Capítulo 100

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Lo de anoche... estuvo bien, pero es algo que preferiría no repetir.

No fue agradable, en ningún sentido, terminé despertando en el suelo, cada parte de mi cuerpo dolía, y no podía dejar de pensar en las estupideces que dijo Darrell estando ebrio. No quiero tomármelo en serio, más aún en el lugar en el que estamos, no deseo dañar el viaje, creo que eso es lo que he tratado de convencerme toda la mañana, por eso estoy sentando en el balcón, abrazando su chaqueta, esperando a que despierte. No importa, la mayoría de las cosas que decimos con el alcohol, son idioteces, así me sucede a mí, así debe ser con él.

—¿Max...?

¡Despertó! Espera, no quiero verme tan desesperado. Trago saliva, aferrando mis manos a la pared, para asomar mi cabeza por el borde del ventanal. El castaño se queja, varias veces, acerca del dolor en su cuerpo, pero la resaca no quita el hecho de que se ve aún más guapo de lo que se veía ayer, y es un desastre en este momento. Me encojo más en la chaqueta, caminando hacia él, al instante me sonríe, lo que también hago, pero solo porque es la primera vez en toda mi vida que le noto con unas ojeras tan visibles. Es lindo.

—¿Recuerdas algo de lo que sucedió anoche?

Lo piensa, por un segundo, antes de decir que le duele demasiado la cabeza como para acordarse de su propio nombre. Debe ser cierto, ni siquiera me saludó con un beso en mi frente, o una burla de que estoy usando su chaqueta en la habitación del hotel. Suspiro, apartando sus brazos, para poder dejarme caer en su pecho, no duda en rodearme con estos, susurrar un buenos días, y siento su cabeza caer sobre la mía, su respiración revolviendo algunos de mis cabellos. Al menos, quisiera que me negara todas las cosas que sucedieron anoche.

—Recuerdo... que me prometiste un gran envase de café.

Sonrío, levantando mi cabeza, para besar el borde de su mandíbula. Está bien, trataré de no torturarme, no hasta que lleguemos a casa. Le señalo la mesa de noche, donde está el expreso más grande que tenía el hotel, pero le impresiona, mucho más, los tres narcisos junto a este. Apenas se nota una leve curvatura en sus labios.

—¿Qué sucede? — niega varias veces, y siento sus manos en mi cintura.

—Hasta ebrio, soy romántico — quisiera poder contradecir eso, es muy adorable. Le tomo de ambas muñecas.

—Las compré yo — salí en la mañana. Deslizo mis manos sobre las suyas, para entrelazar nuestros dedos —. Anoche dijiste que querías flores.

Parece pensarlo, y sus mejillas se tornan rojas. Sí, la persona más romántica del universo, se muere por alguien que sea igual de romántico que él. Levanto la mirada, solo un poco, porque siento rozar su frente contra una de mis mejillas, una pequeña distancia que separa nuestros labios, y el café de sus ojos se encuentra con el verde de los míos.

—Lo que dije anoche...

Algo de una lámpara, una habitación, y sentirse solo. El sobre esforzarse mucho, y querer flores. Algo que vendrá, y no parece ser mi sorpresa. Alguna fiesta, quizás en Paris. Un intento de besar a alguien más.

Es cierto, hay otra persona que también estuvo en el mismo instante en que me encuentro yo, perdiéndome en sus ojos, a punto de besarle. Trago saliva, desviando la mirada, sentirme tan ansioso es una sensación que no quisiera tener, en especial porque son ideas que, quizás, no tengan sentido. Niego varias veces, y después agacho mi cabeza, no sé la razón por la que me alejo, es como un extraño reflejo. Al instante se siente su mejilla rozar la mía, en un intento de que su cuerpo cubra un poco más el mío, sin soltarme de ambas manos. Él es tan cálido, y, en verdad, me tranquiliza tenerle de esta manera, solo debería ser yo quien pueda sentir esto, es un privilegio de amarle tanto, yo soy la única persona que debe quererle con tanta honestidad.

El Chico de las 6:30pmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora