Capítulo 21

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No estamos en Estados Unidos, no es febrero, pero definitivamente hay algo desagradable en el aire, amor.

Laura ha pasado toda la mañana en la oficina, ha traído un asiento de quién sabe dónde, y le dejó junto al de Darrell, quien solo le ha mirado como idiota todo el día, mientras ambos hablan, y tengo que hacerles de traductor. Mi amigo no ha hecho nada de su trabajo, tiene tanto acumulado que le ha dejado en el suelo, la chica, por otro lado, no parece tener interés alguno por los edificios que le faltan por visitar. Lo peor de todo es que yo solo he estado en la oficina mirando por el ventanal, con tanta rabia contenida, que ya he partido tres de los cinco lápices que tenía en el cajón del escritorio. Desearía tener una cantidad exagerada de trabajo, solo para no tener que ponerles atención, o que no hubiese terminado el mío tan rápido.

Ni siquiera he tenido tiempo para pensar en mi vida, o en el beso que sucedió ayer con Oliver. ¿Por qué me importa tan poco el que, por fin, he tenido un beso normal con el chico que me ha traído loco por el último mes?

—Knight — me vuelve a llamar Graham, por lo que ruedo los ojos —. Pregúntale si desea salir conmigo.

—Si le vas a llevar a una cita, ni sueñes que iré contigo para explicarte las estupideces de las que están hablando — un lindo restaurante, unas lindas flores, una linda noche. Ella no se merece eso.

—¿Por qué? — y parto mi cuarto lápiz. En seguida giro a verle, con el ceño fruncido.

—Aprende inglés si quieres hablar con ella, conociéndote, en dos días ya le hablarás como si hubieses nacido en Londres.

—¿Estás enojado? — ¿Qué le hace pensar eso?

—¡Max! — esta vez es ella quien me llama, y no sé cuál de los dos me tienen más desesperado —. ¿Crees que Darrell quiera almorzar conmigo?

—Felicidades, Graham — me levanto del asiento, abriendo la puerta de la oficina —. Quiere salir contigo.

Que se las arreglen solos. Salgo del lugar, y no se ha escuchado un portazo, porque la puerta es de cierre lento. Al girar en el pasillo todos me han mirado, tal vez porque les estoy matando con la mirada, o puede ser debido a que he apretado tanto mis manos, que en cualquier momento comenzará a salirme sangre de ellas. De algo estoy seguro, nunca había visto a las personas apartar tan rápido la mirada.

Cruzo la avenida, sin siquiera pensar, ni por un segundo, que es medio día y cualquier persona pudo haberme atropellado. Entro a la cafetería, y Walton ni siquiera tiene que mirarme para saber que soy yo, ha abierto la pequeña puerta del mostrador, para que entre, y cuando le ha cerrado me dejo caer, para quedar a sus pies. No me habla, en parte porque intento calmarme, y porque hay muchas personas en la cafetería. No puedo creer que esté tan... molesto, sí, no es ningún otro sentimiento, solo quiero que la chica vuelva a Gales. Extiende uno de sus brazos, donde veo unas cuantas fresas en un envase, y les tomo, porque en este momento, lo menos que me importa son las alergias de Darrell. Qué tristeza, hasta la fruta está amarga hoy.

—¿Quién es él? — levanto la mirada, un chico me observa, con intriga.

—Nadie — le responde, frunciendo el ceño, lo cual ha asustado un poco al chico —. Déjalo ahí.

—Bien, pero... no debería estar aquí.

Rueda los ojos, y me alegra el que poco le interese lo que le han dicho. El chico toma algunas cosas, me mira de reojo, y suspira, saliendo de aquí para llevárselas a los clientes. Nunca pensé que Walton fuera tan agradable, como Powell. Ambos son... creo que con decir que son las únicas personas que han sido capaces de cambiar el concepto que les tengo, es mucho.

El Chico de las 6:30pmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora