Descendientes - Los soldados rojos

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YA SABEN, LA MÚSICA CUANDO SE INDIQUE











-MI CAMINO LVI-











Podría decirse que la vista para cualquiera no se veía para nada alentadora, aún así todos estábamos expectantes a lo que pasaría. Abriendo las puertas del palacio, los guardias reales de Arabia nos guiaron en un solo son, donde Alía lideraba sobre un caballo y los demás le seguíamos.

— ¡ABRAN PASO! —un oficial era quien alentaba al pueblo a que se apartara de las cercanías de los soldados, con tal de no lastimar a nadie.

— ¡LOS SULTANES ESTÁN LLEGANDO! —pronto unas voces tras nosotros se escucharon y juntamente con ellos, los pasos de trotes de caballos se escucharon con constancia.

Solo fui capaz de mirar de reojo y ver como la sultana Jazmín venía con su traje usual, pero algo cubierta con protecciones, además de que contaba con muchos soldados que la cubrían.

No sabía que inclusive ella participaba en cosas así.

Fue entonces cuando paro a mi lado y desde su altitud me miró con una ceja alzada.

— ¿debo creer que has venido a ayudarnos? —

De tal palo, tal astilla. Suspire pesadamente.

—soy la única que podrá detenerlo —masculle.

— ¿no serás parte del plan de ese hechicero? —aún en algo así ella no paraba de hablar.

Me estaba sacando de quicio, pero en cuanto bajé mi mirada, un pequeñín atravesó mi visión, era un niño pequeño que tenía en sus manos una manzana y me miraba sorprendido, seguro por mi alas, pero debieron ver su sonrisa, parecía impresionado.

Su madre rápidamente lo tomó y se lo llevó.

— Es mi ciudad, protegeré a Arabia cueste lo que cueste —entonces se acercó— de sea quien sea —parecía querer advertirme algo.

Creo que de cierta manera entendía el porqué Alía era como era.

— madre, mantengamos las palabras para después —masculló Alía al otro lado, eso sin mirar a su madre.

El sultán iba al lado de su hija y su madre al otro.

— aunque la princesa Meido, sea considerada una villana, aún así se ha ofrecido a luchar —

La sultana miraba a su hija con el ceño fruncido, analizando todo lo que decía.

Si se preguntaban por Ryan y Tristán, ambos estaban en las fila tras de mí, tomando en cuenta que estaba junto a Diaval también.

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Mis alas arrastraban el suelo con sus plumas cubiertas de la armadura y sinceramente no pesaban en lo más mínimo, inclusive estaba dudando que realmente fuera de metal, aunque... cuando chocaba mi puño con la armadura parecía muy resistente.

— no bajaré mi guardia con ella —dijo con simpleza la sultana.

— Estamos batallando por Arabia ¿no es así princesa Meido? —la voz de Alía me llamó y con cierto recelo la mire— ¿esta con nosotros? —

Desvié  mi mirada y la baje, aferrando mi agarre a mi cetro respondí: Sólo quiero vengarme de ese tipo —

— eso es suficiente —respondió Alía.

— ABRAN LAS PUERTAS —

Una vez más el oficial frente a nosotros gritó a gran voz y las puertas fueron abiertas, no obstantes flechas volaron sobre nosotros y como instinto alce un campo de protección para el frente, no tuve tiempo para hacerlos también para los demás, aún así ellos tenían escudos y pudieron protegerse. Mi campo terminó protegiendo solo a la sultana, Alía y Ryan, Diaval y Tristán, los demás fueron protegidos por sus propios escudos, era un alivio.

Sentía la mirada de la sultana Jazmín.

No me dispuse a mirarla.

Fueron cuestiones de minutos en cuanto los soldados de la princesa fueron los primeros en atacar a los soldados rojos que se encontraban tras los muros de Arabia, chocando sus espadas contras los guerreros de rojo.

— DIAVAL —no perdería tiempo, tome impulso y volé sobre ellos en busca de alguna señal del hechicero.

Diaval me acompañaba sobre la gran guerrilla que estaba bajo nuestras narices. Aunque a decir verdad a Diaval se le veía más serio que de costumbre.

— no lo veo por ningún lado —masculló a mi lado.

— debe estar escondido —fruncí mi ceño con la intención de tratar de descubrir de donde provenía el ejército, tal vez un indicio de ello, pero no había nada.

Fue entonces cuando mi vista se reflejó en Alía y en su entorno, como acababa fácilmente con todos, sin necesidad de nadie. Baje mi radar y luche junto a ellos con la intención de acabar con los soldados. Diaval luchaba a mi lado, destruyendo a cada uno que se acercara, pero a medida que llegábamos al suelo, las flechas provenían de ellos y no teníamos más que esquivarlas.

Fruncí aún más mi ceño. Respire hondo recitando:

CETRO POR ARCO

Pues, yo también sabía jugar ese estúpido juego, el cetro se transformo en un arco negro, que emanaba con la energía de Maléfica a su alrededor, tire del arco y flechas moradas aparecían al instante, destruyendo, destruyendo todo a su paso.

Mire perpleja el acontecimiento. Creo que debería tener cuidado.

Aún así, detecte como Tristán peleaba a unos pasos frente a mí y era acorralado, no demore en volar hacia él y tomarlo de la mano para sacarlo de allí por los aires.

Fue cuando me miró y con cierto aire divertido le sonreí de lado, soltando unos metros más seguros. Descanse mis alas a su lado y le mire.

— no está aquí —masculle en un suspiro.

— seguro es un simple señuelo —mire perpleja la batalla.

El comentario de Tristán era tan real. Lo mire con el ceño fruncido y sin poder hablar.

— ¿por qué? —

Todos estaban fuera del palacio, yo estaba aquí, entonces.. ¿por qué?

... Aunque los únicos seres mágicos que había en el palacio eran... Nadim y el Genio.

¿Esos eran su punto?

Tomar..¿la magia de ellos?

cuando mi amo peleó contra Aldhair, la lucha fue durante varios días, donde el reino se veía en constante peligro y solo la protección de mi gran amo era la que impedía que Aldhair entrará, esto sucedió hace más de cien años atrás —

Según lo que había resaltado Diaval desde el principio, era que él había protegido al Genio en la cueva de las maravillas, para así no dejar que nadie malvado lo tocará, con la finalidad de mantener a Aldhair fuera de su alcance, pero el Genio ya no tenía tantos poderes luego de ser liberado, aún así tenía un hijo, pensando como villana, era obvio que con los poderes de ambos podría obtener algo de provecho.

Esto era solo una distracción.

— una distracción eh —masculle con recelo.

ARCO POR CETRO

Me estaba viendo la cara de estúpida. OTRA VEZ.

Mi ira había aumentando y sin tiempo a nada me eleve en los aires para acabar con todos.

Era la última vez, esta si, no se la perdonaría por nada.

Descendientes: Un viaje hacia el mañana... Onde as histórias ganham vida. Descobre agora