Capítulo 103

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La mayoría de las veces, Darrell despierta mucho antes que yo, no es algo extraño, si pienso que al levantarme siempre tengo un mensaje de buenos días, y un te amo, por eso, cuando soy quien despierta primero, se siente como algo especial.

Porque solo cuando está dormido, es que puedo observarle, sin la vergüenza que me daría nuestras miradas encontrándose, y que él lo notara, solo en este momento mis dedos pueden recorrer con lentitud su cabello, lo suave que es al tacto, y lo hermoso que está impregnado de manzanilla, solo en este momento mi pulgar puede acariciar su mejilla, sonriendo con el áspero comienzo de su barba, su lenta respiración pasa por mi piel, y eso, esta simple imagen, hace de mi mañana algo mucho más agradable.

—Oye, Darrell, despierta.

Ni siquiera se queja, como suele hacer si solo finge dormir, y le creo, porque ayer después de pasar toda la tarde solo mirando televisión, dijo que haría algo para nuestro último día en Alemania, volvió a la habitación unas cuantas horas después. Levanto la mirada, sonriendo ante la ligera sensación de sus pestañas pasando por mi índice, el perfecto puente de su nariz, y no puedo controlar el sonrojarme por el ligero toque en su labio inferior, la risa que escapa al apoyar mi frente contra la suya, mis dedos enredándose en los pequeños cabellos tras su nuca, y puedo sentir el rítmico latir de su corazón en mi pulgar.

Hoy decidí, y gracias a la persona en la que estoy cambiando, poco a poco, que olvidaré todo aquello lejos de nosotros, todo aquello que podría interferir con mi forma de pensar, y solo iré con el día que haya preparado este castaño, porque estoy por completo decidido a que hoy entenderé mis sentimientos, no negaré, me enojaré, trataré de justificarlos, ni lloraré, porque, si es amor lo que estoy sintiendo, y si me he enamorado de esta persona, quiero entenderlo, no quiero dejar pasar ni un instante de este bello sentimiento, por muy mal que todo esto pueda terminar.

Pero está bien, porque yo no pensaré en lo que sucederá después de entender este sentimiento, solo es ahora lo que importa, ya tendré el viaje de vuelta a mi departamento para angustiarme de los resultados de hoy. Sonrío, enredando algunos de mis cabellos en mi mano, el borde de la almohada, mis dedos bajan por la línea que marca la cadena, y siento el anillo por debajo de la tela de su camiseta. Si tuviera que acostumbrarme a una sola cosa en mi vida, desearía que fuera su apellido después de mi nombre, detesto lo avergonzado que me hace sentir ese pensamiento, el recordar que todo este tiempo he dicho que es mi esposo sin siquiera dudarlo un segundo.

—Darrell, ya no hay estrellas en el cielo.

Vamos, está tan dormido, aún más inconsciente de lo que pude presenciar del poco alcohol de nuestro viaje. Adoro lo tranquilo de su semblante, y ese pequeño mechón de cabello que cae sobre su mejilla, todo es tan atrayente en él, por desgracia no es algo que pueda negar, yo... supongo que soy como todos los demás, me gusta demasiado su físico, pero me gusta, aún más, ser la única persona que puede despertar entre sus brazos, y eso es mucho más de lo que puede decir la mayoría.

—Increíble amor de mi vida, no me hagas pedir por tercera vez que despiertes.

Me aferro un poco más al anillo, sin dejar de sonreír al sentir sus manos presionar mi escapula, tiene la pésima costumbre de abrirse paso entre mi camiseta, pero sé, cuando escucho el quejido, e intenta ocultar su rostro entre mi hombro, que he conseguido hacerle saber que ya no es de noche.

—Cinco minutos — bueno, cuando lo dice así, es difícil negarse.

Es lindo verle actuar tan infantil, en especial cuando recién despierta. Asiento, hundiendo mi rostro en su cabello, intentando controlar el cosquilleo que me produce su lenta respiración pasando por mi cuello, lo avergonzando que me hace sentir su pierna enredándose en una de las mías, como si fuese una almohada a la que abraza para dormir. Levanto la mirada, apenas puedo ver entre su cabello la imagen de la ciudad por el ventanal, el cielo un poco azul, algunas pequeñas nubes grises hacia la montaña, y solo me dejo caer en la almohada, sonriendo al rozar el borde de su camisa, las puntas de mis dedos entrando por su cuello, dando suaves caricias en su espalda, en seguida se siente la calidez.

El Chico de las 6:30pmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora