Descendientes - La historia de un padre

423 28 2
                                    




-MI CAMINO II-


— Oh, cariño —

Odiaba ese sobrenombre.

Bufé desesperadamente y me limité a mirar por la ventana, la neblina empezaba a bajar, poco a poco, como si se tratase de una manta.

Poco a poco los pinos que rodeaban esta cabaña, caían en silencio por la neblina que los cubría de absoluta blanqueza, la luna empezaba a oscurecerse en esta noche, puesto que las nubes la ocultaban.

De alguna forma extrañaba la habitación hecha para mí, en el castillo, con sus colores oscuros, sus cortinas opacas, extensa, con un gran armario, una gran vitrina donde se hallaban las diferentes coronas de la princesa Real, era la Reina quien se tomó la molestia de traerlas, aunque, sinceramente, jamás me puse una, solo en la boda de Mal.

Empezaba a extrañar esas diferentes lecciones de la Reina Bella, sobre cómo reconocer a alguien de la realeza o como serlo, aunque, ¿a quién engañaba? Empezaba a sentarme bien en esta soledad, un cuarto comprimido y una noche fría, me recordaba remotamente a la isla, en algún punto, después de haber pasado años en una caja conjurada.

— Desearía que me llamarás cuando hayas llegado a Encantia —

Su voz era dulce, sutil.

Podría divisar al hada madrina, tornándose redonda su silueta y sonriéndome con la cordialidad de las personas bondadosas, con sus ojos brillantes de bondad y sus abrazos calurosos y amorosos, la hada madrina definitivamente tenía algo que la hacía mágica -literalmente -

— Deseo concedido hada madrina —

Musite.

En cambio... este lugar no se parecía en nada a mi habitación, era rústica, pobretona, con una cama, una mesita de noche, una lámpara más pequeña que mi cabeza con una luz pobre, dos ventanales de cada lado de la cama, un baño, al cual no me atrevía a entrar, pues, debía estar asqueroso, una silla en una mesa, lo cual hallaba raro y un viejo marco con un arreglo de flores como dibujo, como lo dije antes, pobretón.

— Excelente querida, entonces, que descanses bien —

— Lo intentare —

No escuché más nada, fue entonces cuando tire el celular a un lado y me tire en la cama, emergiendo de ella un enorme polvorín.

— Esto...no puede... ser... verdad —

Tosí ligeramente tratando de quitar el polvo de mis ojos.

Conseguía percibir a lo lejos pasos provenientes de las escaleras, al parecer había más almas andantes en este edificio, no solo esta alma en pena que buscaba propósito en la vida.

Sus pasos se detenían a unos cuantos metros, adivine que tal vez provenían de unos dos cuartos más después del mío, aunque sólo se oyó un silencio abrasador.

Al menos no estaba sola...

¿Qué decía? Me encontraba totalmente sola con alrededor de cinco personas en este hotel.

...

Al día siguiente, mis energías seguían en pésimo estado, pues, debía admitir que los caprichos del Rey Ben por un dormitorio mejor para mí, hicieron efectos, ahora esta cama me resultaba totalmente incomoda.

El polvo que se había esparcido por todos lados, había contaminado inclusive la mesa y el piso, cada paso que encontraba eran míos, puesto que dejaba una marca sin polvo, la mañana crucialmente se hallaba en neblina, totalmente, mis parpados pesaban y mi soledad se asomaba lentamente, pensé en las mañanas en el palacio, con los reyes, siempre viniendo un sirviente a levantarme de mi sala de confort, de mi cama, de mi espacioso cuarto oscuro.

Descendientes: Un viaje hacia el mañana... Where stories live. Discover now