Días de sol

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Era uno de esos días en el que parecía ser de esas escenas cursis que se podían encontrar en las películas o novelas de amor

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Era uno de esos días en el que parecía ser de esas escenas cursis que se podían encontrar en las películas o novelas de amor. Thomas y Sieglinde se encontraban acostados en el césped en uno de los parques que pertenecía a la cancillería, mirando al cielo y con las manos entrelazadas.

—Hay algo que me preocupa. —Esa frase llamó la atención de Thomas —. ¿Qué harías si te obliga tu padre a realizar algo que no quieres?

Thomas suspiró y comenzó a hablar mientras miraba el cielo y respondió:

—A veces no quiero obedecer a mi padre, pero está muy enfermo y tiene la carga de toda una nación, así que simplemente le hago caso. Quiero facilitarle un poco el trabajo y poder apoyar en todo lo que pueda a mi país.

—Sí, tal vez debería hacer eso. Thomas, ¿puedo preguntarte algo?

—Lo que sea. —Sieglinde comenzó a jugar con sus dedos en la mano del americano.

—Alguna vez... ¿has tenido un secreto demasiado grande que es necesario revelar?

—A veces es mejor expresar lo que sientes, ya sea con alguien en que confías o sola.

— ¿Y si involucro a alguien más? Es decir, el secreto trata sobre mí y otra persona.

—¿Qué me vas a decir? ¿Eres la hija de Adolf Hitler o qué? —La menor simplemente lo miró en shock, pero el mayor se echó a reír —. Es broma, el Führer es demasiado serio como para tener una hija. Además, no tengo conocimiento de que tenga alguna amante o esposa. — Acarició la mejilla de la menor para calmarla de la "mala broma" que había hecho. Ambos se miraban a los ojos y buscaba calmar la situación.

—Sí, así es. Aunque me asusté un poco, ese tipo de bromas no son bien vistas aquí —habló con serenidad y miró al cielo —. Se acerca una fuerte tormenta.

—¿Eh? Pero está despejado, de hecho, lleva varios días así.

En efectiva, el cielo se veía con un hermoso azul claro, no había una sola nube y lo único que se asomaban a sus vistas eran los pájaros que volaban y el estático sol.

—Por eso mismo, esa es la calma antes de la tormenta —dijo Sieglinde.

Thomas giró su cuerpo mirando a la alemana. Internamente sentía que su amada estaba muy preocupada por algo, y sea cual sea el motivo quería calmarla.

—De todas formas, si se llegara a formar una tormenta ten por seguro que te cubriré y te protegeré. —Thomas le acarició la mejilla. Sieglinde cerró sus ojos sintiendo su calor y luego lo miró.

— Y yo a ti, aunque tenga que mojarme y recibir toda la carga.

— ¿Por qué dices eso? —Se preocupó al escuchar eso.

— Por nada. —Cerró los ojos sonriéndole.

 —Cerró los ojos sonriéndole

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La Esposa del Reich [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora