Capítulo 99

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Un baño, cabello cepillado, mi mejor camisa, y un pequeño intento de subir mi autoestima frente al espejo.

—Cuando el alemán quiera, podemos salir en la noche.

Si el latino dejara de estar tan desesperado, no me hubiese importado verme mejor que cualquier otra noche. Suspiro, dejando de lado el mechón de mi cabello, por completo incontrolable que cae sobre mi frente, e intento no sonrojarme antes de salir. Ha sido un lindo primer día, terminarle con una salida nocturna le hará aún mejor, solo... estoy algo nervioso, es una de nuestras típicas no citas, pero quiero que sea la más perfecta de todas. Me observo por última vez, de pies a cabeza, satisfecho por cómo me veo, pues no podré hacerlo mejor que ahora, y salgo del baño.

Lanzo un quejido, sorprendido de verle apoyado en la pared, pero termino riendo al sentir que me toma de la cintura, para atraerme a él, un pésimo intento de alejarle, que termina en mi barbilla apoyada en su pecho, sus ojos encontrándose con los míos, y sonríe.

—Supongo que la espera valió la pena — sus dedos acarician mi rostro, dejando el mechón tras mi oreja —. Qué guapo.

En seguida me sonrojo, sintiendo sus labios en mi frente, un suave beso. Diría que él también se ve demasiado guapo, qué bien le queda el rojo, y su cabello por fin está cepillado, pero no es algo que quiera decirle en este particular momento. Sonrío, tomándole por una de sus manos, parece satisfecho al salir de la habitación, caminamos directo al ascensor. Vamos, no nos quedaremos toda la noche en la habitación del hotel, al menos, una vez, la ciudad de noche es realmente bella. Le miro de reojo, sosteniendo más fuerte su mano, solo puedo sonrojarme cuando sus ojos se cruzan con los míos, y levanta una ceja.

—Como fuiste tan bueno conmigo — no se quejó ni una sola vez, en especial con lo enojado que estuve en la tarde —. Te daré algo.

—De haber sabido que me recompensarías, habría hecho muchas más cosas lindas.

Ruedo los ojos, porque por más que intente salga sin darle demasiada importancia, parece intrigado, y aunque ante mi silencio pregunta qué es, espera paciente a que salgamos del hotel, comienza a buscar en nuestra guía qué línea he marcado para ir a un nuevo destino desconocido. Suspiro, bajando el libro con una de mis manos, seguro de que esto es una pésima idea, pero, lejos de lo que mi cabeza y voluntad dicen está mal, me dejo llevar por la cálida sensación de su mano sobre la mía, y la impresión en su mirada al reconocer las llaves de su maldito auto soñado.

—Puedes conducir, aunque sea totalmente ilegal — por un segundo, la emoción más pura recorre su semblante, pero termina por suspirar.

—¿Estás seguro? — no parecía importarle cuando llegamos. Alzo una ceja.

—No me hagas arrepentir tan rápido.

Ladea una sonrisa, sin una pequeña contradicción más se aferra a las llaves, con la satisfacción que antes no tenía me hala hacia el estacionamiento. Diría que es una pésima idea el haberlo pensando mientras esperaba a que él terminara de bañarse, pero supongo que es una de las desventajas del querer verle sonreír, y más si es por algo que yo hago.

Ugh, qué problema, no lo había sentido tan fuerte, comenzó en cuanto llegamos, tal vez porque he pasado demasiado tiempo solo con él, me hace falta la interacción de cualquier otro ser humano. Lanzo una exhalación, de derrota, en el instante en que me encuentro a mí mismo sonrojándome, por la estúpida acción de Darrell de abrirme la puerta del auto, como si yo no pudiera hacerlo, y aunque intento burlarme de la forma caballerosa en que lo hace, solo se inclina hacia mí, de repente una sensación de nerviosismo, junto a la de calidez, baja por mi pecho al sentir ambas de sus manos tomarme por el rostro, su respiración golpeando contra mis labios, y sonríe, pues sabe en verdad me avergüenza que haga ese tipo de cosas.

El Chico de las 6:30pmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora