Descendientes - La audiencia con la Sultana Jazmín

132 18 6
                                    
















-MI CAMINO LIX-

















— ¿A qué se debe la audiencia tan repentina? Princesa Meido —

La sultana frente a mí me miraba expectante, sentada sobre su trono, junto con Alía que estaba de guardia frente a ella.

Pues lo cierto era que se habían llevado al hechicero al calabozo, por órdenes inmediatas de la princesa Alía, no pude hacer nada para evitarlo en el momento, solo estaba analizando lo que estaba sucediendo.

— si es una recompensa lo que quieres, por salvar Arabia, se te otorgará, además juntamente con mi madre y mi padre, hemos decidido otorgar el título de princesa Meido, embajadora de Auradon a Arabia —

No entendía en que me beneficiaba ese título tan absurdo que Alía había mencionado, pero realmente no era lo importante, aún con el cetro en mano, admitido por la sultana, mi mirada estaba clavada en el suelo.

Aún no estaba segura de lo que haría, pero no podía sacarlo de mi cabeza tampoco, Diaval estaba a mi lado, gracias a él la armadura apareció y desapareció, me sentía libre usando mis usuales atuendos.

— me parece una recompensa justa —mencionó la sultana.

— sí es lo que cree —masculle— aún así, quiero pedirle algo, sultana —no era de pedir nada y esto me causaba repugnancia.

— se te escucha, princesa Meido —

¿Sería lo correcto? Ayudar al hechicero, devolverlo al lugar de donde dice venir.

Creo además, que el rencor u odio que me tenía la sultana había disminuido.

Ya lo he dicho, no era experta en ser buena, ni siquiera tenía indicios de eso, pero lo estaba intentando.

— ¿sucede algo? —fue Alía quien llamó mi atención.

— yo... —vaya que era difícil— es solo que... creo que sería correcto, encargarme del hechicero —masculle.

— ¿en qué sentido? —de verdad sería difícil.

— sí, ya saben, no ha hecho solo daño en Arabia, sino también en otros lugares, reinos, también debe presentar cargos de... —esto era absurdo, bufé— el dice que no pertenece aquí y que acepta renunciar a sus poderes, a cambio de regresar a donde pertenece —

— ¿cumplir el capricho a un prisionero? —cuestiono curiosa la sultana.

— más bien es la razón por la que ha atacado constantemente —masculle— solo quería el suficiente poder para regresar con su familia, usted mejor que nadie debe reconocer que la familia es primero, estoy segura que usted en su lugar haría lo que fuera para poder estar con su familia —

— Princesa Meido, hablamos de años de crímenes, no podemos... —

— por amor a su familia —reí exasperada— escuche, yo vine a Auradon para iniciar de cero, para ser mejor persona y poder aprender de todos, algo importante de esto siempre será la bondad y benevolencia que presentan ustedes a los demás, ¿no es eso lo que los hace dignos de ser reyes? —suspire— si lo dejamos en ese calabozo, volverá a sus crímenes, volverá a buscar nuevos seres mágicos, pero si lo regresamos a donde pertenece creo que todo acabaría —

La mirada de la sultana parecía analizarme por completo, aunque al mismo tiempo parecía que pensaba muy bien lo que decía.

— ¿qué pasa si lo que dice no es verdad? —cuestionó finalmente en un suspiro, levantándose de su trono y caminando hacía mi— si escapa —

— si me ha mentido, téngalo por seguro que lo aniquilare, tiene mi palabra —masculle con recelo— pero si es verdad, creo que habremos redimido a un villano de sus pasos —

La sultana parecía analizarlo.

— creo que tiene razón —masculló Alía— después de todo, la princesa Meido es la única capaz de poder controlar al hechicero —

¿Estaba apoyándome?

— es mejor que esté con ella que con nosotros ¿no? —parecía recapacitar en sus palabras.

En apenas un murmullo, la sultana camino hacia mí y con su ceño fruncido y sus manos en frente dijo: demostraste lo que ningún villano nunca antes, princesa Meido, al darte al criminal que azotó Arabia, te estoy dando la confianza que jamás nunca le había dado a nadie, ¿crees poder con ello? —

Sonreí de lado— soy una villana redimida, su alteza, no es algo que diga al azar con las personas, pero una vez un chico me dijo —recordé a Ben— que nosotros no somos nuestros padres, que podemos ser lo que nuestro corazón dicte —

Apenas divisé una media sonrisa en ella y con su ceño fruncido sin odio me recitó: entonces, que así sea, princesa Meido —

Y con apenas siendo las doce del mediodía, cabe destacar que fue anoche cuando atrape al hechicero y me la pase esa misma noche remediando todo aquello de si debía o no ayudarle.

Pero ahora, no había marcha atrás, debía afrontar lo que vendría. Con una sonrisa en el rostro, la sultana se encontraba sobre las escaleras tras de mí, por donde una vez yo baje, Tristán y Ryan se encontraban sentados sobre los firmamentos de este palacio.

Dos hombres se encontraban limpiando nuestros camellos, mientras que Alia venía bajando las escaleras con el cetro del hechicero en mano, su ceño fruncido y su mirada inerte. Tal vez no le gustaba mucho la idea.

Pero, una vez estuvo frente a mí dijo: esto recae en tu responsabilidad, princesa Meido, sea lo que sea que harás, ten cuidado —asentí ante ello. Entonces me ofreció el cetro— esto no es necesario para nosotros —masculló. Asentí nuevamente y dirigí mi mirada hacia arriba, donde el genio y Nadim parecían sonreír y despedirse.

Recuerdo las últimas palabras del genio hacia mi persona, algo que aún me tenía muy pensativa: no somos los que otros dicen que somos, sino lo que nuestro corazón realmente no hace sentir, nuestra fuerza reside en nuestro interior y solo nosotros somos capaces de controlarla, bien viaje, Meido, recuerda que aún tienes un gran camino por delante, pero estoy seguro que podrás con ello muy bien, después de todo, creo que será la princesa que cambiará este mundo para un bien mejor —posó su mano en mi hombro y se fue sin más.

Si, lo sé, era confuso, pero eso dijo el genio.

Creo que lo vi sonreír, al momento de recordar sus palabras, él simplemente me sonrió a la lejanía. Seguro sería un grato recuerdo.

— ¿estás segura de lo que haces? —cuestionó tras de mí de pronto Tristán.

Fruncí mi ceño y giré en mi entorno con el cetro en mano— ¿de qué hablas? —

— de esto, de ayudar al hechicero, de dejarlo ir a donde se supone que vive —

Baje mi mirada— creo que... sí, es solo que no puedo evitar pensar que tal vez es verdad, estar lejos de las personas que amas porque simplemente estar en un lugar que desconoces y debes ver cómo sobrevivir, es algo que entiendo, a la perfección —levante mi mirada.

El con su ceño fruncido, asintió y suspiro— esta bien —

— ABRAN PASO, EL PRISIONERO VIENE SALIENDO —

Y allí, entre cinco soldados, Aldhair venía con esposas en mano.

Vagamente recordé la primera vez que Ben me vio en el museo con esposas, me acuerdo que estaba asqueado con lo que vio y ordenó que me quitaran las esposas. Sonreí de lado, que gratos recuerdos.

Una vez llegados, pudieron al hechicero sobre uno de los tantos camellos, quien era custodiado por Diaval en otro camello conectado con el del hechicero. Tristán y Ryan no demoraron en subir a sus respectivos camellos.

— por fin me iré de este lugar tan caluroso —masculló Ryan alistándose.

Miré por última vez a Alía y a la sultana, me despedí con un asentimiento de cabeza y volví mi mirada a donde se suponía, con el cetro de Aldhair en mano, suspire y me dirigí a mi camello.

Creo que era hora de poner fin a esto.

Descendientes: Un viaje hacia el mañana... Où les histoires vivent. Découvrez maintenant