Viaje al atlántico

546 59 18
                                    

El resto de los veraniegos días olímpicos era un júbilo en la capital alemana

Oups ! Cette image n'est pas conforme à nos directives de contenu. Afin de continuer la publication, veuillez la retirer ou télécharger une autre image.

El resto de los veraniegos días olímpicos era un júbilo en la capital alemana. Además de aprovechar el momento de las justas, nativos y extranjeros recorrían las calles berlinesas en un show de elegancia y felicidad. Sus calles, parques y museos eran lugares recurrentes para los visitantes, generando una afluencia mayor a la acostumbrada por los berlineses. El grupo de chicos y Sieglinde llamaba siempre la atención de las personas, pues no solo eran bastantes atractivos, sino que también irradiaba un carisma especial. La ventaja que tenían era que pocas personas conocían sus identidades y así podían darse el lujo de caminar libremente en la villa olímpica y sus alrededores.

Cuando se encontraban dentro del estadio olímpico como espectadores, veían como algunos ganaban y otros perdían. Todos vivían el sueño olímpico, y cuando tocaba reconocer a un buen atleta no importaba de dónde era ni su raza. Fuera del estadio se encontraba el grupo quienes miraron extrañados a Ludwig que parecía algo, ¿emocionado?

—¿Qué le pasó a Ludwig? —André susurró, a lo que su hermano gemelo fue a preguntarle.

—¿Ludwig, qué sucede? —Flavio le preguntó a Ludwig.

—Es Jesse Owens* —Ludwig apenas logró decirlo en un susurro.

—¿Quién? —Flavio no pudo terminar de hablar cuando Ludwig lo agarró fuertemente por los brazos.

—¡Es Jesse Owens!, ¡no puedo creer que haya roto varias marcas en los olímpicos! ¡Un atleta de élite que los propios alemanes admiramos! —Ludwig hablaba con una admiración nunca antes vista sorprendiendo al grupo y algunas personas cercanas alrededor.

—Pero es negro, no puede ser considerado siquiera atleta. Es algo natural en esos seres—Cedric afirmó con cierta irritación en su rostro.

—No me importa. Puedo reconocer a un buen atleta a kilómetros, pues he tenido entrenamiento de atletismo. —Ludwig comenzó a buscar en sus bolsillos con desesperación —. ¿Dónde habré dejado mi libreta?

Unos cuantos segundos después logró encontrar la libreta y un lápiz y salió corriendo para poder conseguir un autógrafo. Sieglinde reconoció a un hombre con una cámara portátil y se acercó a él, era el fotógrafo personal de Hitler.

—¡Herr. Hoffmann!* ¡Guten Tag! —El hombre la reconoció y realizó una pequeña reverencia.

—Guten tag,* fräulein Sieglinde. Espero que lo esté pasando bien. ¿Desea que le tome una fotografía? —Sieglinde negó con la cabeza.

—Creo que el que desea una foto en este momento es Ludwig. —Señaló al alemán que estaba que estallaba de emoción al ver cómo el atleta estadounidense le autografiara su libreta.

Todos reían ante semejante rara escena, de esas cosas que sólo pasaban en unos Juegos Olímpicos. Finalmente, Ludwig regresó al grupo con una sonrisa en su rostro, no solo por haber obtenido el autógrafo sino porque había podido conseguir tomarse una foto con el que consideraba como uno de los mejores atletas de la época.

La Esposa del Reich [✓]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant