Gunzburgo

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El par de alemanes castaños estaban sentados en una fuente en los parques aledaños a la Cancillería

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El par de alemanes castaños estaban sentados en una fuente en los parques aledaños a la Cancillería. Sieglinde aprovechaba que Josef estaba viviendo en Berlín y podían verse con frecuencia. El médico nunca había conocido a una mujer tan interesante como ella ya que tenía una preparación muy similar a la de él. Su amistad no se volvió un problema, pues al comentar al Führer quién era él y su familia lo aceptó de inmediato, bueno, no sin antes revisar que estuviera inscrito al partido e investigar los antecedentes familiares. Esos siempre eran los requisitos mínimos antes de que Hitler aprobara que cualquier persona tuviera una relación medianamente cercana con Sieglinde.

—Tienes que conocer a Irene, es muy linda y sé que se llevarán bien —exclamó Josef.

—¿Eso crees, Josef? —El mayor de los dos asintió.

—Así es, pero a ella le gusta un poco más la metrópolis, si le digo que me voy a vivir a un pueblo incomunicado sé que me va a decir que no. —Se rascó la mejilla mientras reía. Sieglinde simplemente veía al castaño con una sonrisa.

—¿Por qué estudiaste medicina?

—Me gusta ayudar a la gente, aunque me estoy inclinando hacia la parte de la investigación. He estado en diferentes fundaciones de servicio juvenil, incluso estuve de adolescente por muy poco tiempo en la Cruz Roja.

—¡¿En serio?!— Sus ojos brillaban. Creía que ese hombre era una persona admirable —. Es maravilloso, me gustaría hacer todo lo que has hecho hasta ahora.

El médico soltó una risa producto de la gran emoción de Sieglinde.

—Los dos somos jóvenes. Aún hay tiempo, Sigi. —Al escuchar eso, la mirada de Sieglinde se volvió más suave, con una sonrisa nostálgica.

—¿Sabes, Josef? Siempre he amado a mi país, a mi nación, así que siempre que tengo una función mínimamente importante lo hago con mucho gusto. Aún si me tocara lustrar las botas de los soldados lo haría feliz, porque todos los días salen a defendernos.

—Los dos tenemos el mismo pensamiento, por eso entré al partido. —Sieglinde lo miró, analizándolo. Era tan intensa la mirada que estaba poniendo incómodo al médico. Esos ojos azules pálidos parecían traspasar el alma de cualquier persona —. ¿Qué sucede?

—Eres miembro del partido.

—Sí.

—Y vives en Gunzburgo.

—Así es...

La chica giró mirando por completo al mayor y se aferró a la fuente para evitar caerse por el impulso. Se inclinó tanto hacia adelante al punto que sus pies dejaron de tocar el suelo.

—¡Conoces un lugar donde podamos hacer un encuentro con mi pa... con mi Führer?!

El que estaba a punto de irse de espaldas era otro. ¿Acaso había escuchado bien? ¿Estaba pidiendo su ayuda para complacer al Führer?

La Esposa del Reich [✓]Where stories live. Discover now