-














Podría decirse que casi de la misma manera que entramos salimos, solo que no era con caballos, sino con camellos. Diaval iba tras de nosotros con el hechicero y Ryan iba junto a mi y Tristán, el calor era insoportable, pero al menos pronto saldríamos de aquí.

Y ahora que lo pensaba... era loco pensar que al llegar éramos tres y ahora éramos cuatro.

— entonces ¿iremos de vuelta al castillo? —La pregunta de Ryan me sacó un momento de onda.

— ¿de qué hablas? —cuestione

— sí, nos dijiste que la entrada de donde provenía el maniático ese era del país de las maravillas —asentí— entonces iremos allá —completo finalmente.

— a madre le dará gusto que vuelva —

Por un instante mire al frente y con la mente en blanco, mi corazón había empezado a latir tan fuerte. Porque al final era cierto, iríamos al país de las maravillas, con la reina blanca, con la madre de... TRISTÁN.

¿me recordaría? Es decir, la única vez que la vi fue en la fiesta de Mal, pero ha pasado casi un año de eso ¿me recordaría ahora?

Y los más importante, ¿que éramos exactamente Tristán y yo? es decir, ¿me presentaría como una simple amiga o tal vez...?

— su novia —sentí el susurro de Ryan en mi oído, lo cual erizo por completo mi piel, repele su acercamiento frunciendo mi ceño.

— ¿qué te pasa? —

Pero él sonreía de lado— bueno, ahora que iremos al país de las maravillas con todo lo sucedido, creo que deberías presentarte como la novia de Tristán —lo susurraba cerca mío, pero yo lo tomaba como si se estuviera burlando de mí por lo alto.

— no me fastidies Ryan —masculle con recelo.

— es la verdad —dijo finalmente.

No se como le caería a la reina blanca, es decir la última vez se veía muy comprensiva, pero ahora no lo sabía.

— el amor, es el arma más poderosa de todas —musitó la Reina Blanca casi anonada.

— ¿Reina? —

— míralos, quien diría que una chica descendiente de Maléfica, terminaría con un príncipe, quien lo habría imaginado en años —quise objetar, pero, en realidad, tenía toda la razón del mundo.

Un malvado con un bondadoso, no encajaban fácilmente, pero esos dos era difícil imaginarlo.

— pero incluso en lo más malvado hay una pizca de bondad —

— pizca de bondad —repetí para mí.

¿Podía yo sentir eso? ¿Podía sentir esa pizca de bondad sobresaltar en mi?

— ¿como está tan segura? —musité inconscientemente— ¿cómo está tan segura que la bondad permanece en todos? —me di el lujo de mirarle al rostro, pero, ella no se percató de ello, no fue hasta luego de unos segundos, ella sonrió dulcemente y con sus manos tomó las mías.

Ella era fría, realmente fría, inconscientemente recordé a los fotógrafos y reporteros, recordé a Tristán sosteniendo mi cadera y atrayendo mi cuerpo hacia él.

— porque solo una persona es capaz de cambiarte para siempre, solo una persona es capaz de hacerte sonreír y entenderte a su manera, solo una persona permanece contigo hasta el final, esa, mi querida princesa, es la bondad de las personas —

Y al final, cruzando el portal que nos alejaba de Arabia, divisamos nuevamente una carretera, el desierto había desaparecido y nuevamente la carretera estaba frente a nosotros, los árboles y el aire puro.

— será mejor hacer que los camellos regresen, no es bueno que anden por acá —masculló Tristán, bajando de su camello y tomando la rienda de los demás, el hechicero fue bajado por Diaval, mientras nos limitabamos los demás a esperar lo que iba a hacer Tristán.

— buenos chicos —musito una vez junto a ellos, el frío chocaba, creo que el tiempo allá y aquí era diferente, porque justo cuando el atardecer estaba por terminar, en Arabia estaba empezando, por eso el sol ya se escondía en estos lares, una vez mas, Tristán tomo a las riendas de los camellos y con un empujón dejo que regresarán por el portal invisible que conectaba con Arabia, ese campo de protección que lo separaba de esta región.

Lo escuche suspirar y volver a nosotros— ahora, por el momento esperaremos a que el carruaje venga —

Fruncí mi ceño— ¿qué carruaje? —

Entonces dirigió su mirada a mi y sonrió, fresca sonrisa— el carruaje que nos llevará al país de las maravillas —parecía como si dijera una fantasía.

No pude evitar mostrar una sonrisa pequeña.

— mi ama, ¿que haremos ahora? —

Diaval me llamaba, así que respondí— regresar a casa —fue entonces cuando dirigí mi mirada a Aldhair, después de todo ya no era un hechicero. El cetro de él aún permanecía a mi lado, creo que lo correcto sería llevárselo a la hada madrina.

¿No?

— ¿qué harás con eso? —fue Tristán una vez más.

Hice una mueca con mis labios y solo me limite a murmurar— lo mantendré hasta que pueda dárselo al hada madrina —

— pensé que te lo quedarías —masculló el hechicero— es un buen punto de... —

— no necesito más poder —dije como finalidad.

— solo era un consejo —masculló desviando su mirada.

— ¿Cómo se supone que sabremos cuando venga el carruaje? Tristán —fue entonces cuando lo atrapé mirando una estrella en lo alto, sonreía mirándola con detenimiento.

Entonces tomó mi mano sin verme, me sonroje y señaló con su dedo a la estrella— ¿las ves destellar? —asentí— cuando la veas hacerse grande, sabrás que el carruaje viene —

Fruncí mi ceño.

— ¿cómo es posible? —cuestione.

— parece ser que el país de las maravillas de encuentran en la estrella de la izquierda, la de la derecha es la que guía al país de Nunca Jamás —

Voltee mi mirada a la estrella y solo pensé en lo extraño y complicado que resultaba el mundo después de Auradon.

Con suerte no me perdería si estaba con Tristán.

Fue entonces cuando el viento sopló y la estrella empezó a tintinear, seguidamente ocurrió lo que Tristán había dicho, empezó a hacerse más y más grande, hasta cierto punto en que se convirtió en una especie de reflector de luz donde alumbró Justo frente a nosotros, en la carretera.

Fruncí mi ceño y aferre mi agarre al cetro del hechicero, pero Tristán no parecía sorprendido, ni tampoco Ryan, fue entonces cuando justo a un lado de Aldhair y Diaval, chispas empezaron a emerger de la luz y poco a poco las ruedas de un carruaje y luego caballos alados empezaron a aparecer frente a nosotros.

Y cuando finalmente el carruaje había aparecido por completo, las puertas de éste se abrieron, dejando mostrar a una alegre y muy peculiar pelirroja que había cambiado mucho desde la última vez que la había visto, pero parecía igual de alegre, saltando de la entrada y dirigiéndose hacia nosotros.

— BUENA VIDA A TODOS —se dirigió, tomando rienda hacia mi persona y abrazándome fuertemente.

Gruñí— Andy... yo... —

— hacía mucho que no te veía, Meido —y creo que ahora, Andy era mucho más grande que yo o algo así, era confuso.

Pero lo único seguro es que era Andy, la Andy que abrazaba con fuerza y reía a más no poder, esa Andy.

Descendientes: Un viaje hacia el mañana... Where stories live. Discover now