Hades Bach.
Érebo Bach.
Seth Bach.
Nix Bach.
Cuatro hermanos que ocultan secretos tan temibles como el mismísimo infierno.
¿Te atreves a conocerlos?
Créditos de la portada a: @Aughostn
Obra registrada en Safe Creative.
Código: 2103017057970
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Los fuertes golpes en la puerta de mi habitación hacen que dé un brinco de la cama.
—¡Charlotte! —grita la voz de mi querido hermano desde el otro lado. —Llegaremos tarde.
Parpadeo un par de veces, incorporándome en mi cama. Mis ojos se deslizan hasta la ventana por donde ya se cuelan los rayos del sol.
Sin esperar nada más me zafo de las sábanas que se pegan a mi cuerpo. Al poner mis pies en el frío piso un escalofrío recorre mi espina dorsal.
Nuevos golpes en la puerta me obligan caminar hasta ella y abrirla.
—Ya... casi estoy lista —miento, frotando mis ojos.
Casi puedo imaginar el rostro de Cameron, mi hermano, tensándose por la rabia.
—¡Charlotte, apenas te estás despertando! —chilla.
Elevo mi mirada para visualizar su cejo fruncido y la seriedad de su rostro.
—Ya tengo la ropa lista —me excuso y camino hasta la cama donde ya tengo las prendas para usar hoy.
La seriedad sigue apoderada del rostro de mi hermano.
—Charlotte, si no estás lista en diez minutos nos iremos sin ti. Estoy cansado de llegar tarde por tu culpa.
Mis ojos observan a Cameron. Va vestido con jeans al cuerpo, una sudadera negra y Nike blancos. El cuerpo de mi hermano siempre está muy bien ejercitado ya que se mata en el gym. Yo en cambio no hago nada de ejercicios y tengo cuerpo de pezelargarto.
Con pasos airados me aproximo al baño y comienzo con la rutina que había olvidado. Me ducho muy rápido, cepillo mis dientes y sin más salgo para vestirme y tratar de peinar mi rebelde melena.
Me visto con unos pantalones desaliñado al cuerpo, una camisa de tirantes color negros y encima de está una camisa tipo leñador, mis pies los visto con unas Converse blancos y en mi cuello guindo aquel collar que se ha convertido las más importante para mí.
Me dirijo al baño para darme una última ojeada en el espejo. Algunos mechones de mi rojizo cabello caen de la cola que me he hecho y las pecas de mi rostro hoy parece que amanecieron más relucientes que nunca.
—Nos vamos, Charlotte —exclama la voz de mi madre desde abajo.
—Carajo —susurro para mi misma.
Salgo corriendo hacia mi bolso, lo cojo y sin detenerme ni un segundo salgo a toda prisa escalones a bajo, rogando a todos los santos que mi madre se compadezca de mí y no se le ocurra irse sin mí.
No quiero caminar por más de veinte minutos hacia la prepa, eso estaría horrible siendo el primer día de clase y además siendo el último año de prepa.
Sin que nada detenga mis pasos salgo de la casa, cerrando la puerta detrás de mí de un portazo. Veo a mi madre ya detrás del volante con una mirada de desaprobación en sus ojos.
