Capítulo 38

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Qué triste se siente despertar en el mismo lugar en el que te desmayaste la noche anterior, y darte cuenta que lloraste dormido.

¿Cuándo dejé de importarle a los demás? No me sorprendería encontrarme solo, porque al paso que voy, todas las personas comenzarán a alejarse, y me lastimarán, como ya muchas otras lo han hecho. Algunos años atrás no me hubiera podido importar menos, pero ahora, que sé y entiendo lo agradable que es tener un grupo de personas que te quiere, simplemente me hace caer en cuenta de lo idiota que puedo llegar a ser, y de cuánto me duele decepcionarlos a todos. Porque sí, aunque no les diga a diario lo mucho que los valoro, o agradezco que me ayudaran a salir del oscuro hueco de soledad en el que me encontraba, comienzas a aceptar lo mucho que quieres a cada uno de ellos.

Quizás es el sencillo hecho de que me resulta imposible el pensar en alguien más y no solo en mí, tal vez el que ahora mis acciones afectan a alguien más, puede ser que inconscientemente me preocupa el que me vayan a juzgar, o solo... no me puedo acostumbrar al que alguien se interese en mí, y yo he comenzado a interesarme en alguien que no soy yo.

Hay tantas cosas que han comenzado a cambiar, pero no me puedo sentir bien con ello, van demasiado rápido, y me angustia el que no soy capaz de ir junto a eso, es tan normal para todos que pasen los días con problemas, reuniones, el tener, o el dejar, pero a mí me duele, me preocupa, fueron casi veinticuatro años de mi vida tan monótonos, que podía predecir qué sucedería al día siguiente, o casi una semana después, ahora ni siquiera sé a quién veré, el sí tendré a alguien, o le dejaré ir. No puedo estar más asustado con todo esto.

Pero lo que en verdad me duele, y no tiene nada que ver con que arda en fiebre y me duela todo el cuerpo, es que las soluciones, que con tanto esfuerzo me decido en tomar, son totalmente inservibles. No sé si me hiere el que creo más problemas que soluciones, o que mi orgullo está herido porque todo, todo lo he hecho perfecto, hasta hace poco.

Si me muero ahora, da igual, no merezco hacerlo de una forma más digna.

—¡Max!

Apenas puedo quejarme al escuchar mi nombre, en seguida Sophie aparece frente a mí, realmente preocupada. Bueno, además de que claramente ni siquiera fui capaz de cerrar bien la puerta de mi departamento, nunca la había visto tan... aterrorizada, sí, esa es la palabra. Esto solo confirma lo que ya suponía, solo sirvo para hacer preocupar a las personas. Pasa sus manos por mi rostro, y de inmediato toma mi brazo, para intentar levantarme, lo cual le resulta imposible, porque además de que no tiene suficiente fuerza, yo no hago ningún intento en ayudarle. Es que... quiero estar solo, no puede estar tan mal querer ahogarme en unas cuantas horas de sueño.

—¡Siéntate, por favor, tienes fiebre, necesitas...! — deja de ejercer fuerza, y se arrodilla a mi lado, tomándome por ambas manos. En seguida escucho su voz mucho más suave de lo normal —. Me preocupas...

Y también me preocupa ella, pero... no sé cómo arreglar todos los problemas que últimamente me rodean. Me aburre estar en una oficina que ni siquiera es mía, me molesta el que no sea capaz de sentir algo cuando Oliver es tan lindo conmigo, pero en especial, el creer que alejando a Darrell todos mis problemas se solucionarían, cuando claramente no fue así. Cierro mis ojos por un momento, e intento sentarme en el sofá, pese a que me duele todo el cuerpo, y el semblante de Sophie en plena etapa de impresión me hace sentir aun peor.

—Pensé que estabas enojada conmigo.

¡Espera, no...! Ni siquiera he terminado de sentarme y la chica ya está sobre mí, abrazándome tan fuerte por el cuello que en cualquier momento se partirá. Es... raro, realmente la extrañé, tanto, me dolió como nunca antes un golpe lo había hecho, aunque ver su odio no se comparó a lo poco que dolió mi mejilla. Quizás por eso... es que también le he abrazado, lo más fuerte que puedo.

El Chico de las 6:30pmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora