Descubrimientos y amenazas

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La pareja germano-americana caminaba por los ornamentados pasillos del Gran Teatro de Berlín

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La pareja germano-americana caminaba por los ornamentados pasillos del Gran Teatro de Berlín. Ambos fueron invitados por Hitler para una función especial, donde los más altos jerarcas de Alemania y personajes adinerados eran los principales asistentes a la función. Por petición de Hitler, le pidió a Sieglinde que no se quitara el gran abrigo de piel blanco que llevaba pues, debajo de ella, estaba la sorpresa principal de la fiesta posterior a la función.

—Me gustaría saber cuál es la tan anhelada sorpresa que esconde tras esa piel. —El norteamericano intentaba jalar suavemente el abrigo. Obviamente no se lo arrancaría, pero les hacía gracia a los dos.

—Vamos, Thomas, no seas impaciente. Pronto lo sabrás. —Sieglinde reía mientras ambos entraban al palco personal, solo era de dos asientos que daba una gran vista al teatro y en especial al escenario. Ambos se sentaron mirando a las personas que se encontraban en la platea.

—Me pregunto qué habrá debajo del abrigo, ¿será una lencería para mí? —La alemana se ruborizó inmediatamente ante tal comentario. Se acordó perfectamente del incidente en París. Jamás olvidaría esa vergonzosa escena.

—¡Eres un pervertido! —Alzó la voz, pero no lo suficiente para llamar la atención y agarró los binoculares de teatro para poder ver la función que iba a empezar. Thomas simplemente se le acercó a ella y suavemente le agarró el mentón haciendo que lo viera a los ojos —. Thomas, ¿qué haces? La función va a empezar —lo dijo en un susurro mientras el rubio la miraba con ternura.

Las luces se apagaron reduciendo al máximo el campo visual de los dos, sólo podían reconocer ténuemente sus rostros.

—Eres tan linda como una muñeca. Creo que tengo algo mucho mejor que ver que la función. —La besó suavemente en medio de los aplausos de las personas que veían cómo se levantaba el telón.

Al finalizar la obra, algunos invitados se dirigieron a un gran salón donde se estaba realizando una fiesta privada. Eran personas que Sieglinde reconocía a la perfección: jerarcas del más alto nivel, nobles y empresarios exitosos. Solo había pocas caras nuevas para ella, seguramente eran extranjeros invitados.

—¿Cómo les pareció la obra? —Ludwig estaba vestido con el traje de gala de las SS mientras miraba a Sieglinde.

—No es de mi tipo, pero al final me gustó. —Los tres comenzaron a caminar encontrándose con su grupo de amigos: Pierre, Luciana, André, Flavio y Cedric.

—Lo más probable es que este idiota se hubiera quedado dormido, no es un gran amante del teatro. Dime que se quedó dormido, Sieglinde. —Cedric se acercó bastante a la alemana, está simplemente sonrió.

—Lamento decirte que no, estuvo atento a la obra. —El inglés simplemente sacó un billete y se lo entregó a Pierre.

—¡¿En serio estaban apostando a que me iba a quedar dormido?! —Thomas miró a su amigo con ojos llorosos. No pensó que alguien como Cedric apostaría dinero, al parecer se había equivocado.

La Esposa del Reich [✓]Where stories live. Discover now